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El hombre que nunca se aburrió

  • La familia de Javier Martínez Pastor, protagonista de una esquela muy original publicada por este medio el sábado, explica las razones de este peculiar adiós marcado por su sentido del humor

Javier consideraba que una esquela servía para informar de un fallecimiento y decidió que sería él quien comunicara el suyo. Se lo encargó a su hijo Arturo que habló con sus hermanos para respetar la voluntad del padre, que hizo gala hasta el final de su sentido del humor. "Yo, Javier Martínez Pastor, he muerto". Así rezaba la esquela que este periódico publicó el sábado y que tanta repercusión en las redes sociales y en algunos medios digitales ha tenido.

"Era así", "iba a contracorriente", sostienen Arturo, María y Jaime Martínez Derqui sobre su padre, que quiso despedirse de esta forma tan poco común. "Sin necesidad de poner que era coronel de Infantería de Marina, ni mencionar a la familia, sin más detalles. Nada de florituras", apuntan, sobre algo que marcaba también su carácter: era escueto, conciso, la parafernalia no iba con él.

A la esquela publicada el sábado acompañaba justo arriba otra que, sin embargo, sí respondía a los estándares habituales de mencionar su edad, el nombre de la que fuera su esposa, su rango de coronel y a la familia y amigos. "Hablamos y decidimos respetar su voluntad, pero también poner una en nombre de la familia", señalan.

Plantear al seguro los deseos de Martínez no fue sencillo. "Claro que se extrañaron", responde María a Arturo cuando desvela las dudas que expresó la persona que los atendió. Le insistieron en que era una petición del finado. Mientras que a los extraños ha sorprendido -como muestra la reacción de este trabajador del seguro, pero también de muchas personas por las redes sociales-, quienes conocían a Martínez se han tomado el anuncio de la esquela como un prueba de su forma de ser. "En el funeral la gente decía, ese es tu padre", sonríen.

Para María no ha sido nada nuevo, pues cuenta que hace dos años, cuando lo operaron de cáncer, le dejó una nota con algunas instrucciones, como el tema del Ocaso, y al final ponía "y que os vaya bien". En ese sentido era sobrio, igual que a la hora de afrontar su enfermedad y entender al final que no había remedio. "No le gustaba la lástima, prefería que quien fuera a casa a verlo, viniera a tomar algo y hablar, nada de sacar el tema de los médicos", da pistas María sobre cómo afrontó el adiós su progenitor, un hombre culto, inteligente, gran conversador. "Con él estabas bien, aunque después te ibas con pena", reconoce Jaime.

Javier Martínez Pastor era de Cartagena, aunque se hizo cañaílla de adopción, no en el sentido del isleño típico. "No era típico de nada. ¡No sé cómo nos llevaba a ver procesiones de chicos!", exclama Arturo. Los llevaba a la playa, a la Feria, sin sentir apego por lo estipulado, por las muchedumbres, por lo folclórico, expone Jaime. Eso no impidió que fuera un hombre que nunca se aburrió. No lo entendía, aseguran sus hijos. Lector empedernido, escribía. Abrió un blog, El recovero, en 2011 en el que dejaba detalles de sus recuerdos, de su historia, de sus pensamientos, de su posición ante temas controvertidos o actuales. También pintaba. "Mi madre era protagonista de las pinturas, de sus escritos", rememoran. "Fue un hombre muy enamorado, muy entregado. Ella también era muy particular, excepcional", prosiguen. Padre de siete hijos -María, Marta, Javier, Susana, Arturo, Jaime y Carmen- y abuelo de 12 nietos, Javier siempre mostró su apego a la familia y no fue un militar de muchos destinos (solo Canarias), afincado como estaba en San Fernando. A la Marina había entrado con 19 años, después de iniciar los estudios de Medicina en honor a su padre, médico militar. Finalmente tras plantear su verdadera vocación a la familia abandonó la carrera y se hizo militar.

Ingenioso, irónico, generoso, cariñoso, independiente, de ideas claras... son algunas de las palabras que los suyos le dedican. "Encantador", suma su nuera Yolanda. Una persona atractiva en todos los sentidos, que halló en la seriedad del momento la forma de sacar una sonrisa. Tal como él era.

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