La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El presidente idóneo para la España de hoy

Sánchez carece de humildad, de prudencia y del mínimo sentido del ridículo, nadie de su equipo le advierte de la chacota

El presidente Sánchez.

El presidente Sánchez. / M. G. (Madrid)

El presidente delira, genera chacota. Pareciera que tiene el síndrome de la mayoría absoluta, pero no es así. Su partido tiene muy pocos diputados y todos sabemos que hace malabares y pacta con el diablo hasta la náusea para perpetuarse en el machito. Se autoadjudica un hueco en la historia por haber sacado los restos mortales de Franco de la basílica del Valle de los Caídos. El narciso no conoce la mesura, la vergüenza, la humildad, la modestia, la prudencia... Pareciera que está en un chat de cuñados donde se permiten todas las impertinencias del mundo, o en la barra de un bar (si es que hay barras todavía) con un palillo en la boca. Nadie le niega el éxito de tres presupuestos seguidos aprobados, pese a los pactos políticos colaterales a los que se ha visto obligado. Tampoco nadie le niega el éxito de la cumbre de la OTAN con cinco ministros comunistas más callados que los pavos por estas calendas.

Pero alguien debería indicarle al rey su desnudez, sobre todo para evitarnos la vergüenza ajena de oír ese “yo soy” que desde pequeño nos enseñaban a no decir nunca. Pero, claro, si le han permitido la difusión de fotos bochornosas subido al Falcon, la grabación de una serie con fines propagandísticos y otras lindezas, ¿quién para a este presidente presumido, encantado de conocerse a sí mismo, tan desahogado para anunciar una cosa y hacer la contraria y que se sobrevalora a sí mismo? Como uno tiene claro que tontos no quedan, el tipo debe tener muy bien medido todo y, en el fondo, sabe que es un presidente del Gobierno a la medida de la sociedad que le ha tocado dirigir.

Un presidente que habla, efectivamente, con el desparpajo de estar en un chat, con desdén por el rigor y con menos vergüenza que un gato en una matanza. Zapatero, que al menos fundó la UME y nos quitó el odioso tabaco de los bares, tenía todas las papeletas de un resentido, como se percibió desde su primer discurso de investidura. Y todavía seguimos pagando su resentimiento, que dejó una herida muy difícil de cicatrizar. Este Sánchez es el producto perfecto de la sociedad que prima la imagen, la cultura de lo instantáneo, la intelectualidad como pose, el conocimiento como mero barniz. Encarna a la perfección esa degradación de una vida pública de la que huyen los perfiles más cultivados, refugiados en la empresa privada o en un puesto ganado por oposición. La exhumación de Franco no le dará un sitio en la historia. Tal vez quede como el presidente que mejor encaja con la España de su tiempo, donde la excelencia está enterrada. Ser dirigente político o doctor universitario se cotiza hoy mucho más bajo que hace treinta años. Es el presidente de un tiempo mediocre.

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