USO DEL CASTELLANO

El juego de las lenguas

  • El Manifiesto por la Lengua Común lanzado ante el fomento del catalán, el euskera y el gallego aviva el debate del bilingüismo. Intelecturales consultados por RDA apuestan por el equilibrio, sin confrontación, y por respetar la libertad individual

La sobrina nieta de Francisco García Tortosa tiene 4 años, vive en Cataluña y no sabe hablar castellano, sólo lo entiende un poco porque su abuela juega con ella en español. Después de relatar la anécdota, este catedrático de Filología de la Univesidad de Sevilla tiene muy claro su apoyo al Manifiesto por la Lengua Común que están impulsando en España un grupo de intelectuales capitaneados por el filósofo Fernando Savater y al que se han adherido ya formalmente más de 90.000 ciudadanos en los últimos días. Conoce bien la situación en Cataluña, donde reside temporalmente todos los años. Hasta ahora, asegura que el 80% de los jóvenes que se cruza por la calle hablan en español, pero teme el resultado que tengan en unos años las políticas lingüísticas que aplican en el colegio de su sobrina.

El granadino Gregorio Salvador, miembro de la Real Academia de la Lengua (RAE) desde hace 22 años, cree que el tío abuelo tiene motivos de preocupación. Según él, hoy se asiste a un “atentado contra los derechos humanos” y piensa que la situación es de extrema gravedad, pues España es el único lugar donde la lengua castellana está perdiendo usuarios, mientras que el Instituto Cervantes sigue abriendo sedes en todo el mundo y en EEUU el español es la segunda lengua más demandada. 

Estos datos demuestran que el castellano se defiende solo, sin necesidad de manifiestos. “Yo lo firmé ya hace más de 20 años”, dice el académico Gregorio Salvador. Las advertencias del filólogo, recogidas en sus libros y artículos publicados, se refieren al riesgo que supone que a las personas se les prive de un instrumento tan valioso como es la lengua “pues sus posibilidades vitales y culturales serán menores”.

En Cataluña y Galicia no se puede estudiar sólo en castellano y en el País Vasco, en muy pocos sitios, una situación que tenderá a desaparecer en breve. Edurne Uriarte, catedrática de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco, asegura que en su comunidad, en materia lingüística, hay una aparente paz social, “porque la inmensa mayoría de la gente tiene miedo a protestar”. Según ella, la imposición del credo nacionalista es de tal nivel que muchos ciudadanos temen que si reclaman el derecho a estudiar en castellano les puedan tildar de “malos vascos”.

Pero no todos los españoles tienen la misma percepción, aunque la mayoría de los intelectuales consultados coincide en que la convivencia entre los españoles de diversas hablas es fluida y que el problema viene impuesto desde arriba. “La acritud nacional está en otras esferas que no son las del pueblo ni las de las personas realmente libres y respetuosas con la idiosincrasia de otros”, comenta la sevillana Julia Uceda, Premio Nacional de Poesía. Ella vive en Galicia desde hace treinta años; dirige la Colección de Poesía Esquio, en la que se publica, anualmente, el premio del mismo nombre en convocatoria rigurosamente bilingüe; y habla con sus amigos sin problema. “Ellos lo hacen en gallego si son gallego hablantes y yo en castelán,  mi lengua propia”, comenta .

No se trata de defender el idioma, sino a los ciudadanos que hoy tienen libertades de las que se les privó en otras épocas. “La situación actual es más grave que la que se vivió durante el franquismo, cuando se impuso en las comunidades autónomas bilingües la enseñanza exclusiva en español”, reitera Gregorio Salvador, que observa que hoy se han invertido las tornas.

Precisamente, esta comparación ha provocado que el escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald se niegue rotundamente a firmar el manifiesto. “Ese fondo es equívoco, el manifiesto me parece alarmista e innecesario; hay algo en esto que me recuerda las proclamas franquistas exigiendo a los catalanes, vascos y gallegos que hablaran la lengua del Imperio”.   Él no considera que la lengua esté en peligro ni exista un riesgo de exclusión, aunque admite que pueda haber alguna imposición en temas educativos o administrativos. “Pero el asunto no está tan enconado como dicen, la campaña es inoportuna”, comenta.

Por el contrario, quienes han lanzado el manifiesto argumentan que la situación es límite y que con este documento pretenden decir de nuevo “basta ya”, según explica Alberto González Troyano, uno de los primeros en estampar su firma junto a la de Vargas Llosa. Para este escritor y profesor de Literatura Española de la Universidad de Sevilla, quizás sea exagerado hablar de persecución o acoso al castellano, pero  critica las políticas nacionalistas. 

El fallo aparece cuando las lenguas se utilizan para buscar rentabilidad política.  “A través de la lengua se puede llegar a conmover sentimientos y recuerdos y los nacionalistas han encontrado ahí una clave para manipular y aglutinar”, añade González Troyano. Desde el País Vasco, Eduarne Uriarte coincide en que “ciertas élites políticas quieren marginar una lengua de comunicación con el objetivo de imponer otra que quieren usar para hacer política”.

La cooficialidad de las lenguas es una bandera que han enarbolado ya varios partidos. La movilización ciudadana se inició en un primer lugar dentro de las comunidades autónomas bilingües, donde surgieron grupos de padres, básicamente, molestos por las dificultades que tenían para educar a sus hijos en su lengua materna. Denuncias apoyadas desde las filas del Partido Popular, que esta semana ha endurecido sus críticas tras conocer que el Gobierno vasco obligará a atender en euskera en grandes comercios y empresas en el plazo de cuatro años, una decisión que el PP considera “fascista”. Mientras tanto, uno de los partidos que más respaldo da a la difusión del manifiesto, UPyD, apuesta por ampliar la campaña y organizar nuevos foros de debate sobre “las situaciones discriminatorias” del castellano en las zonas bilingües.

El debate ha entrado estos últimos días en una esfera política que ha obligado a algunos firmantes a abandonar la campaña. Uno de ellos es el poeta y Premio Cervantes Antonio Gamoneda. La forma de plantear esta reivindicación es, prácticamente, el único argumento para no sumarse a ella.  Así opina también el escritor gaditano Eduardo Mendicutti, que suscribe el manifiesto “en abstracto” porque dice cosas “bastante sensatas”. “Está bien que uno apoye su lengua, cuide su propio idioma y entiendo a los escritores gallegos, vascos o catalanes que lo hacen y si hay algún problema está bien que uno recuerde que el castellano es la lengua de todos, pero sin recurrir a la confrontación con otras lenguas e incluso con el Gobierno”, comenta.

En este sentido, la cordobesa Ángeles Mora, de la Academia de las Buenas Letras de Granada, cree que “ya es hora de dejar la prepotencia castellanista, propia del PP, para sentirnos todos dentro de un Estado común y en un plano de igualdad”.  Otros son aún más críticos, como el catedrático de Literatura de Granada Juan Carlos Rodríguez, que asegura que no cree en nada de lo que dice el manifiesto sobre la lengua común. “Es estúpido pensar que las lenguas sean expresión de un espíritu nacional: ésa es una fantasmada capitalista la use quien la use”, afirma.

Hay disparidad de opiniones en este amplio debate. Julia Uceda está convencida de que el manifiesto no pertenece a ningún partido político y, por ello, lo ha firmado.  Por ahora, el texto está logrando una amplia movilización, pues  ha sido ya firmado por profesionales de ámbitos diversos, desde el prestigioso psiquiatra cordobés Carlos Castilla del Pino, al hasta hace días seleccionador nacional de fútbol Luis Aragonés. El documento nace como respuesta a la reacción de los partidos nacionalistas, acusados de excluir y silenciar la lengua de todos los españoles. Y ahora, desde determinados sectores, se considera que la persecución, si la hay, es contra estas lenguas minoritarias. “Rara vez he estado de acuerdo con Esquerra Republicana pero, como este partido dice, pienso que realmente el catalán es la lengua que está en vías de desaparecer”, relata  García Tortosa. No obstante, según este profesor, esta amenaza poco tiene que ver con el español, sino con la globalización. Una lengua que hablan más de 400 millones de personas fagocita a cualquiera otra que esté en minoría. Favorecer la enseñanza y uso de una lengua minoritaria por encima de la común sería algo “involucionista”, comenta Alberto Egea, doctor en Literatura comparada e investigador del Centro de Estudios Andaluces. Él defiende el bilingüismo y el plurilingüismo que se aplica con éxito en Miami, donde está una de las universidades en las que ha estudiado.

En plena era de la globalización, en España se está planteando ahora la posibilidad de reformar la Constitución para frenar el avance de otras lenguas. El traductor y escritor sevillano Antonio Rivero Taravillo, reputado celtista, alega que Irlanda no habría logrado nunca el nivel de progreso actual si la lengua común no hubiera sido el inglés. La clave está en encontrar el equilibrio y evitar que  el catalán, el euskera o el gallego se conviertan en la primera lengua en esas comunidades en perjuicio del castellano. “Las lenguas son un patrimonio que hay que conservar, pero no hay que dejar de lado el español”, opina el onubense José María Vaz de Soto, autor de un ensayo en defensa del habla andaluza. Este escritor ha vivido seis años en el País Vasco, ejerciendo de profesor, y asegura que en Vitoria apenas nadie hablaba el vascuence.

Los problemas surgen por el incumplimiento de la legalidad vigente. La Constitución recoge en su título 3  que el castellano es la lengua española oficial del Estado y que todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. “No hace falta modificar nada si se cumple plena y llanamente con este artículo”, considera Ana Carmona, profesora de Derecho Constitucional en Sevilla, el mismo argumento que repite en los últimos días el Gobierno de Zapatero. El mismo texto del 78 establece en un segundo punto que las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos. “No se puede hablar de una lengua única, sino común, y en determinados lugares de España no se puede primar a una por encima de la otra”, añade el catedrático Ángel Rodríguez, que imparte la misma asignatura en la Universidad de Málaga. En Galicia, Cataluña y el País Vasco hay dos lenguas oficiales reconocidas por ley. “Parece que el manifiesto quiere ir un paso más allá de la mera defensa del bilingüismo, pues también reivindica que los representantes políticos usen sólo el castellano dentro y fuera de España en los actos institucionales”, matiza.

 Llegados a este punto, al malagueño Antonio Soler poco le importa si el debate está politizado o si hay que cambiar la legislación. “No vamos a ser esclavos de nuestras propias leyes y puede que se haya utilizado la cuestión de manera política, pero no por eso vamos a estar callados”, comenta el escritor, que se ha adherido al manifiesto con la esperanza de que la sobrina nieta del catedrático García Tortosa hable catalán, castellano y otras lenguas.

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