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Enrique de Dinamarca, el príncipe sin domar

  • El estado de salud del marido de la reina Margarita, de 83 años, ha empeorado de forma “muy grave”

El marido de Margarita de Dinamarca, muy grave

El marido de Margarita de Dinamarca, muy grave

La familia real danesa contiene la respiración ante el estado de salud del príncipe Enrique, marido de la reina Margarita de Dinamarca, ingresado desde hace trece días en el Hospital del Reino de Copenhague y cuya situación ha empeorado notablemente este sábado a causa de una neumonía en los últimos días. Hasta su hijo, el príncipe heredero Federico, ha puesto rumbo a su país abandonando así Corea del Sur, donde se hallaba con motivo de los Juegos Olímpicos de Invierno.

La casa real de Dinamarca había desvelado la semana pasada que el motivo del ingreso del príncipe consorte, de 83 años, era un examen de un tumor en el pulmón izquierdo, que resultó ser benigno, y una infección, y que cuando terminase el tratamiento, sería dado de alta. A Enrique se le había detectado en septiembre demencia senil, un diagnóstico que fue hecho público semanas después de originar una polémica en los medios de comunicación por los ataques verbales a su esposa en la prensa danesa. Enrique, de origen francés, había declarado que no quería ser enterrado con Margarita porque se había ignorado su deseo de ser rey consorte, una vieja reivindicación, y, en una posterior entrevista, señaló que la reina lo tomaba “por tonto” y no lo respetaba. En 2016 ya se había retirado de los actos públicos, precisamente por su demencia, aunque entonces no se difundió este dato.

Aunque desde 1967, año en el que Margarita de Dinamarca se casó con este noble de origen francés que por aquel entonces trabajaba como diplomático en Londres, Enrique siempre se había sentido incómodo por el hecho de ejercer como príncipe consorte y que nunca se le adjudicara el título de rey. No en vano en más de una ocasión declaró sentirse “inútil y relegado”, como confesó en una entrevista que salió publicada justo cuando se celebraba la boda de Guillermo y Máxima de Holanda, a la que acudió su mujer sola mientras él se refugió en el castillo de Caix “para reflexionar sobre su vida”, según comentó en el periódico danés BT, donde además pidió igualdad de condiciones respecto a las mujeres.

Rebelde y polémico donde los haya, tampoco tuvo inconveniente en su día en declarar que fue en Vietnam donde se aficionó a comer carne de perro: “es como el conejo o la ternera, pero más seco”, comentó el príncipe, quien compaginó su labor como presidente de la organización para la protección de los animales WWF con su afición a la caza. Aficionado al arte y a la vinicultura, sueña con jubilarse con Margarita y emigrar a Francia, sueño que sabe de antemano imposible pues la reina danesa ha manifestado varias veces que nunca abdicaría.

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