Barómetro joly · El PP flirtea con la mayoría absoluta en Andalucía

Un cambio difícil, pero posible

La aseveración fue un axioma durante muchos años: la derecha nunca podrá ganar las elecciones en Andalucía.  Vamos, imposible. Algo parecido se repetía como un mantra en el País Vasco -aunque con el PNV-, hasta que un López se sentó en la Lehendakaritza.

La argumentación, sin embargo, era bastante sólida. El franquismo agravó y consolidó dos grandes desigualdades en la comunidad: entre clases sociales y la de  Andalucía con el resto del país. El mérito del Partido Socialista residió en concentrarse en estas dos brechas históricas. La implantación de un sistema sanitario público de nivel europeo, la extensión de la educación gratuita y el aumento de la calidad de vida en unos pueblos donde las jerarquías resultaban aplastantemente humillantes paliarion la primera. Dos andaluces, Felipe González y Alfonso Guerra, colocaron a Andalucía en un lugar preferente del mapa. El ejemplo paradigmático: el AVE llegó a Sevilla y a Córdoba 10 años antes que a Barcelona. Y, por si faltaba algo, UCD y AP cometieron el pecado original de negar al sur la autonomía plena.

Pero aunque la historia no es el olvido, el día a día se vive con otros titulares y son otros los intereses. Por eso, durante muchos años, los gobiernos socialistas de la Junta se reinventaban en cada legislatura. Una era la de la reivindicación permanente ante Madrid -ciertamente, Aznar lo hizo de categoría, concentrando las inversiones en torno a Madrid-; otra la de la Andalucía imparable; la siguiente se reformaba el Estatuto; a veces, venían algunos años de bonanza económica y de cuantiosas inversiones y, así, el PSOE conjuraba el deterioro de la memoria con nuevas propuestas. Mitad verdad mitad propaganda, cada mandato se revestía de un afán. La cocina de la Casa Rosa y del viejo San Telmo  estaba abierta las 24 horas. Y la fontanería de San Vicente, sede del PSOE.

Pero el PP dejó de ser AP, amplió su espectro de voto hasta el centro, y cada vez que ganó un ayuntamiento se cuidó mucho de meter señoritos a caballo en los salones consistoriales. Puede que populismo, pero la caspa  se quedó en los armarios con el Loden polvoriento. Los polluelos de la gaviota ni  conocen el aguilucho, que ya sólo airea de vez en cuando la nueva extrema mediática del Ricino Party. Su techo del cristal -el imposible-  se fue resquebrajando.

Y en esto llegó la crisis, un Saturno  insaciable que devora gobiernos. El cambio parece posible. Difícil, pero ya no es imposible. Los resultados del Barómetro Joly de octubre no sólo indican que el PP de Javier Arenas logra una ventaja de 7,1 puntos sobre el PSOE del presidente Griñán, sino que, además,  mantiene la diferencia del pasado junio. Ese mes fue especial, España sufrió su Pearl Harbour en los mercados y Zapatero acometió -al principio, noqueado- su giro económico. Una vez retirado el tsunami,  había interés por conocer qué resaca había dejado. Cuatro meses después, y tras haber efectuado Zapatero un cambio de Gobierno bien visto por la opinión pública, el PP mantiene la distancia por encima del 7 (ahora un 7,1, antes un 7,3). Un 46,2% de apoyo para el PP es un resultado compatible con una mayoría absoluta del PP en Andalucía, lo que anticipa un año y medio de vértigo con parada y fonda en las elecciones municipales. Algo más de la mitad de los votantes populares creen que es posible que su partido gane las elecciones andaluzas de 2012.

El caso es que los dirigentes andaluces del PP también se lo huelen. El criterio caritas -que consiste en averiguar el estado de ánimo real del político, no el fingido, en el rostro- indica que éstos comienzan a flirtear con la idea de alcanzar la mayoría absoluta, un hecho al que les ayuda que el PP en Andalucía concentra más el voto que el  PSOE, por lo que pierde menos restos. El informe caritas del PSOE  andaluz -al menos, el que se vio esta semana en su comité director- es otro. Lacios. Quizás de tanta tensión gratuita. Están como faltos de impulso, y no confundir con la testosterona, por favor.

Sin embargo, los cambios acometidos por Zapatero en su Gobierno han procurado algunas mejoras en los indicadores para los socialistas. Por ejemplo: ahora hay más gente que cree que el PSOE ganará las autonómicas y son más los que opinan que la situación económica habrá mejorado en un año. La remontada socialista dependerá de la evolución de la crisis y de la recuperación de la iniciativa política. Como el resto de los gobernantes, Griñán tiene que hacer frente a ello sin dinero, casi sin inversiones. A pulmón. Si su gobierno, y el de Madrid, no recuperan la iniciativa política, y esta no se proyecta, el PP se hará con el timón. Aunque ni se muevan. De ahí, el efecto buscado con Rubalcaba, el último recurso.

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