Crítica de Cine

Coqueteo otoñal y eco-turístico

Diane Lane se pone a las órdenes de Eleanor Coppola en 'París puede esperar'.

Diane Lane se pone a las órdenes de Eleanor Coppola en 'París puede esperar'. / d. s.

Dirigida por Eleanor Coppola en lo que tal vez pudiera ser una leve ensoñación autobiográfica a tenor del contexto cinematográfico de su trama (el viaje arranca en Cannes), París puede esperar sigue confirmando a Diane Lane (Bajo el sol de la Toscana, Noches de tormenta, Y que le gusten los perros) como reina de los corazones maduros y las segundas oportunidades en su formato de road movie gastro-eco-turística por las carreteras y paisajes de una Francia de postal vista y filmada a través de los ojos y lentes del viejo cliché romántico norteamericano.

Esposa de un productor de cine entregado a su trabajo (Baldwin), el personaje de Lane vive aquí su particular fuga (mental) de la rutina matrimonial con un amigo de su marido (Viard) dispuesto a hacer las veces de guía de placeres, galán otoñal y seductor oficial que se las sabe todas para camelar a señoras insatisfechas.

París puede esperar discurre así anodina y casta entre restaurantes de lujo, menús degustación y hoteles con encanto en su juego de coqueteo blanco y sereno más inclinado a apuntalar los valores del matrimonio y la fidelidad que a liberar a su protagonista (y a sus espectadoras potenciales) del papel de consorte que ha elegido para su vida.

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