Toros

Álvaro Lorenzo revienta Madrid con una gran corrida de El Torero

Álvaro Lorenzo, en su salida a hombros de la plaza de Las Ventas de Madrid.

Álvaro Lorenzo, en su salida a hombros de la plaza de Las Ventas de Madrid. / rodrigo jiménez / efe

El joven torero Álvaro Lorenzo puso Madrid patas arriba con un triunfo de tres orejas y la correspondiente salida a hombros tras aprovechar un excelente lote de El Torero, que echó una buena corrida de toros, con uno de ellos, el sexto, premiado con la vuelta al ruedo. Destacó su actitud y, sobre todo, la aptitud para aprovechar, imponerse y no verse desbordado en ningún momento con el bravísimo sexto, de nombre Viscoso, premiado con la vuelta al ruedo. Fue éste el cénit de una gran corrida de El Torero. Por el tándem que formaron Viscoso y Lorenzo, aunque también hay que elogiar primeramente la seda capotera de Sergio Aguilar, que, enfundado ahora en un terno de plata, sigue demostrando que sigue siendo un torero de oro. Él fue quien encendió la mecha de la faena al enseñarle a su matador el ritmo y la excelsa calidad del astado. Y Lorenzo, sin titubear, hundió el mentón en el pecho e inició faena por estatuarios. Las primeras tandas a derechas, ligadas y muy templadas, dejaron constancia de que aquello podía ser convertirse en una obra grande, algo que quedó ratificado cuando el toledano cogió la mano izquierda. Qué manera de torear. Qué hondura, qué cadencia y qué expresión. Todo muy templado y, como no podía ser de otra manera, a más. La plaza era un manicomio de olés, y de parabienes para Viscoso, que no cesó de embestir por abajo, con mucho ritmo e intensidad, comiéndose la franela de un Lorenzo que iba creciendo en convicción y firmeza. Quizás le sobró volver otra vez sobre la diestra, pues por ahí no había la misma comunión. Pero rápido retornó al toreo por naturales para respiro de una parroquia totalmente entregada. Un torerísimo final por abajo dio paso a una estocada que, a decir verdad, cayó un tanto caída. Pero Viscoso no iba a entregar la cuchara tan fácilmente. Se tragó la muerte hasta el último estertor. De bravo. Un pasaje que estimuló aún más a los tendidos, que se tiñeron de blanco en demanda de las dos orejas. El usía no dudó, como tampoco lo hizo para sacar su pañuelo azul que premiaba al animal con los honores póstumos de la vuelta al ruedo. Ese fue el perfecto corolario a una tarde que ya el propio Lorenzo había descorchado en el tercero, otro toro bueno del hierro gaditano, al que cuajó también momentos interesantes sobre la zocata. Cierto es que a esta faena le faltó mayor redondez para la oreja que acabó paseando. Pero todo suma.

David Mora, que no fue capaz de cogerle el ritmo al mansurrón pero manejable primero, anduvo más dispuesto con el rajado y huidizo cuarto, al que robó algún muletazo extraordinario, mas fueron cositas sueltas a un manso al que no llegó a sujetar.

Peor aún lo de Daniel Luque. Apático y displicente con el noblote y mansurrón segundo; tampoco pasó de las simples apariencias con el brutote quinto. Faltó la intensidad que se supone que hay que poner a una faena en la primera plaza del mundo.

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