Esperanza

El baile de una mecida inmortal

  • La Hermandad de San Francisco emociona en una jornada de ensueño para los onubenses

Ni la candelería, ni los tramos de nazarenos, ni el sonido de la banda, ni el humo del incienso, ni siquiera el tiempo. Si algo se consume lento en esta vida es la mecida del palio de la Esperanza. Tanto, que se hace inmortal. Parece que se pierde en la lejanía de la calle pero siempre se queda. Se mantiene en la retina, en el recuerdo y en el corazón. Como bajada del cielo, Nuestra Señora de la Esperanza Coronada bailó en las puertas de su iglesia a la salida. El cielo en la tierra. Entre el verde y el morado de una hermandad que expira por sus dos ángeles cada Miércoles Santo por todas y cada una de las promesas del resto del año. El manto de tisú verde con su bordado en oro y sedas de colores volvió a deslumbrar en un árbol cromático que se pintó entre fachadas y balcones engalanados. Entre cordones de medallas y lágrimas de devotos. Y entre una pasión desbordada ante la cara de la Esperanza que se aleja de la razón y de las palabras.

Esperanza y Coronación de la Macarena, que interpretó el Liceo de Moguer, fue la sinfonía entre la mirada de la titular de la hermandad y los miles de devotos que se concentraron en el comienzo de un recorrido repleto de estampas pintadas entre la azul noche y la atención de la luna. La Plaza Niña, Carrera Oficial, el Hotel Eurostars Tartessos, o la calle Miguel Redondo fueron los puntos de más atención popular, pero que también continuó en cada uno de los recovecos en los que se reparte esperanza cada Miércoles Santo.

La Virgen de la Esperanza lució un corazón flamígero y llameante, de José Antonio Conradi, y un pañuelo bordado con encajes. Son sólo algunos de los cientos de detalles que escribieron la perfección de un palio que desborda los sentidos. También ayer, un pescaíto grabado en un cirio de la delantera del palio recordó a Gabriel, el pequeño asesinado en Las Hortichuelas.

Precedió a la Esperanza su hijo, el Santísimo Cristo de la Expiración, que también lució luto con un lazo negro en la delantera del misterio en recuerdo del fallecimiento de un componente de la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Expiración. El titular cristífero se alzó sobre el paso de misterio mientras reviró en la salida para comenzar a andar por las calles de Huelva, un año más abarrotadas por sentir de cerca esta cofradía. La zancada clásica de la cuadrilla de los costaleros fue la justa medida para apreciar de nuevo la obra de Ramón Chaveli.

Previa a la salida de ambos pasos se sucedieron las primeras levantás de reconocimiento. En el paso de misterio la hizo la familia Mora Blanco por la donación del retablo del Señor, y en el palio hizo lo propio el equipo de priostía de la hermandad por su trabajo en el Museo.

Todo quedó ahí. En un sueño. En una manera de andar que atraviesa la garganta. Quedó en un aliento. En un momento que no controla el tiempo si la que pasa es la Esperanza.

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