Andalucía

El triángulo blindado

  • Un operativo de 1.200 guardias civiles convierte la Cumbre en uno de las mayores retos de seguridad realizado nunca por la Benemérita en un dispositivo por mar, aire, tierra y subsuelo

"La Cumbre es un reto para la seguridad como pocas veces se ha hecho en España por las limitaciones urbanísticas de Cádiz, con lo que hay que alojar a los mandatarios a 50 kilómetros, en Chiclana, en el Novo y, además, el aeropuerto está a 40 kilómetros, en Jerez. Es decir, se trata de blindar un triángulo extenso de espacio que, además, cuenta con el añadido del mar". Jesús Núñez, jefe de operaciones de la Guardia Civil en la provincia está al frente del corazón de las operaciones, el Cecor, que se ha instalado en una gran sala de reuniones del hotel Meliá, donde parpadean decenas de grandes ordenadores que van enviando informaciones de los distintos puntos en los que están trabajando grupos de investigación del subsuelo, especialistas en desactivación de explosivos, la patrulla ecuestre, la Guardia Civil de Tráfico o patrulleras marítimas. En total, 1.189 miembros de la Benemérita, a los que hay que sumar otros mil y pico policías nacionales más, que convierten durante estos días Cádiz en el lugar más seguro de España.

En el aeropuerto de Jerez, donde se agitan las banderas iberoamericanas y se ha instalado una alfombra roja a pie de pista, Gustavo Martínez, cabo primero de la brigada de Subsuelo, se adentra en las galerías que se encuentran bajo la instalación eléctrica del aeródromo. "Esto es un lujo", exclama al comprobar la amplitud de los pasadizos subterráneos. No es extraño. En los 4.500 kilómetros de galerías de Madrid, su hábitat natural, que los 22 miembros de esta unidad se conocen como la palma de su mano, hay agujeros legendarios, con ríos subteráneos de una inmensa fuerza como los de la M-30. En otras, el monóxido de carbónico y el sulfídrico asfixian. En todas, el enemigo del investigador del subsuelo es la deshidratación. "Lo aconsejable es no estar debajo de tierra más de 45 minutos. Normalmente, va uno doblado, con un detector de gases, moviéndose entre telarañas y todo lo que te figuras que puede haber en una galería. Te manchas de todo tipo de cosas. Yo siempre quiero pensar que es barro. Es como un váter a lo bestia", explica Martínez.

El origen de esta unidad se encuentra en dos atentados, uno muy lejano, en 1973, que le costó la vida al presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco; y otro en Llodio, en 1989, en el que estallaron 150 de los 750 kilos de amonal que un comando de ETA había colocado en una alcantarilla junto a una casa cuartel. "Fue como un terremoto", ilustra uno de los miembros de la unidad.

Desde entonces, la Guardia Civil ha convertido el subsuelo en uno de sus objetivos y en la Cumbre se actúa bajo tierra desde hace días. "En Cádiz no hay demasiadas galerías visitables. Hemos estado en todas las carreteras por las que pasan las delegaciones y en los hoteles, donde nos ayudamos con mapas que nos proporcionan los responsables de mantenimiento, pero, aún así, hay que visitar cualquier hueco porque puede que en el hotel piensen que conduce hacia un lado y conduzca a otro".

¿Qué es lo que buscan? "Cualquier elemento sospechoso. Está claro que bajo tierra no puede haber mochilas o cajas. Una Cumbre de este tipo puede tener una gran repercusión mediática y nuestra tarea es evitar cualquier tipo de sabotaje", dice Martínez.

La Agrupación de Tráfico también tiene trabajo extra con el encuentro de Cádiz. 200 personas trabajan en la seguridad de la cumbre habilitando todos los recorridos. El alférez José Manuel Pico reseña que ya están pensados todos los recorridos alternativos y que el plan de seguridad sobre el asfalto está culminado hace mucho tiempo. "Logísticamente, por su situación, al tener sólo dos entradas, un plan de seguridad para Cádiz tiene unas dificultades añadidas que ha obligado a trabajar con un mayor grado de intensidad para pensar en qué posibles rutas alternativas se podría trabajar".

Alex tiene sólo dos años y es uno de los miembros más determinantes del Sedex, el Servicio de Desactivación de Explosivos. Alex es un perro de caza, un golden retrever . Se sube a los macetones adornados con flores de pascua de uno de los hoteles en los que ahora se presenta la delegación dominicana. En diez minutos ha hecho el rastreo de la parte frontal del hotel. Dice que no hay novedad y el adiestrador le ofrece una toalla doblada para que la muerda. Se lo pasa bomba. Carlos Vicario es uno de los teax de la Guardia civil, un técnico en desactivación de explosivos que, además, está especializado en NRBQ, es decir, artefactos químicos y bacteriológicos. Se coloca ante las cámaras y es parco en palabras: "El servicio de desactivación consiste en evitar cualquier incidente que pueda afectar la normal actividad de las delegaciones presentes en la cumbre. Hacemos un reconocimiento de todos los lugares por los que vayan a pasar los representantes de los distintos países asistentes, tanto en los lugares en los que se vayan albergar reuniones como en los trayectos. Hasta ahora, no hemos encontrado ningún tipo de explosivo".

Más locuaz es uno de sus compañeros, al que se le pregunta si no utilizan los aparatosos trajes que aparecían en En tierra hostil, la película que trataba de los desactivadores de explosivos del ejército americano en la guerra de Iraq. "La gente es muy curiosa y la curiosidad mató al gato. Si ven a un Tedax trabajando con esos trajes dirán está pasando algo y se acercarán. Preferimos trabajar de paisano siempre y cuando sea posible".

En la playa de la Barrosa la presencia policial es discreta, pero contundente. Dos policías nacionales con gafas de sol y posición intimidatoria, al más puro estilo del manual de cuidado, no te acerques mucho a mí, custodian la trasera del hotel que aloja a la delegación de Cuba, que acaba de llegar con caras de malas pulgas. Entre las dunas, como de la nada, emergen dos caballos gobernados por miembros del escuadrón de caballería. En el horizonte se dibuja la patrullera que recorre el Novo de un lado a otro. Pronto pasarán los quads que durante los próximos días batirán la playa de arriba a abajo. En este lugar se cierra el triángulo blindado que tiene su otro vértice en Cádiz, donde la policía nacional gana protagonismo acordonando los lugares estratégicos de la Cumbre.

Dentro del Centro de Coordinación, de nuevo en el corazón de este inmenso escenario policial, más de una decena de agentes no apartan las miradas de sus pantallas donde se desarrollan hechos que sólo ellos saben descifrar. "Esto es un sistema de grabación y transmisión por aire de todo lo que sucede en los itinerarios que en las próximas horas tendrán que hacer los mandatarios, de todos los desplazamientos de las carvanas", explica Núñez, el responsable de este complejísimo tinglado. "La última vez que se celebró una Cumbre en España fue en Salamanca, pero aquello en nada se parecía al reto que es Cádiz. Pocas veces nos vamos a encontrar con la posibilidad de llevar un trabajo como éste", añade entusiasmado.

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