Vivir en Huelva

Reencontrarse con el oficio

  • José Antonio Mendoza recupera la artesanía de enea durante ocho años de emprendimiento e imaginación

  • El lepero retoma una tradición familiar de técnicas de trabajo manual

Reencontrarse con el oficio

Reencontrarse con el oficio

La crisis económica ha sido especialmente dura con la construcción, sector que ha dejado en la calle a miles de profesionales. Es el caso del lepero José Antonio Mendoza, que a punto de cumplir los 60 años se encuentra prácticamente sin expectativas de encontrar empleo en la construcción.

No obstante este vecino de Cartaya, aunque nacido en Lepe, hijo del por todos conocido en su localidad natal como Antonio El Sillero, lejos de venirse abajo por la situación ha tirado durante todos estos años de inventiva, imaginación y tradición familiar en su incesante lucha por sacar a su familia adelante.

Mendoza aprendió la fabricación cuando era pequeño al observar el trabajo de su padre

Y es que José Antonio no lo dudó a la hora de poner en marcha una iniciativa en la que conjuga perfectamente su carácter emprendedor e imaginativo, y hace unos ocho años decidió recuperar un oficio prácticamente desaparecido ya en la zona. Para ello retomó una tradición familiar que había quedado solapada y ensombrecida con el paso de los años, y a la que ha sabido imprimir la chispa de sus ganas por no estar parado. Se trata de la artesanía de fabricar de forma totalmente manual y artesana todo tipo de fondos para asientos con la única materia prima de la enea, una planta que crece en los arroyos y regajos de la comarca: el artesano sillero.

Él mismo reconoce que su vida ha sido un constante ir y venir que le ha hecho fuerte para sortear todo tipo de dificultades. Con 14 años de edad comenzó a trabajar en la construcción. Dos años más tarde se fue a la mar hasta que nació su primer hijo. Entonces cambió de nuevo de actividad dedicándose al campo como empresario agrícola, donde las cosas no le fueron bien y lo perdió todo. Con el boom de la construcción todo hacía pensar que acabaría su vida laboral dedicándose al ladrillo, al que se vio obligado a regresar.

Pero no fue así y la crisis irrumpió negativamente de nuevo en su vida. Harto de tantos avatares, se le ocurrió la feliz idea de recuperar esta tradición familiar, a la que se han dedicado todos sus antepasados y cuyas técnicas aprendió tan sólo observando de pequeño a su padre trabajar en la elaboración manual de sillas de enea, ya que nunca quiso enseñar a sus hijos el oficio.

Aun reconociendo que la crisis ha afectado a todos los sectores, "y al de las sillas de enea también", sus comienzos no fueron nada malos ya que al principio, hace unos ocho años, realizó sillas y sofás de enea para un conocido mesón de Villablanca, para otro de San Silvestre de Guzmán, para la sede de la peña flamenca de Lepe, así como para otros restaurantes y particulares de localidades como San Juan del Puerto, Cartaya, y otras de la provincia vecina de Sevilla. También realizó la restauración de numerosos asientos de todo tipo cuyas bases de enea estaban deteriorados.

Así, en el viejo taller de sus antepasados de la calle Río Ebro de Lepe, donde conserva hasta los viejos útiles de Antonio El Sillero y de otros antepasados, algunos de ellos con más de cien años de antigüedad, José Antonio Mendoza seca, humedece, maneja y trenza con sus hábiles manos la enea que previamente ha cortado en los pequeños arroyos de los campos de Lepe y Cartaya, y que con paciencia y maestría transforma en cómodos y decorativos asientos artesanos mediante unas técnicas que, según sus palabras, "han desparecido ya prácticamente de todos los lugares donde tradicionalmente se han venido realizando, y que yo he recuperado para tratar de vivir de ellas".

José Antonio Mendoza se ha convertido de esta forma en el último artesano sillero de la comarca. No obstante se muestra convencido de este oficio "se terminará perdiendo definitivamente porque, por poner un ejemplo, es impensable en las actuales circunstancias que mis hijos acaben dedicándose a esto".

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