Bienal de Flamenco

La Fender os sienta tan bien

El niño. Andando por los campos marcheneros. Cante: Rocío Márquez. Guitarra: Pepe Habichuela, Manuel Herrera. Guitarra eléctrica: Raúl Cantizano. Tres cubano: Raúl Rodríguez. Percusión: Antonio Montiel. Voces: Los Mellis y Niño de Elche. Batería y percusiones: Antonio Montiel. Lugar: Teatro Central. Fecha: Domingo 14 de septiembre. Aforo: Lleno.

Es un instrumento retro, que las nuevas generaciones conocen por los museos, pero a esta cantaora le sienta bien. Porque, como certeramente la definió el domingo Pepe Habichuela, es una joven cantaora vieja. Es un instrumento histórico, con más suerte que otros de su época posfuturista como el vetusto Ondas Martenot, porque alcanzó popularidad en la segunda mitad del siglo XX. Hace tanto tiempo. Márquez lo rescató para la segunda parte de su recital y la energía se disparó. Lo que había sido contención, armonías vocales, lirismo, se convirtió en necesidad de expresión, grito de vida, de ira, de deseo. Un reclamo de juventud, de asfalto, de belleza eléctrica y cibernética. Aunque las composiciones inspiradas en el Niño de Marchena no tuvieran la audacia, el carácter zumbón y erótico del original, que protagonizó en exclusiva la primera parte. La épica era algo totalmente ajeno a Marchena. Por eso lo mejor de la segunda parte fue la saeta.

El elemento de transición, magistralmente graduada, de estas dos partes fue la portentosa, vibrante, descomunal seguiriya, con la guitarra múltiple, imaginativa, física, radical de Pepe Habichuela. Especialmente el comienzo fue una brutalidad. Una descarga de toda esa energía acumulada en la divertida granaína "del revés", en las guajiras primitivas y el punto, en la milonga de Oro, en los dos fandangos entre cien, en la taranta analítica, astronómica. Todo ese cálculo, esa contención, esa belleza pitagórica, sensual, acariciante, se desbordó en un reclamo, en un empellón brutal de deseo que luego reforzó maravillosamente Raúl Cantizano que adora las cuerdas, también las de la garganta, que conoce el cante y lo espolea, lo conduce, lo articula y lo deja listo para embestir. Y Rocío Márquez embistió, se descolocó dejando su voz exhausta sobre las vibraciones eléctricas. Esto del flamenco eléctrico, que descubrió por accidente un gitano de Pamplona llamado Sabicas a finales de los 60. Hace tanto tiempo. Márquez es una retrógrada, no lo puede evitar.

Imágenes cedidas por el ICAS. Ayuntamiento de Sevilla.

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