Toros

El Fundi lidia con autoridad

  • El madrileño es premiado con una oreja de su segundo toro solicitada tras un estoconazo y una cogida aparatosa · El triunfador da una vuelta al ruedo tras cuajar una faena extraordinaria a su primero

José Pedro Prados El Fundi pasó ayer en su primera comparecencia en Sevilla con una autoridad portentosa. Cuajó una faena excelsa al imponente toro que abrió plaza y cuyo premio, tras un pinchazo hondo y un descabello, quedó en una vuelta al ruedo, aunque merecía más y, sorprendentemente, no hubo petición de oreja debido a que el madrileño precisó de un descabello tras un pinchazo. Y, cosas de la vida y del público (cada día hay menos aficionados), en el cuarto toro, con menos problemas, tras un trasteo largo y sin frutos, los pañuelos volaron como blancas palomas para reclamar un trofeo que fue concedido por un estoconazo tremendo, tras el que el torero fue cogido feamente.

Si El Fundi fuera uno de esos toreros artistas que cuentan con una legión de escribidores palmeros hoy quedaría su nombre grabado en crónicas imperecederas, en las que bien nos pudieran decir que un torero de raza fundió la fiereza de un encastado palha en el crisol del arte. Sí, que nadie se eche las manos a la cabeza. Lo que hizo ayer El Fundi en ese primer toro fue arte en letras de oro, como el color del chaleco que llevaba bajo un terno verde y azabache. Un chaleco que nos podría contar cómo es el corazón de un torero, cómo late ese corazón sin estallarle en el pecho cuando su dueño no pestañea ante la inquietante mirada de un galafate o cuando se pasa las guadañas del toro junto a sus femorales de manera más próxima y cercana a como lo hacen muchas figuras con el borrego de turno.

El Fundi puso banderillas en ese primer toro a petición del público. Se resistía. Sabía lo que le esperaba. Un tren de aquellos con carbón se arrancó de largo y le apretó tanto que casi se mete en el callejón para arrollarle, entre tanto el torero tomaba el olivo. Dos pares más de infarto. Sin embargo, El Fundi, con tranquilidad pasmosa cogió la pañosa. Dos, tres muletazos y el toro, por arte de birlibirloque, en los medios. Primera ovación al oficio de un veterano con garra preparado para la guerra. Con calma y sosiego se pasó al toro, que medía y era mirón. Tras varias tandas en las que conjugó valor y técnica, dibujó una serie con la izquierda en la que se impuso rotundamente al toro, que se rajó. La música estalló. Luego, otra tanda. Y ya, sintiéndose vencedor, El Fundi llegó a arrojar muleta y estoque simulado y ofrecer su pecho al palha, que dudó en acudir a ese desplante osado. Un pulso entre un torero con casta y un toro encastado. Se tiró arriba. Pinchazo hondo en lo alto, que precisó un descabello. Quizás se enfrió el personal por ello. Luego, los espectadores le pidieron una vuelta al ruedo, que fue clamorosa.

Con el cuarto, un toro bien hecho, menos aparatoso, por el que el ganadero había apostado a priori, y que no llegó a romper, El Fundi brilló en el tercio de banderillas. Tres pares sin alardes, pero con autoridad. El trasteo fue largo y sin frutos. Pero el personal se estremeció cuando tras un estoconazo, el toro le propinó un varetazo en la pierna izquierda, al tiempo que el animal rodaba como una pelota. Los tendidos de la Maestranza se tornaron blancos.

Jesuli de Torrecera dejó una pobre impresión. Con el segundo, que reponía de inmediato, pasó un mal trago. Con el quinto, el mejor del encierro, se mostró acelerado y no llegó a mandar en el toro, ovacionado en el arrastre, entre tanto su labor era silenciada.

Luis Bolívar, entregado y porfión, hizo lo mejor de la tarde en el capote, tanto en verónicas a sus dos toros, como en un escalofriante quite por gaoneras en el quinto o alguna preciosa tejadilla. En su primero, violento y que finalizaba sus embestidas con tornillazos, no tuvo opción y cumplió sin arrebatar. Con el sexto, noble y sin recorrido, apostó fuerte en un inicio con pases alternativos por la espalda. Con el toro apagadito, trasteo encimista que no pasó de voluntarioso.

El Fundi, con un lote con el que se hubiera ahogado casi todo el escalafón, no sólo salió a flote. Nadó con firmeza y autoridad.

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