Manuel Clavero

"Cuando dimití, Adolfo Suárez me ofreció una embajada, no acepté"

Clavero, en otro instante de la entrevista.

Clavero, en otro instante de la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

Después de Cataluña, Clavero negocia con los vascos. Un "quebradero de cabeza" porque los vascos querían a los navarros, y éstos, como ya ocurrió en la Segunda República, preferían ir por separado. Al final, el PNV aceptó, y también el PSOE, cuyo representante, Txiqui Benegas, defendía la incorporación de Navarra, con la condición de Garaikoetxea de que en la Constitución figurase un mecanismo de unión si así lo requería el Consejo Foral Navarro. Una disposición transitoria, que a pesar de sus decenios y adjetivo, aún figura en la Carta.

-Cataluña fue fácil, y el País Vasco muy difícil. Su preautonomía se aprobó el 4 de enero de 1978. Y entonces, y es otro momento del café para todos, dentro de UCD hay un movimiento importante para paralizar el proceso. Más que el anterior. Había ministros, hablaban con Suárez, eran dirigentes del partido, gente ya con mucho peso

Clavero no los cita, pero en la Historia está que, entre éstos, sobresalían Rodolfo Martín Villa; Fernando Abril, un hombre clave y todopoderoso en el suarismo y la Transición, y Antonio Fontán.

-Pero en febrero de 1978 hubo un cambio de Gobierno, por el que salieron Manuel Jiménez de Parga y Fuentes Quintana, entre otros, y yo pensé que si en Adolfo Suárez hubieran arraigado esas presiones, yo salía del Gobierno. Estaba claro. Pero no fue así. Y, entonces, suena el teléfono rojo, y Suárez me comunica: "Tú sigues de ministro y sigues con las negociaciones". Ya había muchas en marcha: estaban Andalucía, Canarias, Galicia, País Valenciano. Andalucía andaba más retrasada por el asunto de Ceuta y Melilla. Era un poco complicado, pero el PSOE hubiera perdido su mayoría si entraban las dos ciudades, por eso no querían. Pero ése es el momento del café para todos, que no es mío, que es de un periodista de El País, que dijo "total, café para todos". Y así pasó a la historia.

La de Andalucía se aprobaría en abril de 1978. Galicia había entrado ya, pero sus representantes, paradójicamente conservadores, forzaron a que el Gobierno celebrase dos consejos el mismo día: uno, por la mañana, para dar el visto bueno a su preautonomía, y ya de tarde, País Valenciano, Canarias y Aragón. Clavero explica que las grandes diferencias, una vez solventado el caso navarro, eran las preautonomías uniprovinciales. UCD sólo aceptaba Madrid, porque iba a contar con un estatuto especial, y Murcia, que durante unos meses se debatió, aunque sin fuerza, su unión con Almería. Eso sí: en el mapa autonómico de UCD no figuraban ni Cantabria ni La Rioja, que se integraban en Castilla y León.

El mapa preautonómico configuró la nueva España, pero no la definió del todo. Había territorios en verde y territorios grises, una España-Nación de dos velocidades: la de las nacionalidades y regiones que se deja ver en el artículo 2 de la Constitución. Indudablemente, el peso de los militares era importante, aunque Clavero asegura que a él nunca le dijeron nada.

-Es cierto -comenta al respecto, ante la insistencia de las preguntas sobre el poder de los cuarteles en el giro autonómico- que a determinados mandos militares no les gustaba. Pasar de un Estado centralista a otro diversificado era un parto que sólo se había dado dos veces en la historia de España, en la Primera y en la Segunda República. Pero a mí no me lo expresaron nunca. No sé, quizás es que mi despacho estaba en el Pabellón de Semillas, en el recinto de la Moncloa, y trabajaba con Gutiérrez Mellado, que era vicepresidente y la máxima autoridad militar, y como él nunca me indicó nada sobre el proceso, yo andaba seguro. Se notaba la presión de los militares, pero a mí me dijeron que debía salir adelante. Yo creo que en Suárez también sopesaría el coste que podría suponer cortar unas negociaciones que ya se habían iniciado.

A la negociación de la Constitución se llega con el mapa preautonómico -sí-, pero con la idea de colorearlo de modo diferente.

-Le comenté a Suárez que eso no me gustaba; no había habido ninguna Constitución española en la que se hubieran establecido dos tipos de autonomías. Habría los pactos que se quisiera, pero en las constituciones no se estableció. Y, claro, para él eso tenía especial gravedad, porque a quien no le gustaba era al ministro para las Regiones. Y, como le di la lata, me dijo un día "te va llamar el Rey", pero el Rey no llamó; posiblemente era una broma.

El café para todos se había implantado, pero algunos iban a beber infusión de grano colombiano y otros de pucherete, en el mejor de los casos.

-Es curioso, pero recuerdo que Fernando Abril, en el bar del Congreso, me dijo un día que menos mal que seguimos adelante con todas, porque si no, el golpe de Tejero, u otro similar, hubiera llegado antes. Hay que recordar que había tensiones en muchos territorios españoles, no sólo en el País Vasco y Cataluña, regiones, por ejemplo como Canarias, donde había grupos extremistas como el que dirigía Cuvillo desde Argel. De hecho, Martín Villa mantenía que, en ese momento, Canarias era uno de los problemas graves.

Sin embargo, después de las elecciones generales de 1979, las que dieron como resultado las primeras Cortes con la Constitución aprobada, Manuel Clavero pasó de ser ministro para las Regiones a Cultura, un cambio que ahora ya lo concibe como la muestra de que algo había cambiado en Suárez. Antes de esto habían sucedido una serie de hechos sin los que no se concibe el 28-F, hoy Día de Andalucía.

Primero, que las comunidades -o las nacionalidades y regiones- podían acceder a su autogobierno por dos vías: la del 151, que conllevaba un Gobierno y un presidente con poder ejecutivo y administrativo, un Parlamento con potestad legislativa y elegido por sufragio universal y un Tribunal Superior de Justicia. Una comunidad autónoma real, coloreada en verde. Otras accederían por el 143, que era un camino no sólo lento, sino incierto y a cuyas comunidades -en realidad regiones- se le irían concediendo algunas transferencias ni siquiera bien delimitadas. Ése es un primer hecho, pero la Disposición Transitoria Segunda de la Constitución remata la desigualdad cuando legisla que las comunidades con estatutos anteriormente aprobados, caso del País Vasco, Cataluña y Galicia, las llamadas históricas porque lo tuvieron antes de julio de 1936, accedían al 151 sin las exigencias leoninas que la Carta Magna obligaba a las otras: solicitud de tres cuartas partes de los municipios, de todas las diputaciones y aprobación en referéndum de cada una de las provincias por un voto superior a la mitad más uno de los censados, no de los electores.

Felipe González y Suárez acordaron que el referéndum del 151 se celebraría en Andalucía el 28 de febrero, una vez superadas las pruebas anteriores. Hasta los municipios y diputaciones de UCD dieron su aprobación.

-La redacción del artículo 151 -recuerda Clavero, aún ministro entonces- se hizo en mi casa en Madrid, que estaba en el Ministerio de la Vivienda, la redactamos un domingo Miguel Herrero de Miñón y yo. Los dos solos. Él lo llevó a la comisión de los padres de la Constitución, y no hubo problemas. Yo debo decir que lo redacté pensando en el caso de Andalucía.

Y llega la fecha del 28-F de 1980. El 15 de enero, UCD decidió solicitar la abstención o el voto en blanco, Clavero dimite como militante de centro, como presidente del partido en Andalucía y, al día siguiente, como ministro de Cultura. Entre un día y otro hay dos dimisiones, y varias horas de soledad en el ascensor del Ministerio: la máquina se atrancó. Vuelve a Andalucía, y es recibido en el aeropuerto sevillano de San Pablo como un héroe. A algunas emisoras se les prohíbe recoger sus palabras, que no son otras que votará que sí en el 28-F.

-Suárez ahí se da cuenta de la gravedad de que le dimita un ministro, y vuelva a Andalucía a hacer campaña en su contra y de la UCD, y entonces me ofrece una embajada. Yo me negué. Me dijo que se estaba contrariando el espíritu de la Constitución, que eso debía de ser más despacio. Pero me habían dejado colocar el artículo 151, así que no se entendía; supongo que era preso de esas presiones. Creo que hubo un deseo de freno de las autonomías, y quizás, sólo digo un quizás, por la presión de los poderes fácticos

Clavero pasa al Grupo Mixto, donde comparte escaño, entre otros, con radicales de derecha y de izquierda. Miscelánea mixta.

-Claro, y se celebra el referéndum del 28-F, que se pierde, aunque se gana, porque es el único referéndum de la Historia de España en el que se exige que se apruebe por la mitad más uno del censo y, además, en cada una de las provincias. No sale en Almería, aunque aquella noche la televisión mantuvo que se había perdido en tres. No fue así. Y, entonces, el Consejo de Gobierno de la preautonomía decide ir por el 143.

-¿A por el 143? ¿El Consejo andaluz?

-Sí, el Consejo de Gobierno decide ir mediante el artículo 143, un Consejo que, básicamente, era del PSOE. Pero, entonces, llamo a Escuredo [ya presidente de la preautonomía en sustitución de Fernández Viagas], y le hago la siguiente reflexión: "Rafael, ¿cómo vamos a pasar a la historia como los perdedores de un referéndum que hemos ganado? ¿Cómo se va a quedar Andalucía sin la autonomía plena si siete provincias la quieren y en sólo una no ha salido? ¿Por qué esas siete provincias se van a quedar sin ello?" Tuve una comida con Rafael, ahí, en el restaurante Río Grande, y él me comentó si yo tenía algún obstáculo para explicarles esto a Felipe González y a Alfonso Guerra. Y acepté, y comí con ellos en el restaurante El Parrillón de Madrid.

Cuando Clavero dimite, se queda solo, nadie de peso de la UCD de Andalucía, ni Soledad Becerrill ni Jaime García Añoveros, le siguen; sí algunas agrupaciones. Ahora mantiene, que fue un error aceptar algo que Suárez le solicitó: celebrar el consejo de la UCD de Andalucía horas después de que la directiva nacional hubiese adoptado la decisión de la abstención al 151. "Si llego a convocar antes al consejo de la andaluza, hubiese sido distinto. No que, después, la decisión estaba tomada, y al consejo acuden todos los pesos pesados de entonces, Martín Villa...".

Con la complicidad del PSOE, el PCE y el PSA y Clavero, todos presentan mociones en el Congreso para repetir el referéndum en Almería. A Clavero se le solicita que convenza a Arzalluz, el líder del PNV, para que vaya al Congreso y vote a favor, pero le deja tirado, y a Manuel Fraga que, al menos, cumple su palabra de abstenerse. Clavero cree que otros de AP, como Senillosa, votaron a favor. Pero la votación se perdió por un solo voto. Se repitió, y volvieron a perderlo.

Entonces, Alejandro Rojas-Marcos, el líder del PSA, llega a un acuerdo con Suárez, en la Cuestión de Confianza de septiembre de 1980, por el que Andalucía no iría por el 151, pero obtendría Parlamento, Tribunal Superior y Gobierno ejecutivo. Por el 144.

-Ese pacto, el de Rojas Marcos, tuvo la ventaja para Andalucía de que, por primera vez, UCD admite que hay un resultado importante en el referéndum, pero es una fórmula que, aunque buena, no era la plena del 151. Y es cuando Escuredo dice o el artículo 151 o ninguno, y yo, a través de Peces-Barba, le transmito a Felipe González que estoy con esa posición. Entonces es cuando Felipe solicita mi palabra en el Congreso, pero Landelino Lavilla dijo aquello de que su señoría ha sido mencionado, pero no aludido. Se armó un lío tremendo. Hablé, y defendí el 151.

-A Alejandro, el PSOE le organiza una campaña tremenda, llamándole traidor a Andalucía, muy fuerte, y se convierte en otro de los perdedores de la autonomía andaluza. Lo de Rojas Marcos no sale adelante porque los diputados y senadores andaluces no solicitan el proceso.

-Y Adolfo Suárez -sigue- llama a Felipe y le dice: "Esto vamos a arreglarlo, pero sin el referéndum de Almería". Y, entonces, se soluciona mediante el voto de los parlamentarios almerienses en las Cortes.

El pacto se cierra. Andalucía será la única y última comunidad del 151, pero, en virtud del pacto con Rojas Marcos, las demás, las del 143, tendrían Parlamento y Gobierno. El mapa se dibuja, pero parece que nunca se acaba de fijar. "En el caso de aceptarlo, que no, sólo hubiese aceptado un Estado centralista con todos los territorios gobernados desde el centro", culmina Clavero.

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