La caja negra

La vergonzosa guerrita de las estatuas

  • Teresa Rodríguez, incapaz de ganarle terreno al PSOE andaluz más débil de la historia, se mete de lleno en la majadería y el disparate de la supresión de honores a Cristóbal Colón

Bendodo se ha quedado corto. La retirada de las estatuas de Colón que promueve la izquierda más bochinchera catalana es mucho más que una “gilipollez”. Es una burrada y una majadería a la que se ha sumado, ¡cómo no!, la parlamentaria andaluza Teresa Rodríguez, presidenta del grupo Adelante Andalucía. Dicho sea con todos los respetos a los burros. No se puede estar en todas las pancartas, promover todos las huelgas, subirse a todos los trenes baratos y apuntarse a todas las peregrinaciones adolescentoides del mundo. Hace tiempo que pasó el viaje fin de COU. Se corre el riesgo de hacer el ridículo más espantoso.

Bendodo justificó su atinado calificativo en el interés general: “Eso a la gente no le interesa ahora ni le preocupa. Vamos a estar en las cosas serias. Lo que le preocupa a la gente es que estamos todavía en una crisis sanitaria”. Pero le faltó justificarlo en la historia y en el sentido común. La profesora Rodríguez debe saber mejor que nadie que es un anacronismo interpretar hechos del siglo XV con los esquemas del XXI. Cristóbal Colón no fue precisamente un esclavista. Y la figura del esclavo se entendía y aceptaba en la sociedad de aquellos tiempos como un estrato social más.

Si doña Teresa pudiera viajar en el tiempo hasta el siglo XVI, por ejemplo, se daría cuenta de que Sevilla era uno de los mayores mercados de esclavos del mundo. Hay un día en que cierta izquierda debe hacerse mayor de edad, sentar la cabeza y fijarse en la cantidad de políticos de talante progresista que ha dado este país para no seguir con el oremus perdido. Alguien debería decirle al soldado que la guerra terminó, que ahora toca gestionar la paz. Alguien debe decirle al rey que está desnudo, que se tape. Y alguien debe decirle a la parlamentaria Rodríguez que todo el día no se puede estar viviendo del cuento por hábil narradora que sea.

La política actual es una pista de despegue idónea para políticos de pensamiento tuitero y facilón, pero llega un momento en que se precisa algo más que las ocurrencias, las fatuidades y la osadía. El tratamiento de la ignorancia requiere dosis de prudencia y algo más de cien gramos de humildad. Hay políticos que se convierten en caricaturas de sí mismos, no pueden vivir sin la chorrada de cada día e insultan nuestro cociente intelectual. No, ya no tenemos edad para las asambleas de instituto, ni para distraernos cuando nos agitan determinados sonajeros para ganar seguidores en la red social de turno.

Elías Bendodo, antes de la comparecencia de ayer Elías Bendodo, antes de la comparecencia de ayer

Elías Bendodo, antes de la comparecencia de ayer / M. G. (Sevilla)

La Historia no se puede corregir. Y además hay que estar muy orgullos de ciertos capítulos, salvo que se pretenda una sociedad acomplejada. Los ciudadanos merecen un respeto o que, al menos, no se les tome por tontos. Por supuesto hay perfiles de personajes históricos que pueden tener tanto luces como sombras, al igual que muchas personalidades contemporáneas. Eso es sencillamente humano. El paso del tiempo va puliendo las aristas en algunos casos y sacando a relucir en otros cuánto hicieron por el bien común.

El problema es mirar hacia atrás desde cualquier perspectiva con una mezcla de odio y resentimiento barnizada de ignorancia. Más le valdría a doña Teresa Rodríguez comerle el terreno al PSOE andaluz más débil de la historia, pero parece que eso debe resultarle un objetivo imposible. ¿No hay otro discurso mas sólido en Adelante Andalucía para captar apoyos de la izquierda moderada? La guerrita de las estatuas es un verdadero disparate. Sólo cabe un enfoque positivo: quizás es una señal de que entramos de nuevo en la política tontucia después de haber controlado la pandemia, al menos de momento. Volvemos a sacar conejos de la chistera, a inventar estupideces y a llamar la atención de forma pueril.

Dentro de poco podemos quitar la estatua del Cid, volver a sacar a Franco, eliminar la calle a Pedro I El Cruel o retirar la novela Diez Negritos. Nos estamos volviendo unos bobos de solemnidad por efecto de un asfixiante neopuritanismo, de una corriente supuestamente progresista que en realidad es intervencionista y a la que le encanta prohibir cosas y regularlo todo. Sin ir más lejos, el reciente discurso de Pablo Iglesias sobre la necesidad de proteger a las mascotas de la víctimas de la violencia machista fue sencillamente otro disparate que prueba el nivel bajo, bajísimo, al que se cotiza ya la condición de ministro, cosa que también hemos podido sufrir en los gobiernos de la derecha en demasiadas ocasiones. Hay asuntos muy delicados que merecen un enfoque más serio y con mayor tacto.

El próximo capítulo de la política del disparate consistirá en definir a Cristóbal Colón como fascista. Y demostrar que llevaba a Mariano Rajoy en la nao Santa María con el fin de nombrarlo el primer virrey del capitalismo más depredador en las Indias. Estamos esperando el tuit. ¿Quién dispara primero: los catalanes o Adelante Andalucía? Esperemos que Elías Bendodo ordene que La Niña sea renombrada como El Niño o La Niña. Apliquemos la ideología de género con retroactividad, por favor. No dejemos las chorradas a la mitad.