Sevilla-granada · el otro partido

De la marejada a la placidez

  • El Sevilla enganchó a su afición y ésta empujó y se inclinó ante Reyes.

Después de la tormenta llega la calma. El dicho viene a cuento por el símil marinero que usó Unai Emery en su blog a la vuelta de Rotterdam, donde el Sevilla vivió una noche aciaga y, además, sus hinchas radicales, entre otros, vivieron una fea aventura por el exceso de celo de la Policía holandesa, que quiso evitar una de esas peleas que este domingo se llevaron por delante a una persona. Sin animación organizada por el boicot de protesta de los muchachos de Gol Norte, la tarde tenía un ambiente extraño. Ningún marinero se hace experto en un mar en calma, había dicho el de Fuenterrabía. Apenas hubo oleaje de inquietud a primera hora. Cuando cayó el sol, salió la luz de Reyes.

Las dudas que venía generando el Sevilla ponían un caldo de cultivo idóneo para que se torciera la tarde. Pero la marejada no fue ni marejadilla. El equipo reaccionó tras una pitada de la afición al descanso, le puso intensidad y, con ella, coto al área del Granada, enganchó a la afición, ésta empujó para que el viento soplara en una dirección y finalmente todos se inclinaron ante la calidad de Reyes.

Con un once novedoso, con Aleix Vidal de lateral derecho, Éver Banega en el puesto habitual de Denis Suárez y Deulofeu de nuevo titular, Emery apostó por un giro de timón que acabó de concretar en la segunda mitad para enderezar definitivamente el rumbo. La salida de Reyes terminó de darle al partido el temple que éste demandaba en el área rival. Vitolo se enganchó por fin al juego exterior e interior y el Sevilla goleó con placidez para solaz de una afición que no las tenía todas consigo.

Sonaron palmas por sevillanas, como refrendo al homenaje que el club le brindó a los futbolistas de los años 70, antes de que los ultras y sus cánticos tomaran tanto protagonismo en el fútbol. Éver Banega intentó hacer de Ramoní, el excelso medio de los 50 que ayer recibió la insignia de oro del Sevilla. Y el propio centrocampista terminó de enderezar el rumbo del equipo con un 2-1 que se cantó con rabia. Hubo de mediar el duende de Reyes. El utrerano fue recibido con una ovación. El sevillismo quiere ver a sus jugadores de calidad en el césped. Y por calidad ganó el Sevilla. Recorte seco en el área del canterano, centro medido y volea preciosa de Banega que da en la cruceta. Tras el barullo, penalti incluido, premio para el argentino. Luego llegarían los goles de Bacca, Mbia y Gameiro. Y todos, todos, fueron felices.

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