Semana Santa

Tradición con las cofradías del centro

  • Una jornada festiva que se inicia por la mañana para ver los pasos en los templos

  • En la Catedral comienza la celebración del Triduo Pascual

El Cristo de la Buena Muerte en la Plaza de las Monjas, arropado por cientos de personas.

El Cristo de la Buena Muerte en la Plaza de las Monjas, arropado por cientos de personas. / alberto domínguez

La jornada del Jueves Santo se enmarca en el centro de la ciudad y se edifica sobre los templos más antiguos, la Purísima Concepción, las Agustinas, la Merced, a los que se une el más reciente del Santo Cristo de la Misericordia. Se completará hoy con la mayor de San Pedro y la ermita de la Soledad, la única pincelada de barrio será la de Santa María Madre de la Iglesia en Viaplana. Aunque para estos últimas jornadas se pierda la algarabía de las cofradías de barrios.

Es la jornada de clasicismo en sus cofradías, la sustentan las más antiguas. Es el Día del Amor Fraterno. Se inicia el triduo que sustenta la celebración más importante de los cristianos y que se vive en los templos de manera intensa. El obispo de Huelva, José Vilaplana, presidió en la Santa Iglesia Catedral la primera jornada del Triduo Pascual que culminará con el Domingo de Resurrección tras la vigilia. Por ello la insistencia de que la Semana Santa cuente también con representación externa de lo que se celebra en los templos. La Hermandad del Resucitado será la que culmine todo.

La jornada festiva invita en la mañana a la visita a los templos de donde salen las cofradías. Es el momento de disfrutar de los detalles de los pasos, de los exornos florales, luego en la salida se escapan a la vista. Tiempo de recuperar una tradición como es en la mujer el lucir la mantilla. A ello invita la participación en los oficios y la posterior visita a los sagrarios del Jueves Santo.

Es una jornada de importante celebración y de tradición. Las cofradías más antiguas, las que conformaron la simiente de la Semana Santa actual es la que está en la calle. Se rezuma clasicismo de un patrimonio cofrade mantenido desde hace siglos. La jornada la abrió la Hermandad de la Oración en el Huerto, de la Vera Cruz sólo una representación con nazarenos de negro y verde. El Cristo, de nueva factura e inspirado en la Sábana de Turín, no procesiona aunque adquiere protagonismo en la Concepción al presidir aquí el templo y el rezo de la estación de penitencia de las cofradías.

Ese clasicismo tiene también lugares para la cofradía como su caminar junto al palacio de Mora Claros, ya que la condesa Pepita Jiménez fue la camarista y el matrimonio, el que adquirió para la cofradía el soberbio manto que es lo que configura el todo de la cofradía. Sólo hay algunos resquicios para innovar y es en el caso de la flor. El florista Antonio Rivera siempre le da un toque a las rosas, aportando un nuevo color en la tonalidad del palio, dejando que este sea el protagonista.

La cofradía se sumó al Jubileo Cintero, en la celebración del 25 aniversario de la coronación canónica de Nuestra Señora de la Cinta, e invitó a la junta gestora a realizar la primera levantá, presidida por Bienvenido González Roldán. El palio de los Dolores, la coronada del Jueves Santo, lleva en su frontal una artística imagen de la Virgen Chiquita, un permanente homenaje a la Patrona de Huelva.

La salida de la Oración se funde en el tiempo en un espacio cercano con la Buena Muerte, que lo hace desde las Agustinas. Recién celebrado el centenario fundacional la cofradía mantiene su tradición estudiantil, que es la que le da su sentido de archicofradía vinculada a todas las asociaciones y congregaciones agustinianas de cuyo tronco parte la hermandad. Los penitentes volvieron a salir del colegio para recoger a los sagrados titulares en Tres de Agosto. Es todo misticismo, donde se notan las manos angelicales de las Madres Agustinas, que este año abren las puertas del zaguán de la Plaza de las Monjas para asomarse a ver los pasos que pasan delante de su iglesia en la Carrera Oficial.

En este entorno casi se nos cruza la más joven de las cofradías de la jornada, la del Cristo de la Misericordia, que es la segunda en entrar en la Carrera Oficial. Su discurrir es sobrio de la calle Rábida hacia la Carrera Oficial, no son muchas chicotás. Rúan serio que anuncia la esquila del muñidor, un sonido que conjugaba con el del tañir de la campana de su iglesia. De vuelta tuvo su encuentro con las Hermanas de la Cruz en su iglesia conventual, lo mismo que la Oración en el Huerto.

La Merced, además de su sabor catedralicio también reivindica su pertenencia al barrio, lo que le imprime un sello especial dentro del clasicismo propio de la cofradía, con un patrimonio exuberante, tanto en imágenes como en sus pasos y, en especial, en la elegancia de su palio juanmanuelino. Es la luz de la tarde la que le envuelve de un aspecto especial, dejando ver el barroco mercedario y los cabezos que son su atalaya. La cofradía dejó en esta salida su recorrido por Santa Fe, sólo fueron dos años. Se desviaba bastante para coger por unas calles que dejó de transitar la cofradía cuando hace más de un siglo iba a San Pedro. Este año la vuelta se realizó por la Plaza de las Monjas hacia Ciudad de Aracena para acortar en el recorrido y tras no haber acuerdo con la Oración en el punto del candelabro de la Concepción.

A escasas horas saldría el Nazareno a las cuatro de la madrugada, hasta la mañana.

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