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"Soy pequeña para casarme"

  • Manos Unidas colabora con los proyectos de la casa de St. Joseph en Parakou, Benín, donde trabaja con niñas víctimas de trata, abusos y matrimonios forzados

Casada, embarazada y con el hombre que quiere. Parece que su vida siempre ha sido idílica, pero antes de llegar a este final feliz, que en este reportaje ha sido el comienzo, Samon ha sufrido maltrato, ha huido de su familia y ha peleado para que no la obliguen a un matrimonio forzado, una situación impensable para cualquier mujer occidental.

Samon, de 24 años, abre su propio taller de costura gracias a la formación recibida y posterior ayuda de la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Castres en la Casa de St. Joseph en Parakou (Benín). Mientras cuenta su historia, la joven presenta un semblante serio y, aunque es feliz, no muestra ni una mueca de sonrisa ante los recuerdos más bonitos de su vida, los más cercanos.

Manos Unidas ha financiado un pozo para garantizar el consumo de agua

Con solo 14 años, se va a Cotonou para ganarse la vida. "Comencé a trabajar en la casa de una señora que me maltrataba", asegura. Ante tal situación, la joven decide escapar y es captada por la policía que la lleva a la casa de las salesianas y, de ahí, la trasladan a las hermanas de la Inmaculada Concepción. Después de cuatro años en el hogar, consigue volver con su familia, pero sus padres intentan casarla de manera forzosa. Como su vida es una huida constante hacia un futuro mejor, decide escapar hacia Cotonou. Muestra un carácter fuerte y no permite que le digan lo que tiene qué sentir y qué hacer. No se iba a casar con alguien que no amaba.

Después de unos seis años en Cotonou, regresa para rehacer su vida, y ahora sí se casa con quien quiere y monta su propio taller de costura. "Estoy feliz de tener mi propio negocio y cubrir mis propias necesidades. Poco a poco voy teniendo más clientes y me manejo mejor en el oficio. Mis padres saben cómo estoy y, de vez en cuando, vienen a verme". Aunque su familia quería casarla con otro hombre, a su actual marido "lo ven bien". Trabaja sin descanso porque está embarazada y porque tiene muy claro lo que quiere para su hija: "Me gustaría que no tuviera mis mismas dificultades. Le daré todo lo que necesite para que sea feliz".

Proyecto de Manos Unidas en Benín (II)

Manos Unidas también ha formado parte de la historia de Samon porque ha financiado el equipamiento del centro para que los niños víctimas de trata, abusos y matrimonios forzosos puedan adquirir una formación profesional en talleres de cocina, pastelería, informática, tintura de paños, fabricación de jabón y costura. La ONG ha equipado el taller de costura, cocina e informática, y realiza el pago de dos salarios durante el primer año.

La organización también ha financiado la realización de un nuevo pozo que le permita garantizar la calidad del agua que consumen en el centro y el acceso a ella durante todo el año. Las beneficiarias directas son las niñas que viven en el internado, el personal del centro, así como la población de los alrededores. "Con el ahorro que hemos conseguido a la hora de comprar agua, hemos podido comprar un huerto en frente del centro para el cultivo. Ahora, tenemos suficiente para todos", explica la hermana Euphrasie responsable de la Casa de St. Joseph de la Inmaculada Concepción de Castres de Parakou.

Al centro llegan anualmente aproximadamente 200 niñas víctimas de trata, matrimonios forzosos, abusos y los denominados 'niños brujo': "Durante 2017, tuvimos en el primer trimestre un total de 44; en el segundo, 53; en el tercero, 44; y en el último, 39. También metemos, a veces, a chicos de corta duración Tenemos capacidad para unos 60 niños. Trabajamos con la policía en todo tipo de casos. Antes teníamos que pagar una cantidad por tener aquí a los niños y ayudarlos, pero actualmente existe un acuerdo y no hay que pagar nada".

En el caso de las niñas maltratadas, las religiosas las protegen e intentan reinsertarlas y permanecen de media en el centro unos tres meses hasta que su situación se normalice. Por el contrario, cuando se encuentran con un caso de matrimonio forzoso, las jóvenes permanecen entre 3 y 6 años, al mismo tiempo que se forman como Samon en uno de los talleres con los que cuentan las hermanas en la Casa St. Joseph. Mientras trabajan en los talleres, su concentración no varía a pesar de contar con personas que no son de su entorno. Cada máquina o equipamiento donado por Manos Unidas contiene una pegatina con el logotipo de la ONG para que quede constancia de donde se recibe la ayuda.

Para la hermana Euphrasie, ayudar a estas niñas se convierte en su prioridad: "Cuando llegan, los escuchamos y un equipo de seis personas analizamos las posibilidades de reinserción y, si no existe, comenzamos con el colegio y el aprendizaje. Le ofrecemos formación y un trabajo de sensibilización a los padres".

Los 'niños brujo' también forman parte de los casos que se encuentran en el centro. "Tenemos dos casos de niñas bruja. Se denominan así por diversas razones. Una puede ser porque la madre muere al nacer o que nace con dos dientes. Cuando sucede esto, piensan que el bebé llevará una maldición a la familia. Alguien se encarga de matarlo, pero en ocasiones hay una persona que lo roba para salvarle la vida. Es una práctica de las zonas rurales, en el norte profundo", detalla la hermana.

Sor Euphrasie señala que trabajan con la sensibilización, "incluso los niños lo están y ellos mismos van y denuncian a sus padres. Han bajado el número de los niños maltratados, pero no lo trata, hay muchos en la calle".

La religiosa recuerda situaciones verdaderamente atroces: "Tuvimos un caso en el que llevaban a un niño secuestrado como un animal, en un saco de arroz, en Nigeria. La policía lo atrapó en el camino y decía que el padre lo había maltratado. No se reía jamás y era agresivo. Un día me lo encontré a mi paso y me dijo que había perdonado a su padre. Empezamos a buscar a la madre y ya está con ella".

Proyecto de Manos Unidas en Benín (I)

La policía trabaja mano a mano con las religiosas. Recorren la ciudad y captan niños que puedan sufrir algún tipo de abuso. La imagen de Parakou cambia totalmente a la de Cotonou, ciudad protagonista de los anteriores reportajes. El gris da paso al azul del cielo y las obras se extiendes a lo largo de toda la carretera. Según explican las personas que viven la zona, la mejora en infraestructuras se debe al algodón y a que el presidente del país, Patrice Talon, tiene una empresa en este sector.

Agbohounta Gildas, de 28 años, es un policía que trabaja en el servicio del menor de Parakou, y tiene un fuerte sentimiento de ayuda hacia los menores. El joven explica las dificultades de su día a día: "No tenemos un local para hablar con los niños. Tenemos muchas dificultades porque no disponemos de vehículos para trasladar a los jóvenes cuando estamos a cinco kilómetros. He formado a jefes de barrio por si se enteran de algún caso que me llamen. Interrogamos a los padres cuando es oportuno y comenzamos un procedimiento judicial. Nos encontramos con unos cincuenta cada trimestre. Me choca, me afecta y estoy desbordado. Hay muchos casos de violación, maltrato, trata…".

Las historias que le llegan casi cada día son de verdaderas películas de terror. "Una mujer maltrataba a una niña que la quemaba con la plancha ardiendo. Lo hacía para castigarla y tenía grandes cicatrices. La detuvimos y la condenaron seis meses. También hay situaciones de niñas vendidas. El pasado 31 de octubre detectamos a una joven, de 14 años, que estaba desplazada en Nigeria trabajando en un campo de arroz. Conseguimos traerla aquí, había sido secuestrado de una región cercana a Togo".

Senabo, de 12 años, es una niña despierta y con una mirada alegre a pesar del drama que ha padecido. Sus manos hablan más que sus ojos. Su tía la maltrataba y le hacía pasar hambre. "No me daba mucha comida y un día me comí un pescado y mi tía me metió los dedos en aceite hirviendo. No me llevó al médico, estuve varios días encerrada y se me empezaron a pudrir. Los vecinos llamaron a la policía. Metieron a prisión a mi tía, aunque pagó una fianza. Mis padres murieron y por eso estoy aquí. Estoy bien con las hermanas, me gustaría ser profesora para tener una buena profesión", dice la joven que llegó en septiembre a la casa de S.Joseph.

En el centro las historias de explotación, trata y matrimonios forzados se suceden. Noeli, de 15 años, se muestra nerviosa ante la entrevista. Se toca el botón blanco y celeste de su camisa para canalizar esa inquietud por algún lado. "Vivía con mi abuela y cuando se muere, mi tía me pone en el mercado a vender. Mi hermana mayor me ayuda a venir al centro. Al llegar aquí las hermanas me inscribieron en el colegio que era lo que yo quería. Me despierto pronto, ayudo a limpia, estudio… Quiero ser profesora porque quiero enseñar a muchos niños como yo. Nos volvemos más ricos por lo que aprendemos".

Gracia tiene 18 años, pero con 17 su padre quería concertar un matrimonio y ella se negó, se reveló e intentó escapar. "Mi tía me intentó convencer para que me casase. Como siguió insistiendo, me fui, y me perdí en un bosque. Un señor me encontró, llamaron a los servicios sociales y me derivaron con las hermanas. Estoy haciendo peluquería y me gustaría realizar un taller para enseñar a otras niñas". Como ella mismo indica y piensan otras niñas en su misma situación: "Soy pequeña para casarme".

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