OPINIÓN. EL BOLSILLO por JOSÉ IGNACIO RUFINO

Risoterapia en el tajo

De toda la vida, y con mayor o menor éxito, el sentido del humor en los centros de trabajo se ha concentrado en dos figuras: el gran jefe, que tiene patente de corso y recibirá su feed-back sea cual sea la parida, y el simpático oficial, que lo mismo distribuye chistes nuevos que te organiza una performance cómica –por ejemplo, contoneándose diciendo “¡el brikindans!”– en la máquina del café. Estimo que, más que criticable, esta figura desengrasante debería tener un plus en nómina. Se lo curra y, con deshonrosas excepciones, anima la oficina. Sin embargo, querer institucionalizar algo como el sentido del humor –etérea cualidad donde las halla– es algo distinto. Y hay quien lo exige. Glups.

No sé si entre las muchas influencias de la primavera en el carácter y el cuerpo se encuentra la de producir paranoia pero, en cualquier caso, puede que yo esté cayendo en ella. Si creí ver un montaje tras la vuelta al mostrador y el Happy Meal por parte de un joven galés al que ha tocado una fortuna en la lotería, esta semana he tenido la certeza de que los ejecutivos con bombín, terno negro y paraguas que se han manifestado frente al Ministerio de Trabajo el uno de abril estaban haciendo también truco: lobos de la publicidad gratuita disfrazados de buen rollito. Detrás de la risueña mani que pedía a Caldera la instauración en España del Día Mundial del Trabajo Divertido está una incipiente consultora de recursos humanos –Humor Positivo se llama–, que ha conseguido así su minuto de gloria en los medios, telediario de las tres incluido. A cambio de nada; olé ellos. La semana que viene puede que la líder mundial del látex filtre un informe donde se comprueba que el uso periódico del dispositivo durex-play mejora sensiblemente el clima laboral. Y no quisiera dar ideas.

Reírse es necesario, pero dentro de un orden; no todo el tiempo y en cualquier circunstancia: seguro que hay informes que concluyen que quienes se ríen sin parar suelen tener la corbata manchada de baba. Hay gente con finísimo sentido del humor a quienes los graciosos de guardia de la barra del bar le repelen, igual que las carcajadas estentóreas cerca de la oreja. Por eso, veo muy controvertido empezar a hacer training de humor, o implantar sistemas de gestión integral de la guasa, o establecer y primar grupos de mejora de la risa en el trabajo. Podríamos acabar innovando con actividades como el Café Gandía todos los primeros martes de mes, las Jornadas de Risoterapia para Auditores, unos concursos de chirigotas en el andamio, los Premios Bromista Nato, la Cena Anual del Júbilo o el portal del empleado yoesquemeparto.com.

El sentido del humor, la ya vieja pedagogía de lo lúdico y, en definitiva, divertirse tienen un efecto antiestrés y relajan la tensión ambiental. Pero que vengan los consultores a la oficina a, dicho en la jerga al uso, “implementar el sentido del humor ambiental e internalizarlo en las pautas relacionales organizativas” tiene sus riesgos y puede ser objeto de guasa, e incluso de cabreo. Piensen en estos consultores del bombín yendo a vender su producto en un invernadero de El Ejido, en un tajo de asfalto en agosto, en un vestuario de un equipo de Segunda B que no cobra su salario desde hace meses, en una firma auditora con una despiadada competencia entre compañeros, o en una Agencia Tributaria cualquiera, donde los funcionarios trabajan a un ritmo casi frenético en asuntos que tocan la fibra de la gente que va a verlos. Seguro que prefieren partirse de la risa y contar chistes, ocurrencias y anécdotas en la barra de su bar preferido, con la compañía que cada uno elige.

Hay un mito vinculado a este asunto. Suele darse por cierto que un centro de trabajo con buen ambiente es un centro de trabajo más productivo, porque se supone que existe una mayor motivación del empleado. Sin embargo, la realidad no avala esta tesis. Que la gente se lleve bien y se relacione mejor es algo ideal... para un club social o una comunidad de vecinos. Pero en el trabajo, no necesariamente es así. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Y, sólo si es posible, con una sonrisa en los labios.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios