Andalucía

Trump, Pujol y Bob Dylan

  • sobre definición de populismo a Teresa Rodríguez y empata con Moreno en una discusión sobre la 'joya de la corona', una sanidad protestada en la calle

En los debates quincenales de control al Gobierno de la Junta hay un defecto generalizado: sus señorías traen las intervenciones escritas de casa. ¡Y leen hasta las réplicas! El consejero de Salud debió acabar ayer con dolor de cervicales, de tanto mirar papeles en vertical. A los jefes de fila les pasa otro tanto. Ya sabemos que están bien en nivel de lectura. Ahora sería conveniente conocer cómo andan de oratoria sin chuleta. O sin la tabla de Excel, de la que volvió a tirar ayer la presidenta para contestar la pregunta de lucimiento que le brindó el portavoz de su grupo. Después de agradecer la invitación, pasó a leerse párrafos con ensaladas de números sobre el presupuesto para el año próximo.

En resumen, en nivel de lectura y aritmética, suficiente. Debería de prohibirse leer, para ver qué dan de sí en elocuencia unos y otras. El plato fuerte de la sesión fue el enfrentamiento dialéctico entre Teresa Rodríguez y Susana Díaz. Rodríguez, que es buena polemista, era ayer un torbellino. Cuando está en vena, acelera, se olvida de los papeles, clava los ojos en Díaz y la atraviesa con la mirada, mientras habla cada vez más rápido, aunque sin comerse palabras o sílabas, como hacía Fraga. A Susana le gustan estas situaciones tensas y le tiene tomada la medida a su adversaria. Por el contrario, cuando le preguntan con la amabilidad de Juan Marín, pierde fuelle. Con azúcar le sale peor.

Sacó de entrada la jefa de Podemos a Trump a pasear y cometió la imprudencia de criticarlo por "populista". La cosa pasó en cuatro actos. 1. Rodríguez dice que la gente se echa en manos de los populistas para impugnar un sistema que no ofrece solución a sus problemas. Y se adornó con un golpe de tacón a la socialdemocracia, inoperante. 2. Le replica Díaz que populistas son ellos, que lo reconoce hasta su propio jefe, Iglesias. [Se refiere a la presentación de un libro el 5 de octubre en Madrid en la que Pablo Manuel dijo que "Podemos tiene que decidir si quiere seguir siendo populista o no"]. 3. En su siguiente turno, Teresa ya recula y habla de populismo de derechas; saco en el que mete al PP y de camino al PSOE. Y 4. La presidenta, cuando ya no puede replicarle más que en gestos desde su escaño, le responde que ha oído a Trump en su cierre de campaña decir que hay que echar a la casta corrupta de las instituciones, que esa música ya la hemos escuchado aquí y que, quizá, Trump y Podemos beben de la misma fuente.

Al margen de este lance, la jefa de Podemos le había reprochado ser en Madrid la llave del Gobierno, y la había interpelado sobre su papel en los presupuestos Generales del Estado. Incluso la acusó de haber nombrado ministros a Báñez, Montoro y Cospedal. En su dúplica Susana hizo un Jordi Pujol, es decir, convertir un ataque a su persona y su partido en un agravio a Andalucía. Se refería a la grosera intervención del diputado Rufián en la investidura, aplaudida por Podemos, "en vez de defender a esta tierra".

Hubo más. Díaz le dijo que si no querían un Gobierno de Rajoy, podían haber votado la investidura de Pedro Sánchez en marzo. Rodríguez, muy mitinera, respondió que nadie en España se creería que ella quería ver a Sánchez en La Moncloa. En su pasión, tuvo un desliz aritmético. Culpó a Susana Díaz de que no haya en España un gobierno alternativo progresista. Suspenso en la primera de las cuatro reglas: si el PP tiene 137 diputados, Ciudadanos 32, Convergencia 8 y PNV 5 (182 en total, seis más que la mayoría absoluta) ¿de dónde sale la suma para un gobierno progresista? La presidenta la acusó de connivencia con el PP. Puso de ejemplo que votaron con ellos contra los presupuestos de la Junta para 2017, para concluir que Podemos también tienen una llave, que gira a la derecha.

Tras el fragor de esta batalla, Moreno entró sarcástico y fino: "mucha bronca, pero ustedes se entienden; gobiernan juntos en Cádiz, Madrid, Barcelona y cinco comunidades autónomas". Y, acto seguido, el jefe del PP se metió en harina con la sanidad, capítulo en el que intenta capitanear las protestas ciudadanas. Enumeró quejas, carencias y recortes por doquier: Huelva, Málaga, Granada, Almería, Sevilla... Acusó a la presidenta de falta de gestión y politización, e hizo un Esperanza Aguirre. Si la expresidenta de Madrid presume -no es broma- de haber levantado la trama Gürtel, Moreno Bonilla se apuntó el tanto del aumento presupuestario en sanidad para el año próximo, porque él mismo lo propuso hace un mes. [Hubo risas hasta en sus bancos]. Susana le acusó de querer hundir la sanidad pública, para que sus amigos hagan negocio con la privada. Moreno la tildó de demagoga y de practicar un populismo institucional, que debe ser distinto al definido como malo por Rodríguez. Díaz defendió "la joya de la corona" de los andaluces que es la sanidad pública, a la que dedica un tercio del presupuesto regional.

Marín le discutió mucho la ley de emprendedores. Pero lo hizo con tanta bondad que hizo perder a la jefa del PSOE la tensión dialéctica y el discurso vibrante. El jefe de Ciudadanos en realidad se hizo un selfie, porque siempre está igual de correcto, no importa que elogie o critique, no pierde la compostura ni tiene una mala palabra. Se quejó que falta la sociedad civil en el proyecto de ley de emprendedores y que se refiera sólo a la economía social. Díaz se congratuló de que una de cada cinco empresas que se crean en España sea andaluza. Lo que no supone gran mérito: Andalucía es casi una quinta parte del territorio y la población española.

Con Maillo se las tuvo tiesas a propósito de la tardanza en la puesta en marcha de los planes de empleo y los incumplimientos de sus promesas en sede parlamentaria sobre el calendario. Díaz primero lo ninguneó: "usted ha sido director general". Es decir, con muchos menos galones que ella. Después le hostigó: "viene a desprestigiar". Pero si Díaz le tiene tomada la medida a Rodríguez, Maillo se la tiene tomada a ella. La acusó de dedicarse sólo a la propaganda y a la venta de humo. Y remató acusando a su antagonista de desidia, abandono, negligencia y falta de pulso en la gestión. E hizo un Bob Dylan: como si añadiese unos nuevos versos a Blowin in the wind, se preguntó "cuántas preguntas de IU en el Parlamento hacen falta para que se cumplan los planes de empleo".

En resumen, buena sesión parlamentaria, en la que empezaron con retraso las preguntas a la presidenta. Antes se practicaba una puntualidad británica y se empezaba a las doce en punto.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios