isla cristina

Un robo frustrado por un pestillo

  • Tres encapuchados intentan acceder a un salón de juegos para asaltarlo pero una empleada se encierra por dentro y les impide el paso

  • La Guardia Civil investiga el asunto

Los encapuchados, en el momento en que intentan acceder al local por la puerta de la calle Profesor Ramón Noya.

Los encapuchados, en el momento en que intentan acceder al local por la puerta de la calle Profesor Ramón Noya. / h. información

En la madrugada del domingo 11 de marzo Noelia Carrasco se encontraba trabajando en el salón de juegos del que es empleada, en la barriada de Punta del Caimán de Isla Cristina. Pasada la media noche el número de clientes comienza a descender de forma drástica y la joven empieza a recoger antes de que acabe su turno, a las 2:00. Esa noche ya había empezado a limpiar el establecimiento de máquinas recreativas cuando una mujer llamó a la puerta, que ella suele mantener cerrada por precaución. "Entró una mujer con muy malas pintas, tenía la cabeza tapada con la capucha, pero se destapó y pude verle la cara", indica Noelia a este periódico.

Esta mujer accedió al negocio "para comprar tabaco", pero escudriñó todo el local antes de marcharse. "Llegó a entrar incluso al cuarto de baño; deduzco ahora que ella hizo eso para ver si yo estaba sola". Carrasco se despidió de la extraña cliente, cerró de nuevo la puerta y continuó con las labores de limpieza del local.

No le di importancia hasta que vi las imágenes de las cámaras de seguridad"

Escasos minutos más tarde la puerta sonó de nuevo. En esta ocasión era "un chaval que compró dos paquetes de tabaco". Se marchó y cerró otra vez. "Al poco volvió, diciendo que había perdido un paquete y que era para un amigo; se miró en los bolsillos y encontró uno y vio que el que había perdido era el suyo, pero se fue sin comprar más tabaco", pese a la supuesta pérdida. La trabajadora ya tenía la mosca detrás de la oreja, si bien siguió centrada en sus labores.

La tercera llamada a la puerta se produjo escasos minutos después. "Para abrirla tengo que empujarla hacia afuera y la persona que llamó esa vez, un hombre, se puso en el umbral, dándome la espalda y mirando a la calle, y gritaba a alguien: "Venga, venid ya para acá, traed eso, corred". No pudo identificarlo porque, además de darle la espalda, ocultaba la cabeza bajo la capucha de la sudadera.

Ella le preguntó que qué deseaba y "él me hizo un gesto con la mano para que me esperara". Entonces Noelia se percató de que este individuo tenía unos guantes puestos, "de esos que se compran en los chinos la gente que trabaja en el campo, con la palma de plástico" y el dorso de tela.

La mujer se puso nerviosa y cerró la puerta sin dar lugar a reaccionar al encapuchado. "Cuando llegaron los otros yo ya tenía echado el pestillo".

Eran las 00:49, como consta en las cámaras de seguridad del establecimiento, cuando tres hombres provistos de guantes, capuchas y bragas bajo los que ocultaban su rostro irrumpieron en la calle Profesor Ramón Noya con la intención de acceder al salón de juegos. Pero se toparon con una puerta cerrada que, todo apunta, acabó frustrando sus planes de asaltar el establecimiento.

La trabajadora, haciendo gala de unos nervios de acero y una tranquilidad pasmosa, no llamó a la Guardia Civil. Disponía de un botón del pánico que hubiera alertado a las autoridades inmediatamente, pero no vio que la situación revistiera peligro.

No obstante, narra a este rotativo cómo los supuestos cacos permanecieron durante "entre 15 minutos o media hora" llamando a la puerta, "moviendo la manilla y dando golpes y llamándome por el cristal". Ella hizo caso omiso y continuó limpiando el local. Finalmente, procedieron a la retirada.

Noelia Carrasco, una vez que terminó todos sus quehaceres, abrió la puerta para comprobar que se habían marchado, sacó la basura y se marchó a casa sola y a pie. "No le di tanta importancia hasta que vi las imágenes que habían grabado las cámaras de seguridad; entonces entendí de lo que me he librado".

En esas grabaciones, concretamente en las de una calle aledaña, "se les ve perfectamente cómo se visten", por lo que entiende que los investigadores deben tenerloa identificados. La trabajadora considera que el objetivo de los cacos podía ser la máquina de cambio. El negocio ha reforzado la seguridad.

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