TV-Comunicación

Francisco Umbral y el berrinche de Pandora

  • El escritor enojado con Mercedes Milá señaló el camino de la televisión impertinente

  • Se cumple un cuarto de siglo de aquella noche en Antena 3

Santiago Carrillo fue un honesto náufrago de la izquierda y Nicolás Redondo un sindicalista que se salvaba de la decepción socialista de los años 80. Eso vino a decir Umbral ante Mercedes Milá aunque nos resuene el tópico de que aquel día fue a la tele y no le dejaron hablar de su libro. "Yo he venido a hablar de mi libro" se hizo expresión cotidiana antes del "finstro pecadorl" de Chiquito. El adusto escritor, que aprovechó comercialmente el berrinche, abanderado de una movida de postureo, fue profeta de la televisión contestona, intereconómica y hasta impertinente que encontramos hoy en cualquier momento por el mando y limó formalidades al objetivo. Era una rabieta ante quien sabía que podía permitirse el desplante, una Mercedes Milá que nunca veremos más cohibida y prudente en un plató. El columnista de El Mundo y ex estrella de El País fue abucheado por los presentes e incluso un espectador alzó la voz para señalarle la puerta, al que aplaudió patéticamente el propio Umbral entre salvas. También le invitó Milá a irse entre frases entrecortadas, pero al final el malencarado cobardón vendió la burra de su ensayo La década roja, una galería de tiro de esas que tanto gustaba a tan diarreico autor.

De eso hace un cuarto de siglo, cuando la televisión comenzaba a transfigurarse en el monte Tabor de los audímetros. Todo por los impactos ante los espectadores, mareados por entonces con la contraprogramación. El 10 de abril de 1993 se produjo en la noche de Antena 3 ese enfado irrefrenable de Umbral, para pasmo y sonrojo de Milá. "Estábamos en el control de realización y sólo pensábamos en escondernos de vergüenza ajena. Todo fue en directo y no hubo intención de parar. Sabíamos que al final la gente hablaría al día siguiente de lo del libro", evoca a este periódico un testigo en primera línea, el cineasta Joaquín Oristrell, que participaba en los guiones del programa dirigido por José Sámano, entonces pareja de la conductora. Una escandalera sin redes sociales. Boca a boca. Sin zapping y con alusiones de soslayo en radio y prensa. Menos de un mes después llegaría la cúspide de este prólogo del tomate televisivo: la bajada de pantalones de Jesulín de Ubrique para enseñar sus cornadas, ante las carcajadas de la periodista catalana. Jesulín había llamado así a las puertas de las portadas y todos sabemos hasta dónde ha llegado el culebrón.

Pero el primer golpe lo dio Umbral, heredero de las absorciones anales de Camilo José Cela en aquella década roja de una TVE aperturista y plural que se antoja superior a la BBC de aquel momento. Gurruchaga en Viaje con nosotros le trajo la palangana que había exigido el gallego en el Buenas noches de Milá. Fue un farol intestinal, aunque el propio Gurruchaga, tan suicida en aquella época, temió que el futuro Nobel estuviera dispuesto al empeño.

Con Milá todo era posible, así que Umbral, futuro Cervantes de Aznar, abrió fuego en una España cabreada. Aquel programa de la Antena 3 renovada por Campo Vidal analizaba la decadencia del felipismo, traducida en una bronca estudiantil en la Autónoma de Madrid contra el presidente del Gobierno días antes. Los hermanos mayores de Pablo Iglesias le pusieron la cara roja a un González que acusaban de desenrojarse. De ser un chorizo. Y de eso se habló en Queremos saber, con un tipo tóxico como Emilio Romero y el rector de aquella universidad de alumnos faltones, Cayetano López. Y Umbral. No hablaron del libro pero pendía todo el rato esa visión cortoplacista y rencorosa del decenio que va de la reconversión industrial a la depresión post-olímpica, con logros como la entrada en Europa y el 92. Pero el Sindicato del Crimen, los periodistas al servicio del aznarismo, iban con prisas. Umbral habló de su libro y de paso abrió la caja de Pandora de unos modos que señaban el camino para el belenismo y la televisión de la derecha, con Tómbola como avanzadilla. De ahí a Chabeli marchándose del plató y el "ce-cé o-ó" de Urdaci era cuestión de tiempo.

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