Festival de Málaga

Cecilia Roth :"Es un regalo que me paguen por hacer lo que me gusta"

  • La actriz argentina recibe este viernes el Premio Retrospectiva del Festival de Málaga, que patrocina el Diario 'Málaga Hoy'

Cecilia Roth, después de la entrevista concedida a 'Málaga Hoy'.

Cecilia Roth, después de la entrevista concedida a 'Málaga Hoy'. / Javier Albiñana (Málaga)

Emblema del cine y el teatro tanto en Argentina como en España, la actriz Cecilia  Roth  (Buenos Aires, 1956) atesora una trayectoria llena de éxitos y reconocimientos que la han convertido en todo un poso de garantía para cualquier proyecto en el que se implique. De su talento dan cuenta sus dos Premios Goya a la mejor actriz por su trabajo en dos películas tan representativas de su tiempo como Martín (Hache) (1998) de Adolfo Aristarain y Todo sobre mi madre (2000) de Pedro Almodóvar, además de otros muchos reconocimientos.

Precisamente, en España ha sido su trabajo con el director manchego desde Laberinto de pasiones (1982) su mejor carta de presentación, en una alianza ahora recuperada gracias a la participación de Roth  en la nueva cinta de Almodóvar, Dolor y gloria, estrenada este viernes y protagonizada Antonio Banderas. Y justo este mismo viernes recibe Cecilia Roth el Premio Retrospectiva del Festival de Cine de Málaga, que patrocina el Diario Málaga Hoy, en reconocimiento a su trayectoria.

-¿Le ha dado el cine todo lo que pensó en su momento que le iba a dar, o por al contrario le ha exigido demasiado?

-No suelo pensar mucho en eso. Lo único que sé es que tengo muchas ganas de seguir trabajando en el cine y en el teatro, porque es lo único que sé hacer. Para mí actuar es jugar, igual que cuando éramos niños y construíamos una realidad paralela que convertíamos en verdad; hoy día, cuando actúo, lo siento con la misma verdad. Es un regalo que me paguen por hacer lo que me gusta.

-¿En qué medida ha tenido la impresión de que si hubiera sido actor en lugar de actriz lo habría tenido más fácil?

-Siempre, y todavía. Por eso ahora las mujeres estamos plantando cara con un combate importante. Sin duda habría sido más fácil, y seguramente más extendido en el tiempo. Las mujeres tenemos un techo muy bien fijado que nos obliga a vivir y a trabajar por debajo de nuestra capacidad. Lo que tenemos es una cultura patriarcal que determina que la mujer folla, es atractiva o puede hacer un papel protagonista hasta una edad determinada. Esto está fuertemente asentado y no va a ser nada fácil cambiarlo. Por eso me parece tan importante la sororidad, que las mujeres nos ayudemos entre nosotras. También a nivel internacional, entre mujeres de distintos países. Me emociona pensar que Argentina ha estado a la cabeza de movimientos como el Me Too.

-En su ensayo de 1975 Male Gaze, la escritora feminista Laura Mulvey describía cómo el cine de Hollywood construía un mundo en el que el varón podía reconocerse fácilmente, mientras que la mujer quedaba en una situación marginal. ¿Es extensible este análisis a otras cinematografías, pasadas y presentes?

-Eso sigue siendo así, desde luego. Los varones siguen representando un porcentaje mayor en todos los oficios del cine, a un lado y a otro de la cámara, y eso se traduce en que las historias que se cuentan son inventadas por hombres para que sean disfrutadas por hombres, para que los varones se sientan identificados con el protagonista mientras a la mujer le queda la opción de verse reflejada en personajes que dependen en muchos sentidos de los arquetipos masculinos.

-Argentina tiene un protagonismo especial en este Festival de Málaga, pero ¿son el cine español y el argentino unos desconocidos a su pesar?

-En general, la cinematografía latinoamericana está haciendo cosas muy importantes, pero tal vez son las de Argentina y México las que tienen una visibilidad más grande en España. No obstante, el mercado mexicano es mayor y eso influye en las percepciones: para una película argentina, una afluencia de un 1.4000.000 personas, como la que tuvo El ángel en salas, es un éxito notable, pero ese mismo volumen en México podría llegar a considerarse un fracaso. En cualquier caso, a pesar de que los mercados sean distintos, me parece fundamental que trabajemos en una unión real de las cinematografías en lengua española, igual que hacen los anglosajones, que han cimentado una cinematografía en lengua inglesa muy poderosa en todo el mundo, desde Australia hasta Canadá pasando, claro, por Hollywood. Nosotros necesitamos eso con urgencia, igual que necesitamos, por ejemplo, que los anglosajones vean nuestras películas en versión original subtitulada. La identidad hispana es muy fuerte y nuestro cine es suficientemente adulto para actuar en consecuencia. Y ni España ni el cine español pueden permanecer ajenos a esto, por supuesto.

-¿Encontró en España la oportunidad que buscaba cuando salió de Argentina en 1976?

-Por supuesto. Venía de un país donde había que cerrar las persianas para no escuchar las sirenas en las calles, un país oscuro en el que por el solo hecho de ser joven eras sospechoso, un país con miedo, y encontré una España que estaba empezando a vivir una primavera. En Argentina había pasado verdadero miedo y de pronto me sentí muy libre en España, donde había entonces un cine que hablaba mucho sobre la Guerra Civil y sobre lo que no se había podido hablar hasta aquellos años. Pero, además, al mismo tiempo había otro cine, el de Almodóvar o Zulueta, con más desparpajo y menos solemne, que hablaba más del presente y menos del pasado. Y, claro, este otro cine me interesó mucho desde el principio.

-Ahora que se estrena Dolor y gloria, en la que participa usted, ¿qué balance hace de su relación profesional con Pedro Almodóvar?

-El balance sólo puede ser positivo. Entiendo a Pedro, hablamos el mismo idioma. Cuando me dirige entiendo exactamente lo que quiere de mí. A veces saca de mí cosas que ni siquiera sabía que tenía. Su universo es tan atractivo y complejo que resulta fascinante. Además, él sí es un director que conoce bien a la mujer y que habla mucho de la mujer. Uno de los pocos.

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