María Terremoto | Crítica

Contundencia y delicadeza

La joven cantaora presentó su primer disco en la Bienal de Sevilla.

La joven cantaora presentó su primer disco en la Bienal de Sevilla. / Grupo Joly

El concierto tuvo dos partes muy diferentes. La primera compuesta por canciones aflamencadas y la segunda de estilos flamencos tradicionales. El puente entre ambas fue el dúo por zambra caracolera con Pedro el Granaíno y el piano de Cristian de Moret. Me interesó más la parte tradicional, pese a que la primera, a ritmo de bulerías, tangos y alegrías, viniera firmada por figuras de la talla de Fernando Terremoto o Agujetas Chico. Las malagueñas del Mellizo, que adobó con granaínas y fandangos de Frasquito Yerbabuena, vinieron algo deshilachadas. Más contundente resultó la jerezana bulería por soleá en la que la cantaora desplegó su poderío vocal y dio cuenta de su enorme sentido del ritmo. La seguiriya resultó muy sentimental, intensa y directa. A voz en grito, una tragedia. Los tientos continuaron por esta línea de letras sobrecogedoras y en los tangos se reveló lo que era obvio, que estamos ante una chica de menos de 20 años que quiere bailar y divertirse: Pastora Pavón, la Repompa, Juana la del Revuelo. Como divertida fue la pincelada de baile que ofreció, asimismo, en la bulería. Los fandangos de posguerra fueron la parte del recital en la que sus formas estuvieron más cerca de sus precedentes familiares, su padre Fernando Terremoto, su abuelo Terremoto de Jerez y su tía María Soleá.

La cantaora se dio a conocer hace dos años al obtener, precisamente, el Giraldillo como artista revelación en la Bienal alcanzando una notoriedad poco habitual en intérpretes noveles. María Terremoto posee cualidades para ser una primera figura del cante: la potencia de su voz y un delicioso timbre mate que asoma por debajo cuando el grito cede al matiz. Tiene un hermoso presente y le queda un camino grande por recorrer.

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