Bienal de Flamenco

Una cartografía sentimental a compás

  • El proyecto 'Mi Flamenco Place' propone un viaje por los múltiples espacios de la ciudad ligados al flamenco

Andrés Marín, que se crió en la Alameda de Hércules, recuerda frente a un comercio actual en la esquina con Amor de Dios, el antiguo bar Las Maravillas, al que solía ir el legendario cantaor Manuel Vallejo por las mañanas para tomarse el café y muchas veces acababa pasando todo el día allí, haciéndose el compás con un mechero en la mesa. En Triana, en un antiguo corral de vecinos ahora restaurado de la calle Pagés del Corro, Ricardo Pachón, investigador, coleccionista y productor de discos ineludibles del flamenco contemporáneo -cuyo documental Triana pura y pura, por cierto, podrá verse hoy a las 20:00 en el Teatro Quintero dentro de las actividades paralelas de la Bienal-, recuerda, con su habitual precisión y sucintamente, el origen del flamenco tal como lo conocemos hoy entre la gitanería de ese antiguo arrabal sevillano al otro lado del río. En la Ronda de Capuchinos, Israel Galván echa la vista atrás frente al antiguo tablao La Trocha, donde iban su padre y su madre, y tras bailar ellos, él se animaba y se lanzaba también, antes, muchos años antes de ser la figura indiscutible y el fetiche para vanguardistas que es hoy.

Son tres del más de medio centenar de testimonios que recoge Mi Flamenco Place, un nuevo proyecto impulsado por la empresa Surnames, cuyos socios fundadores son dos jóvenes pero ya viejos conocidos de la vida cultural de Sevilla, Virginia Moriche y Pablo Vinuesa. La iniciativa, que nace con vocación in progress -la idea de sus responsables es ir sumando de manera continua más voces, más historias, más coordenadas- y asume el inmenso patrimonio de la ciudad en este aspecto, ya sea material o inmaterial, propone un recorrido colectivo por la vasta dimensión flamenca de la ciudad (a través de la web www.miflamencoplace.com y/o de una aplicación gratuita para teléfonos y otros dispositivos móviles, disponible ya para Android y "en pocos días" para iPhone), de la mano siempre de personas que aman y viven el flamenco, y cada uno a su manera -hay artistas, investigadores, críticos, gestores...- lo hacen también.

Como dice en su aportación a esta cartografía histórica y sentimental Rosalía Gómez, crítica de danza de este periódico y anterior directora de la Bienal, se trata de dejar constancia de que "toda esa savia" -en este caso específico, elegido por ella, la de Pepe Ríos, que bailó con los más grandes de su época, desde Manolo Caracol al ya citado Vallejo, y que montó también una academia de baile en el número 29 de la calle Castellar donde se formaron algunos de los mejores bailaores sevillanos de la actualidad- "fluye todavía por debajo de este lugar". Por debajo o por encima, porque el proyecto recoge espacios flamencos que existieron pero también, por supuesto, que existen hoy. "Queríamos unir tres coordenadas: lugares, personas e historias; y dos tiempos, presente y pasado", explicó ayer Moriche en la presentación del proyecto en el Espacio Santa Clara, sede de la Bienal, que acogió su lanzamiento en el marco de sus actividades paralelas.

En los casos especiales de Triana y la Alameda, dada la gran densidad de espacios cargados de historias y experiencias, Mi Flamenco Place propone, en su versión app, dos rutas específicas por sendos polos ineludibles de este universo estético. Raimundo Amador, Esperanza Fernández, Rocío Márquez, Niño de Elche, Juan Carlos Romero o Pepa Montes, entre los artistas, y José Luis Ortiz Nuevo, Manuel Curao, Juan Vergillos o Manuel Martín Martín, entre muchos otros, son los guías de excepción de este recorrido "entre el turismo cultural y el trabajo documental".

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