Mano a mano triunfal con redonda presentación en esta plaza de Roca Rey y grandes momentos en un festejo entretenido pero sin picadores.

Como toda la feria porque la suerte de varas ha sido un trámite. El toreo ecuestre se ha perdido en esta edición, pero el rejoneo no ha sido la única baja, y esta tónica general de simulacro en varas llegó al hundimiento ayer cuando se cambió el cuarto, con el mínimo trámite y sin disimulo. Para colmo Roca Rey todo lo hizo bien menos poner a los toros en suerte, dejándolos entre rayas. Por lo demás festejo feliz, porque con dos toreros con esta calidad, en un mano a mano, con los toros traídos debajo del brazo, el fracaso es imposible.

Para Talavante, que venía de sublimar una oreja con un torazo de Madrid, los tres torillos de ayer serían como para comérselos con papas. Con su flojo primero suave y noblón hizo preciosidades con el capote parando por farol, verónicas, chicuelinas y larga. Fue labor de repertorio destacando los estatuarios y los bonitos trazos con la zurda. A su segundo que se movió con nobleza le armó una buena faena que remató recibiendo con la espada. Abrió de rodillas intercalando la arrucina. Lo mejor fue con el quinto, con su arma más poderosa, el toreo al natural de excelente trazo y ligazón cuando el torillo no claudicaba.

Roca Rey deslumbró con su primero bajando la mano con autoridad el tiempo que le duró, terminando de arrimón. El cuarto sin picar y sin entrega en el engaño, sólo aportó sosería. Lo mejor vino con el buen sexto, en una labor completa y bajando la mano con sitio y mando en una tarde en la que también se apreciaron las virtudes capoteras de la nueva figura. Bienvenida sea.