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Invernadero solar, calidad certificada

  • El autor explica como la trazabilidad es una herramienta fundamental para los productores

Invernadero solar, calidad certificada

Invernadero solar, calidad certificada

Recientemente se ha cumplido una década de la erróneamente denominada “crisis del pepino”, un conflicto agroalimentario de primer nivel en el que Alemania acusó precipitadamente a España de causar la muerte a 53 personas e intoxicar a más de 3.000.

La inculpación situaba el origen del foco en una partida de pepinos cultivada en un invernadero de Almería, sin embargo, gracias al eficaz sistema de trazabilidad implantado en el sector hortofrutícola almeriense se pudo demostrar que los invernaderos no solo no tenían nada que ver con esta crisis sino que, además, cumplían con los más estrictos sistemas de certificación, lo que garantiza la calidad y la trazabilidad de los alimentos desde que se cultivan hasta que llegan a los lineales de los supermercados.

La trazabilidad, además de ser una imposición legal, es también una herramienta con la que las empresas pueden mejorar la seguridad, controlar la calidad, combatir el fraude y facilitar el manejo de cadenas logísticas complejas, para seguir el rastro de un producto desde que ha sido cultivado hasta que llega a los lineales de los supermercados. Precisamente, esa transparencia a lo largo de toda la cadena alimentaria, fue lo que permitió descifrar que el origen de la “crisis del pepino”, que no estaba en Almería sino en una granja de brotes de soja de Alemania.

En el caso del sector de frutas y hortalizas almeriense, por su alto carácter exportador, el 100% de las empresas posee un efectivo y eficaz sistema de trazabilidad, fruto de la exigencia de las grandes cadenas de distribución, las normativas europeas y las normas de certificación. Precisamente, esas certificaciones se han convertido en la seña de identidad de los cultivos hortícolas almerienses, unos productos que gozan de un sabor, una calidad y una seguridad sin parangón.

Algunos de estos sellos evalúan el producto desde, incluso, antes de que se plante y no solo vigilan el cumplimiento de la normativa en materia de seguridad alimentaria sino, además, la sostenibilidad de la actividad y el cumplimento de buenas prácticas laborales en toda la cadena de valor, tanto desde el punto de vista medioambiental como laboral.

El consumidor se ha vuelto cada vez más consciente y exigente con los productos que ingiere. El motivo para optar por un artículo o por otro ya no depende únicamente del precio, sino que en los últimos años han entrado en juego otros valores fundamentales como la sostenibilidad de la actividad (uso racional del agua, reciclaje de los residuos, control biológico para combatir las plagas, ausencia de pesticidas, etcétera), el cumplimento de buenas prácticas laborales en toda la cadena de valor, así como la calidad, el sabor y la seguridad de los alimentos.

Presión en los mercados

En sintonía con estas ideas, los mercados han venido ejerciendo durante los últimos años una gran presión a los productores y las comercializadoras con las que trabajan. De esta forma, a finales del siglo pasado empezaron a surgir una serie de normas de producción de cultivos, certificadas por diferentes asociaciones (reconocidas a nivel nacional e internacional), así como por las propias cadenas de distribución, para aportar una garantía y protección del consumidor acorde a sus demandas.

El acceso a estas certificaciones implica la aceptación de una metodología de cultivo, de un manejo y empleo de productos fitosanitarios definido y controlado, de buenas prácticas higiénicas, sistemas adecuados de análisis y control de residuos de materias activas debidamente documentados e implementados. Por todo ello, Almería se ha convertido en la zona con la mayor concentración de laboratorios de análisis agrícolas en Europa.

La mayoría de las frutas y hortalizas cultivadas en los invernaderos solares cumplen con sistemas de certificación o normas de buenas prácticas agrícolas en campo. Algunas de las cuales son la GlobalGAP IFA, uno de los protocolos de producción más extendidos en todo el mundo, ya que cubre todas las etapas de la producción: desde actividades de pre-cosecha, hasta la manipulación y el almacenamiento del producto poscosecha.

Por su parte, Globalgap Grasp se trata de una evaluación de riesgos de las prácticas sociales en la finca, abordando temas específicos relativos a la salud, la seguridad y el bienestar de los trabajadores. QS es un sistema que pretende asegurar el proceso integral de producción de los alimentos, desde el origen de los mismos, pasando por su procesamiento y posterior comercialización. La norma Brand Reputation Compliance (Brcgs), desarrollada por los supermercados británicos, está considerada hoy en día como uno de los referentes internacionales para la calificación de proveedores de productos y marcas en las grandes superficies.

Seguridad alimentaria

La certificación International Food Standard (IFS) es una norma de seguridad alimentaria creada por las grandes cadenas de distribución alemanas, francesas e italianas para auditar empresas que fabrican alimentos o a empresas que empaquetan productos alimentarios a granel.

Aparte de estas y otras muchas certificaciones, cada vez son más los consumidores que demandan productos ecológicos, también llamados orgánicos, biológicos o BIO. Como distintivo para que el consumidor pueda diferenciar los productos ecológicos, todas las unidades envasadas, deberán llevar impreso el logotipo de la UE que aseguran el uso restringido de plaguicidas químicos, la ausencia de organismos genéticamente modificados y el uso responsable de los recursos naturales.

Proveer de productos saludables a los 500 millones de europeos que consumen a diario frutas y hortalizas de los invernaderos solares es una acción que conlleva una gran responsabilidad y un compromiso que los agricultores llevamos a gala desde hace muchos años. Y eso es algo de lo que no todos los países pueden presumir.

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