Sevilla

El cura Javierre muere a los 85 años

  • El periodismo y Santa Ángela marcaron la vida de este aragonés que luchó contra la enfermedad en los últimos años sin perder el humor.

Se apagó la vida del sacerdote, del periodista, del escritor, del intelectual, del luchador por las causas de Santa Ángela, del busto parlante que despedía la programación de Televisión Española en blanco y negro con las reflexiones finales del día, del pregonero de la Semana Santa que hizo reír al auditorio con cánticos a la Canina y sueños de pasos de palio meciéndose por la plaza de San Pedro en el Vaticano, del eterno conversador, del aragonés que se ganó a la ciudad, del canónigo tardío que ni siquiera llegó a ejercer como tal, del vecino del Paseo de Colón 11, en casa de los Fernández Palacios, del sevillano adoptado que llevaba años viviendo la penitencia de su particular gerundio (hace tiempo que vivía muriéndose) con sentido del humor, resignación y ejemplo de superación. Se murió Javierre. El cura Javierre, el cura de Santa Ángela, el hermano del cardenal Antonio María. Se acostó la noche del miércoles y por la mañana ya había dado por concluido su gerundio. Se murió dejando una pila de libros en su despacho que llega hasta el techo. Se murió en casa de su familia de acogida, donde moraba desde hacía cinco décadas, cuando vino a Sevilla para preparar la biografía del beato Marcelo Spínola. Javierre repetía constantemente: "Vine para cuatro días y me quedé cincuenta años con esta familia y en esta tierra".

Javierre demostró con su espíritu crítico haber calado a la ciudad. Cuando el cardenal Amigo cerró el Salvador en 2003, en pleno inicio de cuaresma, no dudó en calificar aquella coyuntura como una "oportunidad para despertar, porque estamos demasiado tranquilos y satisfechos".

Pablo Sánchez Fernández-Palacios se sentía ayer como quien pierde a un abuelo tras haber convivido con él desde que tiene memoria: "Era una persona extraordinaria, culta y muy generosa. A la hora de trabajar era rígido y constante. Había veces que se levantaba a las dos de la madrugada y trabajaba hasta las cinco". Pablo, que se casó hace tres meses, se enteró precisamente el miércoles de que iba a ser padre. Y ayer jueves perdió a Javierre: "Es la ley de vida. Él me ha impartido todos los sacramentos posibles. Echaré de menos sus misas en casa y en Mazagón con motivo de las grandes festividades o en recuerdo de los familiares perdidos. Se me ha muerto un abuelo más".

Javierre no quiso nunca tomar posesión como canónigo de la Catedral de Sevilla. Rehuyó todos los honores posibles. Ni siquiera se tomó las medidas del traje. Pero se le ha considerado como tal a la hora de preparar su funeral, que se celebra hoy viernes en el templo metropolitano. En los últimos años midió mucho sus apariciones públicas. Prefería la intimidad y el calor de hogar: "Seguía y seguía trabajando hasta que pudo. Su labor de documentación era impresionante con cualquier tema. Ha dejado el espacio de un salón lleno de libros". Una vez reconoció públicamente el enojo que sentía con la más alta autoridad eclesiástica. Cuando el Vaticano anunció por fin la canonización de Sor Ángela, de cuya causa era vicepostulador, se quedó enormemente "decepcionado" al confirmarse que la gran ceremonia sería en Madrid y no en Roma. "La alegría que tenemos por la santidad de Sor Ángela no me satisface del todo. Ya se me ha pasado el cabreo pero, ya que tuvimos aquí la beatificación y la hicimos tan bien, me hubiera gustado que la canonización hubiera sido en Roma. ¡En su sitio alejado de nosotros! Porque la hemos hecho tan nuestra que fuera es poco conocida y sus enseñanzas sirven mucho para el momento tan delicado que vivimos".

Tenía como gran enseñanza para orientarse por el tejido social sevillano una tesis que le explicó Romero Murube: "Me decía siempre Joaquín que la diferencia entre Sevilla y otras ciudades es aquí antes que formar grupos abiertos se constituyen grupos cerrados, antes que formar un coro se prefiere pagarle a uno para que salga al escenario y nos divierta a todos. Nos gusta contemplar qué pasa por los ventanales del casino".

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