BRIDGET JONES' BABY. Comedia, Reino Unido, 2016, 122 min. Dirección: Sharon Maguire. Guión: Helen Fielding y David Nicholls. Intérpretes: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, Emma Thompson, Jim Broadbent, Gemma Jones, Sarah Solemani y Celia Imrie. 

He aquí que una Renée Zellwegger que parece un agente de Misión: imposible disfrazado con poco éxito de Renée Zellwegger, vuelve a ser Bridget Jones, el personaje nacido de una columna periodística convertida en novela en 1996 y llevado al cine en 2001 (El diario de Bridget Jones) y 2004 (Bridget Jones: sobreviviré). ¿Tiene sentido su regreso? Desde un punto de vista económico, sí: ocupa el tercer lugar en recaudaciones en los Estados Unidos y va sumando allí donde se estrena. Desde un punto de vista cinematográfico la cosa es distinta. Cuarentona, ya no gordita, felizmente soltera y sin compromiso, profesional de éxito, la protagonista es la misma pero -al contrario que su intérprete- con bastantes mejoras. Hasta que irrumpe el problema que hace esta trama: se queda embarazada sin tener claro cuál de sus dos relaciones sea el padre. La cosa da para el habitual festín de mohines de la Zellwegger, actriz muy limitada a la que no han favorecido los seis años que se ha llevado retirada del cine (o el cine retirado de ella).

Algunas (no muchas) situaciones y diálogos (tampoco muchos) son divertidos. Una mediocridad salvada por los secundarios, muy especialmente por Gemma Jones, Sarah Solemani y, sobre todo, Emma Thompson en su doble calidad de coguionista e intérprete del personaje más divertido y con más clase -¡qué fantástica actriz de comedia demuestra ser!- de la película. Decir que Firth está bien es una obviedad: siempre lo está. Dempsey hace casi de sí mismo, es decir, de tío cachas endulzado por un cierto aire de príncipe azul. Dado el bajón de la segunda entrega, regresar a Sharon Maguire, realizadora de la primera, ha sido una buena decisión.