Agricultura

No todo es monte: los pastores del futuro también van a la escuela

Un rebaño de ovejas espera para poder salir a pastar

Un rebaño de ovejas espera para poder salir a pastar / Juan Miguel Alonso (Granada)

La llegada de la viruela ovina y caprina a Granada a puesto en serios apuros a un sector, el de la ganadería extensiva, que ha visto mermadas su actividad ante la llegada de las medidas restrictivas para impedir la extensión del virus. Eso, los más afortunados, pues también se han dado casos de quienes han tenido que sacrificar su ganado ante el contagio, lo que ha supuesto un daño doble, del que difícilmente se recuperarán 

Aunque ya pasada en la zona de Granada, la irrupción de esta enfermedad ha dejado afectado a un sector clave para la agricultura y economía de la provincia, el de las ganaderías extensivas, que aprovecha los propios recursos del entorno para alimentar el ganado, lo cual redunda en el propio territorio, mejorando sus condiciones y ayudando a su conservación.

El maestro de ceremonias de todo esto es el pastor, una figura que, pese a estar arraigada en el imaginario colectivo, se encuentra casi en peligro de extinción, ya que cada vez son menos los jóvenes que sueñan con dedicarse a esto. Pero, pese a todo, es innegable que existe una demanda laboral en el sector y, para conjugar ambos elementos, nació la Escuela de Pastores de Andalucía, que a finales de enero arranca su nuevo curso, con sus ‘aulas’ en Granada, a lo que se sumará una formación itinerante por el resto de Andalucía.

Francisco de Asís Ruiz, director de esta escuela, pone negro sobre blanco la importancia que el pastoreo tiene para su entorno, pues asegura que “en muchas comarcas andaluzas juega un papel fundamental”, al ser la única actividad económica que se puede realizar, y pone como ejemplo el cordero segureño del Altiplano granadino, los quesos de cabra payoya de la Sierra de Cádiz o los de oveja merina de la Sierra de Grazalema, como algunos de esos lugares donde la ganadería “es uno de los pilares socioeconómicos”.

Imagen de un rebaño. Imagen de un rebaño.

Imagen de un rebaño. / EP

Precisamente, según explica el máximo responsable de la Escuela, gran parte de los alumnos optan por poner en marcha su propia ganadería una vez que completan su etapa formativa, lo que evidencia el papel que, en cuanto a creación de empleo –la tasa de incorporación se sitúa, en función de la edición, entre el 50 y el 90%– y generación de riqueza, aún tiene esta profesión, por mucho que su popularidad se encuentre en retroceso en los últimos años, especialmente en zonas de la provincia donde la falta de oportunidades laborales ‘invita’ a sus habitantes más jóvenes a marchar hacia otras ciudades.

Pese a todo, Fermín Prieto, alumno de la Escuela y actual pastor, pone el acento en los problemas económicos que genera un trabajo como este, tan dependiente del clima y las estaciones. Él lo ejemplifica con un caso claro: "si por cada animal ganas 60-70 euros y tienes que gastarte 40 en pienso, al final solo te quedas con 20 euros", un dinero que mengua en años especialmente secos, como estos, cuando no se puede depender tanto de sacar los animales a pastar. 

También señala este profesional, que pese a todo se muestra contento con su trabajo pues desde pequeño le gustó estar con animales, los daños, indirectos en su caso, que ha tenido la viruela ovina y caprina en Granada. Aunque su ganadería se encontraba lejos del foco principal, el miedo sí le alcanzó, a él y a los compradores, que bajaban el precio por cada animal ante el temor a la infección, un dinero que finalmente tenían que aceptar los ganaderos, explica Prieto, ante la imposibilidad de llevar ellos mismos el animal al matadero.  Tampoco pueden, en el caso de una ganadería pequeña, saltarse ese paso e ir a negociar con los pesos pesados de la industria, los restaurantes o grandes superficies, pues no disponen de suficientes animales como para surtir a estos negocios de forma continua, por lo que al final se ven obligados "a pasar por el aro".

Formación 50-50

Prieto, miembro de familia de pastores, valora positivamente su paso por la Escuela, aunque reconoce que no todo se puede aprender en las aulas y apuesta por una formación complementaria, que englobe tanto la enseñanza in situ, con los propio ganaderos, como la que se enseña en la academia. 

De hecho, en la Escuela de Pastores no descuidan la formación clásica, y gran parte del programa formativo se fundamenta en el “conocimiento tradicional” de la profesión lo aportan “los pastores y pastoras tutores”, que son ganaderos en activo, más de un centenar según las cifras del director del organismo, que acogen a los alumnos y alumnas mientras dura su periodo de prácticas.

Esta parte, la humana, es algo que “debe continuar” según Ruiz, quien explica que “los detalles de los espacios donde se encuentra una ganadería solo lo conocen las personas mayores”, y pone como ejemplo el uso medicinal de algunas plantas o saber cuándo es el mejor momento para meter a los animales en cierto tipo de pastos, unos conocimientos que “solo se puede hacer a través del conocimiento oral”.

La formación de la Escuela, de unos seis meses de duración, se reparte de forma casi idéntica entre teoría y práctica. Así, según la información disponible en la página web de la entidad, las 570 horas que componen el año escolar se reparten entre 300 horas de teoría y 240, de prácticas.

Pese a todo, los alumnos y alumnas que se matriculan en esta escuela tienen mucho ganado, pues aproximadamente un 80% de ellos ha tenido contacto con la ganadería por proceder de familias dedicadas tradicionalmente a ello, mientras que entre un 15 y 20% de los nuevos alumnos suele ser gente sin apenas contacto con el campo, pero que por distintos motivos se siente atraída por el mundo rural.

Imagen de archivo de una explotación ganadera. Imagen de archivo de una explotación ganadera.

Imagen de archivo de una explotación ganadera. / EP

Un trabajo sin horarios 

Fermín Prieto se encuentra a las puertas de los 30 años y forma parte de esa nueva generación de pastores que poco a poco van tomando el relevo de la 'vieja guardia', una generación, pese a todo, reducida, ya que son pocos los que se atreven a dar ese paso, ya que para ello, como insiste, de nuevo, el exalumno, "te tienen que gustar mucho los animales". 

De hecho Prieto habla de este trabajo como "esclavo", pues no tiene horarios ni días festivos, a lo que suma la falta de profesionales que puedan cubrirlo en caso de tener que ausentarse un día por cualquier motivo. "Si estás tú, salen los animales; si no, no", sentencia rotundo el pastor, quien pese a todo asegura que él tiene a su padre que puede echarle una mano, aunque a renglón seguido se pregunta, retóricamente, qué pasará cuando su generación falte. 

Es más, las labores del pastor no se limitan únicamente a pasear el ganado, pues también puede funcionar, como explica Ruiz, como una especie de técnico de turismo, ya que es “clave para la puesta en valor de las explotaciones”, según el director de la Escuela, entre las tareas, no reconocidas, de este profesional se encuentran también la elaboración de quesos y carnes, la catalogación de animales en peligro de extinción o el uso de las nuevas tecnologías para certificar la calidad de sus productos.

Pastores 2.0

Precisamente la incorporación de las nuevas tecnologías es uno de los principales retos a los que se enfrenta el sector del pastoreo, y desde la Escuela de Andalucía quieren potenciar este tipo de formación, en un intento de atraer la atención de los más jóvenes y evitar, así, la desaparición de este oficio.

Estos avances, que Ruiz califica de “revolución”, se ejemplifica en el uso de, por ejemplo, un sistema de GPS para poder controlar la ubicación del ganado desde el móvil en tiempo real, el empleo de programas informáticos para la gestión de las explotaciones o, en un terreno más mundano, el uso de las redes sociales. Todo esto provoca que el pastor del futuro gane notablemente en calidad de vida y que, en consecuencia, no tenga nada que ver con la figura que se tenía hasta ahora, por lo que es posible que, en unos años, desaparezca la imagen bucólica del pastor tirado en la montaña, viendo pasar la vida mientras los animales pastan.

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