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La paradoja del crecimiento

  • Tres años después del título de Eindhoven, el Sevilla está en la élite pese a un debate que puede acabar con su técnico · El equipo de Jiménez puede firmar el récord de puntos en la Liga

Tal día como hoy, hace tres años, Sevilla vivió la mayor explosión de alegría que se recuerda por una gesta deportiva. Cientos de miles de sevillistas se echaron a la calle para recibir, agasajar, aclamar y, sobre todo, dar las gracias a los héroes de Eindhoven por aquella Copa de la UEFA que abrió el mayor periodo de gloria que imaginarse pudo por Nervión. Generaciones y generaciones de sevillistas gritaron, cantaron y lloraron con la resurrección de una gloria que parcecía perdida en los anaqueles en blanco y negro de las hemerotecas. Fue un fenómeno social que asombró en España e incluso en Europa, testigos admirados por una explosión de alegría inolvidable por mucho que, tres años después, parezca tan lejana.

Aquel triunfo en el Philip Stadion de Eindhoven, frente al Middlesbrough (0-4) enterró los fantasmas acumulados de las frustraciones de más de medio siglo y liberó a un equipo, un club y una afición que desde entonces disfrutaron de un ciclo de éxitos insospechado. El Sevilla se instaló en la élite y en ella sigue. Tres años después de aquel 10 de mayo de 2006, el Sevilla tiene en su mano volver a la Champions, es el tercero de la Liga por detrás de Barcelona y Madrid y puede lograr su récord histórico de puntos en el campeonato nacional. Para ello, debe ganar los tres partidos que tiene aún por delante, ante Osasuna, Deportivo y Numancia. Con repetir el pletórico final de Liga que hizo el equipo de Manolo Jiménez la pasada campaña habrá sumado los nueve puntos con los que superaría la barrera de los 71 a los que llegó el conjunto de Juande Ramos hace dos temporadas, la de mayor éxito del club en sus 103 años y pico de existencia.

Pero, paradojas del crecimiento, este Sevilla que tiene en su mano entrar por la puerta grande en la Champions amarrando el tercer puesto y acumulando más puntos que nunca, 72, vive en un permanente debate sobre su actual entrenador, algo que puede acabar con su trayectoria en el equipo blanquirrojo cuando finalice el curso.

Tras la dura resaca de aquel ciclo de títulos y éxitos que acabó de forma tan abrupta sólo una semana después del último título, la Supercopa de España, con la trágica pérdida de Antonio Puerta, el club se repuso de la marcha de Juande Ramos volviendo a disputar una competición europa, la UEFA. Pero la pronta eliminación de ésta, en la liguilla, abrió la caja de Pandora contra Jiménez, al que ya se le miró con lupa su labor el curso pasado.

Este mismo sevillismo que hace tres años se desgañitó de felicidad durante horas, en el larguísimo paseo triunfal del equipo desde Kansas City hasta el Ramón Sánchez-Pizjuán con paradas memorables en la Catedral y el Ayuntamiento, con la banda sonora del himno de El Arrebato de fondo, discute todos los días sobre la idoneidad del técnico de Arahal para dirigir el equipo.

Jiménez vive en el filo de la navaja prácticamente desde el primer mes en que tomó el relevo de Juande Ramos. Al primer traspié del equipo ya se le discutieron sus alineaciones, sus cambios, su forma de plantear los partidos. Comenzó a pagar el elevado precio de coger a un equipo que había sorprendido con su juego con la alegría liberada de saberse el protagonista de la larga sequía de éxitos en la historia del club. Y trabajó siempre con el soniquete del carrusel de relevos en sus oídos.

Martí comentaba una de las claves de la situación de Jiménez en este periódico: "Está condicionado por los cinco títulos, pero el trabajo de Manolo es más que válido y lo seguirá siendo". Como llegue a los 72 puntos, José María del Nido tendrá que tomar una decisión salomónica. Una decisión que podría ir contracorriente por la paradoja del crecimiento en que vive su afición.

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