Andalucía
  • La llegada al poder del PP gracias al inesperado éxito de Vox y la confusión generada por la pandemia de coronavirus marcan estos dos años 

Dos años del Gobierno del cambio en Andalucía: la legislatura de las sorpresas

Susana Díaz y Juanma Moreno se saludan en el Parlamento el día de la toma de posesión del presidente. Susana Díaz y Juanma Moreno se saludan en el Parlamento el día de la toma de posesión del presidente.

Susana Díaz y Juanma Moreno se saludan en el Parlamento el día de la toma de posesión del presidente. / José Manuel Vidal / EFE

En el ecuador de la legislatura el PP aparece como el principal protagonista y beneficiario del primer Gobierno andaluz sin socialistas en cuatro décadas. Sus dirigentes han repetido sin cesar el eslogan del Gobierno del cambio en sus dos años de desempeño del poder. Pero no ha habido tantos cambios en la gobernanza de la región; en muchos casos se repite el antiguo guion con nuevos personajes. Lo que no han faltado estos 24 meses son aparatosas sorpresas.

En vísperas del 2 de diciembre de 2018 pocos apostaban por la suerte de Juan Manuel Moreno. Incluso en su partido se especulaba con el desgraciado destino reservado a sorayistas como Bendodo o Sanz, que habían estado en la foto de la pizza con la perdedora de las primarias populares. Era la represalia prevista por la recién llegada dirección nacional a la beligerancia de adversarios internos, de la que sólo se salvaría Moreno. Pero no, el cambio llegó por sorpresa y todos encontraron colocación.

La primera sorpresa fue Vox. Sus 12 diputados se convirtieron en la llave del gobierno por un inesperado trasvase de apoyos hacia extrema derecha populista. Los socialistas perdieron 400.000 votos y con 33 diputados tuvieron su peor saldo en unas autonómicas. La coalición Adelante Andalucía evaporó 300.000 de los sufragios de Podemos e IU en 2015. Y el PP sacó el peor resultado de su historia. Una dulce derrota popular, porque los 26 escaños de Moreno le darían el poder, mientras que Javier Arenas, con 50, no lo consiguió.

Grosso modo, los votos perdidos se fueron 300.000 a Ciudadanos que estaba en auge, 300.000 a la abstención y 400.000 a Vox. De los 700.000 votos que perdió la izquierda, unos 400.000 acabaron en otros partidos, incluido el de Abascal. Y ese fue el factor decisivo para el relevo en el gobierno.

Dos pilares: la moderación de Moreno y el retrovisor

Del carácter que ha proyectado la nueva situación destacan cinco estrategias. La más eficaz ha sido el talante del presidente, que ha transmitido una imagen moderada. Todos los jefes autonómicos han marcado con su estilo personal a sus gobiernos. En una sola palabra, si Moreno es un dirigente cercano, Escudero fue un romántico, Borbolla un racionalista, Chaves un flemático, Griñán un pensador y Díaz una populista.

El segundo pilar de la alternancia fue un gran retrovisor para pasar factura a la era socialista: corrupción, trapos sucios, errores o simple intoxicación, realidad y ficción, todo en un mismo saco. Se puede personalizar esa tarea en Elías Bendodo, el hombre fuerte del Gobierno, cuya exagerada actuación desabrida como portavoz del Gobierno deja muchas veces en entredicho la pretendida moderación de su líder. En la Navidad de 2019 llegó a confesar en una entrevista en la SER que dedicaba un 20% de su tiempo a la tarea de ajustar cuentas con el pasado.

Los shows de Bendodo han hecho furor entre sus filas, pero también le han dejado en ridículo: por ejemplo, al comparar la llegada a San Telmo del PP con la entrada de los marines en los palacios de Sadam Hussein. O escandalizarse por la aparición de unas supuestas cajas fuertes ocultas con documentación sobre presuntas corruptelas socialistas, cuando eran muebles metálicos, clasificados, de cuyo contenido nunca más se supo. Nada de eso ha desanimado al capitán del ajuste de cuentas; Bendodo ha dicho que tiene con el caso de los ERE para dos legislaturas.

La inquina incluye el borrado de la etapa socialista. Se ha cambiado hasta el logotipo de la Junta, institución que incluye al Parlamento, sin la participación de la Cámara. Y se ha creado un símbolo presidencial coronado, sin decreto que lo sostenga. Se oculta lo que huela a la etapa anterior y se echa la planta de un nuevo régimen.

El tercer motor del cambio está unido a los dos anteriores: un altavoz. La propaganda ha sido el vehículo para publicitar aciertos propios y errores ajenos. Durante todo 2019 y 2020 hasta que llegó el coronavirus, el Gobierno andaluz sacó adelante dos presupuestos y tiene asegurados los terceros; economía, empleo y exportaciones aumentaban más que la media nacional. Ya pasaba en los últimos cursos con Díaz en la presidencia y ha ocurrido siempre que España crecía. Pero la pandemia sumió a la Junta en la confusión.

El impacto de la pandemia en la legislatura

El pensador búlgaro Iván Krastev establece en su libro ¿Ya es mañana? que la Covid 19 ha dejado en precario la pauta de los mensajes de los gobiernos a los ciudadanos: han tenido que pasar del habitual “tranquilícese, que yo sé de esto” al “preocúpese, porque no sé qué está pasando ni cómo resolverlo”. Entre las citas que hace está el diagnostico de José Saramago en su Ensayo sobre la ceguera: la pérdida de visión es característica de toda pandemia; no vemos la enfermedad hasta que llega y tampoco entendemos lo que ocurre.

El retrovisor no desapareció, pero se instaló en el puente de mando de la Junta una brújula para orientarse ante el incierto horizonte, que se acabó convirtiendo en el cuarto elemento de la legislatura. En sanidad y economía los gobiernos han acudido al método de prueba y error; el andaluz, también. La tendencia se ha dado la vuelta. Como siempre pasa cuando España entra en recesión, PIB, empleo y demás datos económicos van peor que la media nacional.

Andalucía tuvo la suerte de que la penetración de la Covid en la primavera de 2020 fue menor que en otras regiones. Mientras en Madrid, Cataluña o País Vasco el confinamiento llegó con retraso, a Murcia, Asturias, Galicia o Andalucía el aislamiento les permitió promedios más bajos de enfermos y muertos. El aparato de propaganda elaboró un relato virtuoso de esa circunstancia, según el cual el menor impacto se debía a un comportamiento de los andaluces y una pericia de sus sanitarios que era la mejor de España, y a que el Gobierno andaluz se adelantó.

El adelanto no incluyó mascarillas ni protección para los sanitarios. Pero las tres premisas se difuminaron en la segunda ola, con contagios en Granada de los mayores del país y un presidente ejerciendo por fin autoridad y regañando sin paños calientes a quienes no cumplían con las normas de seguridad y distancia. Apareció un líder más realista que el condescendiente de la primavera.

El centro de gravedad del poder que en el PSOE se articulaba entre Sevilla y Jaén se ha desplazado al eje Málaga-Sevilla

La quinta señal que destaca es que el centro de gravedad del poder que en el PSOE se articulaba entre Sevilla y Jaén, se ha desplazado al eje Málaga-Sevilla. Ahora nos toca a nosotros, se oye al lobby malagueño, que es preponderante en el Gobierno y hegemónico en algunos de sus recursos como Canal Sur. Tras cinco presidentes sevillanos, licenciados en Derecho por la Hispalense, es un cambio notable que el primer inquilino popular de San Telmo sea un malagueño graduado en Protocolo.

Más allá de las circunstancias que no han dado descanso al Gobierno andaluz en estos dos años, hay efectos destacados. Muchos no son nuevos. Por ejemplo, cómo el partido pequeño de la coalición, Ciudadanos, a pesar de estar muy parejo en votos y escaños con el PP, ha disminuido su peso hasta resultar imperceptible en la gobernanza de la región. En la práctica, la misma suerte corrieron PA e IU en sus pactos con el PSOE, aunque tenían menos fuerza electoral que Cs. Tampoco es una innovación el carácter presidencialista del Ejecutivo.

Una primicia importante, sin embargo, es que Moreno Bonilla se puso una autolimitación de mandato a ocho años, como hizo Aznar en 1996. Lo que ha posicionado a algunos de sus consejeros a seis años vista. Bendodo aprovecha su control sobre Canal Sur para aparecer a diario, más que ningún otro miembro del Gobierno salvo el presidente, que tiene minutos asegurados en cada telediario de la RTVA llueva o truene.

Aquí tampoco hay cambio; también Susana Díaz acaparaba espacio en Canal Sur, que sigue siendo el órgano oficial de propaganda de San Telmo. Pero no sólo Bendodo se ve a sí mismo como delfín; también el consejero de Hacienda Juan Bravo tiene aspiraciones que son percibidas por propios y extraños.

Juan Marín y Juanma Moreno, antes de la reunión del Consejo de Gobiero celebrado en Coria. Juan Marín y Juanma Moreno, antes de la reunión del Consejo de Gobiero celebrado en Coria.

Juan Marín y Juanma Moreno, antes de la reunión del Consejo de Gobiero celebrado en Coria. / J. Muñoz / Efe

La continuidad del ropaje andalucista

Otra continuidad de este Gobierno respecto al anterior es el ropaje andalucista. Susana Díaz aparecía como la más españolista de los socialistas y perdió las primarias ante el discurso izquierdista de Sánchez. E hizo suyo el aserto pujolista de que cualquier ataque a la presidenta era una afrenta a Andalucía. Moreno lo ha copiado. Enarbola la blanca y verde y pregona que quien no le apoya está perjudicando a “nuestra tierra”, muletilla de Susana a la que ha cogido gusto. En su viaje hacia la reelección el presidente trata de instaurar el nuevo régimen sobre un nacionalismo de baja intensidad compatible con el españolismo de los andaluces, al estilo de Feijóo en Galicia.

Las nuevas políticas agrarias de la UE provocaron hace siete años que el PSOE acusara al PP de la pérdida de millones para Andalucía. Este año se ha repetido idéntico teatro, con el PP acusando de lo mismo al PSOE. Un buen retrato de la levedad del cambio.

La misma suerte han corrido antiguas reclamaciones del PP, como desmantelar la administración paralela de la Junta o eliminar el alquiler de vivienda en Sevilla para los altos cargos, que se han esfumado. El Parlamento sigue teniendo un papel secundario, dependiente del Ejecutivo. Los debates han perdido altura y los portavoces de la coalición gobernante dedican las sesiones de control a zaherir al PSOE y al Gobierno central, igual que antes, pero al revés.

Tampoco son una novedad los eslóganes que lanzan los altavoces gubernamentales. En época de Escuredo fueron la revolución cultural o la reforma agraria, Borbolla pensaba en Andalucía como la California de Europa, Chaves jugó con la segunda modernización y la Andalucía imparable y Susana Díaz bautizó su etapa como de un tiempo nuevo. El nuevo presidente tiene la revolución verde, Andalucía en marcha y la alianza por Andalucía. Todavía están vacíos. La preocupación ecologista está ausente de la propuesta urbanística con barra libre municipal, la Andalucía en marcha es la suma de todos los proyectos de inversión ya previstos hasta final de legislatura y la alianza para la reconstrucción feneció cuando el PP entregó la presidencia de la comisión parlamentaria al único partido que no la quería: Vox, cuyos dientes hacen que a veces falle la llave de la mayoría que sostiene al Ejecutivo.

Con todo, el Gobierno del PP navega con cierta soltura. Incluso dirigentes de izquierdas reconocen en privado que Moreno está mejor en el papel de gobernante que en el de opositor. En paralelo, la líder socialista resulta menos convincente que cuando reinaba en San Telmo. Al margen de lo mucho que desgasta la oposición y el viento de cola que da el poder, es la constatación de que en las autonomías es muy difícil lucirse en la oposición.

El único partido con un liderazgo claro es el PP. Sólo Susana Díaz es un referente, aunque con un desapego creciente

El escenario favorece al presidente. Fuera del PP no hay liderazgos claros. A pesar del desapego creciente a Susana Díaz en su partido, ella es la única referencia de autoridad en las otras formaciones. No se ha ido, a pesar de que en el debate de las primarias comentó que si el PSOE no remontaba se marcharía sin hacer ruido y sin fracturar el partido. Lo dijo contra Sánchez, pero ella perdió medio millón de votos y 14 escaños sobre lo que le dejó Griñán y no se fue. A su izquierda hay un guirigay, provocado por el intento de okupación de los anticapitalistas del espacio, siglas, redes y financiación de Adelante Andalucía. Ciudadanos, sin un líder regional con gancho, ni proyecto diferenciado, está a la baja y Vox tampoco tiene un dirigente preciso y parece una sucursal desatendida desde Madrid.

Más que cambio, hasta ahora la odisea del relevo nos ha traído ruido, confusión, propaganda y ajustes de cuentas. Si este fuese un relato homérico, diríamos que en los primeros 14 meses el Gobierno Moreno estuvo en un combate contra los teucros socialistas en el que los comandos de Bendodo avanzaban como un incendio. Y los siguientes nueve meses, tras la pandemia, han sido una aventura por lo desconocido, en la que ha iniciado la travesía hacia la reelección. Vienen nuevas tormentas. Krastev cree que cuando se derrote al virus una pandemia de nostalgia arrasará al mundo. Lo que significa que habrá nuevos riesgos. Y sorpresas.

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