sanidad

El paro perjudica seriamente la salud

  • Aunque el impacto de lo social en la salud es conocido, un nuevo estudio subraya que estar sin empleo se asocia con un mayor riesgo de consumir hipnosedantes o cannabis

Imagen de archivo de un grupo de personas guardando cola en una oficina de empleo.

Imagen de archivo de un grupo de personas guardando cola en una oficina de empleo. / julio gonzález

A la hora de hablar de prevención se suele aludir a los hábitos saludables y su capacidad para evitar factores de riesgo: comer sano, hacer ejercicio, no fumar, etc... Y así es, pero establecer estrategias de prevención en materia de salud pública exige aceptar la realidad que ha tocado vivir y aproximarse a ella con voluntad de entender las cosas en su contexto. ¿Porqué usar drogas? ¿Quiénes lo hacen? ¿Qué determina tus elecciones de alimentación y en la cesta de la compra? Así, se ha demostrado que son los factores sociales y económicos los que determinan en gran medida la salud. Eso exige que las políticas públicas asuman que entre los determinantes de la salud de la población hay más de fractura social que de escasa suma de voluntades personales para cuidarse. Un nuevo estudio que acaba de publicar Gaceta Sanitaria, realizado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona en colaboración con el Instituto de Salud Carlos III, indica que la desocupación se asocia a un mayor consumo de riesgo de cánnabis y de hipnosedantes tanto en las mujeres como en los hombres.

En su trabajo indican que pese a que existen diferencias que pueden explicarse por la desigual distribución del consumo de sustancias en ambos sexos según el nivel de estudios, los resultados son concluyentes al afirmar que la desocupación se asociaba al consumo de sustancias tanto en los hombres como en las mujeres.

La salud pública tiene más que ver con la fractura social que con la voluntad individual

El estudio concluye que el 6,7% de los 7.942 hombres entrevistados para este trabajo manifiesta un consumo de riesgo de alcohol. Para el grupo de mujeres (6.171), la cifra se reduce a la mitad, al 3,5%. El consumo recurrente de cánnabis también es casi cuatro veces superior en hombres que en mujeres (3,7% frente al 0,9%), mientras que en el caso de los hipnosedantes la situación se revierte y son las mujeres las que consumen casi el doble que los hombres (15% frente al 7,6%). Los autores de este trabajo también han querido analizar si estas diferencias entre sexos se mantienen en función del nivel educativo y la situación laboral de los participantes. Así, se observa que a menor nivel de estudios, mayores diferencias de sexo en el consumo de estas sustancias.

En el caso del alcohol, los hombres que sólo tienen estudios primarios presentan un consumo de riesgo hasta cuatro veces superior que las mujeres con el mismo nivel de estudios (9,3% frente al 2,2%). Así, mientras en el caso de los hombres un mayor nivel educativo influye en el menor consumo de alcohol, reduciéndose al 4,1% en la población activa masculina con estudios universitarios, en las mujeres no parece un factor determinante, situándose la cifra en torno al 3% en los diferentes niveles educativos. Algo parecido sucede con el consumo de cánnabis. Los hombres con menos estudios consumen casi tres veces más que los que tienen educación superior. Además, tanto hombres como mujeres desempleados consumen más esta sustancia que las personas que tienen trabajo.

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