Cuando acudimos a la presentación de un cartel siempre aparece la frase recurrente de que es un grito en la pared. Viene a ocurrir que a veces el grito es de desolación y se ven cosas que son para salir chillando.
La cartelería no es fácil, pues hay muchas miradas puestas en ella si lo que se anuncia merece la pena. Es lo que le pasa al cartel oficial de la Semana Santa. Menos interés puede tener el de una hermandad o entidad que se suman a la larga lista de la cartelería. Sin embargo, al cartel oficial le pasa como a los pregones, que el pregón, pregón, es el del Gran Teatro y todavía sigue creando expectación pese a ser una fórmula que para algunos resulta antigua para anunciar algo; mejor dirían que está el Facebook y todos los sucedáneos de las redes sociales. Pero no, el pregón es el pregón, y a todos le gusta el traje oscuro y esperar a ver qué dicen de tal o cual hermandad.
En el cartel de la Semana Santa ocurre algo parecido. No decae su interés en lo cofrade, cuando en la actualidad no sólo aparece la competencia de siempre, sino que en las redes con tanto programa informático se ven muchos intentos para sustituirlo.
En los últimos años el cartel oficial ha caído en la polvareda del debate; como arte pictórico está sujeto a eso, a la crítica. En estas Semanas Santas se vio de todo, desde el que pasará a la historia como el de la vitola, que más que otra cosa es un pergamino, o el de este año, donde lo simple del argumento que lleva a la tela hace que pueda servir para cualquier ciudad. Uno con un discurso largo, otro utiliza el simple y los dos en el foco del debate. Y en ningún caso se puede criticar la calidad artística, son excelentes piezas de arte. ¿Pero son buenos carteles? Conteste cada uno lo que quiera.
Piensen que lo que ahora nos puede resultar novedoso o vanguardista ya lo tuvo la Semana Santa de Huelva en otra época de grandes artistas locales que pusieron su pincel al servicio de la Semana Santa, obras que aparecen diseminadas en la memoria cofrade porque no se recogieron los carteles en ningún archivo. Los avances de la tecnología y de los gustos llevó a dar un paso más, a proponer la fotografía a color como recurso cartelista; entre otras cosas porque era más barata, las hacían quienes les gustaba la Semana Santa y se evitaban alguna cartelería disidente. Así las cosas, la fotografía también tuvo un protagonismo importante.
En los últimos años se vieron verdaderas obras de arte pictórico anunciando la Semana Santa, pero otras resultaron muy discutidas. El arte no tiene por qué contentar a todos. Es arte y por eso gusta innovar.
El cartel es un grito. Claro que sí. Pero igualmente debe emocionar y eso a veces se olvida. Emocionar como una revirá, como una buena homilía, como la visión de un altar de cultos, como la luz de los candeleros que alumbran al Señor, como el azahar por la calle que desbordan los naranjos… como el pregón en la mañana del Domingo de Pasión.
Si conseguimos que el cartel tenga vida habrá servido de algo, más que para llenar paredes y escaparates. Entonces nos lanzaremos a él como esta señora, que no dudó en la presentación del cartel del Centenario de Pasión de besar con su mano el rostro excelso del Señor en el magnífico trabajo pictórico de Sergio Cornejo Ortiz. Porque además de ser arte, y sin ser una estampa, nos emociona para dialogar con Él, porque le vemos como si saliese el Señor de Pasión del papel y empezara a caminar anunciándonos así un año de gloria pasionista en su centenario, porque el Señor está ahí y nos emociona el verlo.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios