Semana Santa

Huelva en la devoción entre dos reinas

  • La Victoria y la Esperanza llenan las calles en la jornada más mariana

  • El Prendimiento cumple 25 años de su llegada al Miércoles Santo

La Virgen de la Esperanza, en el dintel de su casa que se bendijo hace 25 años.

La Virgen de la Esperanza, en el dintel de su casa que se bendijo hace 25 años. / josué correa

El Miércoles Santo tiene un color especial y una música distinta. Es el día de la devoción mariana de la Semana Santa con las vírgenes de la Victoria y la Esperanza, las dos imágenes coronadas.

El Polvorín tiene un latir distinto cuando se trata de esperar a María Santísima de la Victoria. La calle Pablo Rodríguez hasta la Plaza de España todo es un cordón de devoción en el que se extiende la salida de la cofradía, porque la hermandad es el barrio mismo. Hay un mar de gente, un ansia de Victoria, nace en la tarde un tiempo distinto. El hermoso paso de plata y puntadas de oro se completa con los azules y rojos del Barrio Obrero. Así llega al encuentro de la ciudad. La Victoria baja por su paseo hacia la Plaza de España. La tarde es especialmente calurosa y se busca la sombra entre los tres acebuches del jardín central de la Plaza de España. Es el lugar para verla bajar entre esa multitud de personas que se suman a esta salida.

Cuando asoma la Virgen de la Victoria al desembocar por la calle parece venirse a todos. Arriba de lo que fue el cabezo de San Cristóbal. Se le espera con esa devoción exaltada de marianismo que le acompaña con la música de los vivas y guapa. Se para ante su azulejo, uno de los muchos que tiene dedicado en su recorrido. Pero este es muy especial, es el de su paseo y nos recuerda también a su coronación canónica. La Victoria baja al encuentro de la ciudad que la hace suya. Viene a Huelva, como se decía antes; cuando todo era más reducido pero no por ello con menos devoción, pues fue aquella la que dio lugar a que hoy el cortejo que acompaña a la cofradía sea especialmente numeroso. Baja con elegancia, con suavidad; sobre los varales se escucha la música de los caireles. Y ahí está el arco. Ese que se adorna este día con la tradición cofrade. No es fácil la maniobra. Aquí el palio se enciende con la luz de la tarde y suena Victoria del Polvorín y es entonces cuando todo tiene sentido, justificando la emoción. Y el palio de la Victoria desemboca en la misma alameda Sundheim ocupada de acera a acera por una multitud que es una alfombra para acercar a la Victoria hasta El Punto y las hermanas de la Cruz, donde tiene un encuentro especial con las Hijas de Santa Ángela.

El convento tenía dos reposteros con las santas de la comunidad, sor Ángela y Madre Purísima. Hace 25 años la Esperanza salía de esta casa y lo hacía porque había estado recogida, en esta ocasión para dar amplitud a su casa, convertida en el hermoso joyel que es hoy. Muchos esfuerzos que en la tarde de ayer movían los recuerdos. Y la Esperanza volvió a posarse en el dintel del cielo, como dijo su capataz para con la marcha Esperanza Coronada hacerse con su calle y una Plaza Niña que fue ayer uno de esos puntos donde todo rebosa cofradía. Se escuchaba Esperanza por Huelva Coronada. La llegada al convento fue muy especial, los protagonistas fueron las voces blancas del Liceo de Moguer, cuya banda de música acompañaba a la Esperanza, que cantaron el Ave María.

En esta jornada nadie se olvida ni de los cristos a los que acompaña la Victoria y la Esperanza, Humildad y Expiración; ni mucho menos de las otras dos cofradías de la jornada. El misterio de la Humildad estrenando nuevas figuras de Elías Rodríguez Picón. En la Expiración, de aniversario por sus 40 años de cuadrilla de costaleros.

En el Prendimiento se ve que esta también es una jornada especialmente de barrio, del suyo del Carmen y más tarde por la Vega Larga para hacerse con la Merced. Tenía aquí el sabor catedralicio en su paso junto al primer templo de la Diócesis.

Y El Polvorín con Isla Chica y la Esperanza que también es barrio en el centro, el de San Francisco que renace en esta tarde.

En el Prendimiento todo comenzó temprano y el barrio estaba impaciente para ver el correr del cerrojo de la reja de la parroquia del Carmen. Recordaba cómo hace 25 años se abría otra reja, la del Colegio Príncipe de España para que saliera la cofradía por vez primera a incorporarse a esta jornada.

La Hermandad del Prendimiento mostraba un magnífico cortejo. Se nota que el barrio no sólo les acompaña, sino que forma parte de la cofradía; muchos monaguillos con sus madres, ellos son los que dan una nota simpática y son el futuro.

La Santa Cruz puso en la jornada el contrapunto del silencio, con la sobria esquila del muñidor. Un año más en la Concepción y han completado el misterio con la imagen Arimatea, todo se irá andando. Tras el cierre de la Carrera Oficial, después de la algarabía de la jornada mariana, regresaba a la Concepción entre la oscuridad de la noche la Cofradía de la Santa Cruz.

A la jornada del Miércoles le quedaban muchas horas de Victoria y Esperanza, de saetas y petaladas. Este año de manera especial la Esperanza cambiaba a su encuentro con los antiguos vecinos del antiguo Brasil en su azulejo de la Gran Vía. Allí le cantaron Guillermo Cano y Mari Ángeles Cruzado y se renovó como uno de los grandes escenarios cofrades de la Semana Santa, como luego sería Miguel Redondo.

De nuevo el Barrio Obrero para llegar a El Polvorín, donde a la Victoria le esperaba esa lluvia de pétalos que es sublime.

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