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La playa de Matalascañas ha perdido 200 metros en dos siglos

  • El Ayuntamiento almonteño propone la construcción de diques, una iniciativa que respalda un estudio de la UHU sobre la costa de Doñana · Junto a esta actuación se precisa una regeneración del litoral

Por enésima vez, un temporal se ceba con las playas almonteñas de Matalascañas, dejando a su paso un paisaje desolado tras una nueva demostración de fuerza de la naturaleza. Sin embargo, un diagnóstico más profundo revela que lo más preocupante es constatar cómo el mar cada vez gana más terreno al litoral. Un estudio de la UHU advierte una media de pérdida de un metro de playa al año. En los últimos dos siglos, el mar ha engullido 200 metros de playa. En base a ello se precisan de medidas que no se circunscriban única y exclusivamente a la regeneración sistemática de su costa cada vez que un temporal decide hacer de las suyas y el mar reclama su tributo en forma de arena.

El Ayuntamiento de Almonte considera, y de ahí que así venga reclamando, soluciones que pasen por el repoblamiento de espigones en peine que flanquearían, a modo de escolta, toda la lengua de arena frente al rompeolas.

La petición de la institución local, lejos de ser una iniciativa meramente política, se encuentra respaldada por un profundo Estudio morfodinámico del litoral de Matalascañas, el cual firman Antonio Rodríguez, Juan Antonio Morales y Mercedes Cantano, miembros del grupo de Geología Costera de la Universidad de Huelva.

En sus páginas se ofrece una radiografía pormenorizada a través de los cinco kilómetros de costa del núcleo costero y su orografía: compuesta por "una playa arenosa de escasa pendiente, adosada a un acantilado arenoso de unos 10 metros de altura que pierde cota conforme nos desplazamos al Este, soterrado por los sistemas de dunas móviles de Doñana"

El estudio concluye que con anterioridad a la construcción de los llamados espigones en peine, es decir según los datos comprendidos entre los años 1956 y 1977, la playa de Matalascañas "tenía un comportamiento muy irregular con zonas de hasta 150 metros de extensión y otras de no más de 30". Si estos datos se cotejan con la situación actual se demuestra que estas construcciones en peine favorecieron el hecho de que el litoral fuese más uniforme y sin espacios tan dentados, "alcanzando valores medios en torno a los 50-70 metros".

Por todo lo enunciado consideran que ésta infraestructura marítima llevada a cabo en el año 1979 "ha dado resultados positivos, disminuyendo la tasa de erosión respecto a las zonas adyacentes y favoreciendo la regularización y homogenización de las playas".

Los expertos concluyen que "las zonas próximas a la urbanización que han sufrido en mayor medida los procesos erosivos son las que se encuentran fuera de la acción de los espigones, por lo que sería aconsejable extenderlos sensiblemente hacia estos espacios".

En efecto, el análisis geomorfológico de la UHU revela que "las zona que han experimentado una menor erosión son aquéllas en las que se ubicaron estas infraestructuras. Estos procesos erosivos han continuado alimentados por los temporales invernales, siempre coincidiendo con "rangos mareales elevados que han seguido afectando al sensible acantilado del Asperillo, especialmente en los extremos, donde los espigones son menos efectivos".

La razón se debe, detallan los expertos, al hecho de que el retroceso es continuo e imparable" y quizás hasta cierto punto natural.

Para confirmar esta tesis se tomaron referencias que midieran de forma incontestable esos metros que gana el mar. Para esta empresa los geólogos tomaron como referencias las distintas torres almenas.

En el caso de la Torre del Pico del Oro se cita que "actualmente se encuentra a unos 90 metros del frente del acantilado y ya en un texto anónimo de 1756 se puede leer: está combatida del mar que la circunda en las mareas crecientes, y las vertientes del arroyo que en las menguantes corre por su piel; lo cual ocasiona continuas ruina". De este modo por la relación entre la distancia actual y la original se estima un retroceso de unos 0.4 metros/año de media para los últimos 240 años.

Para la torre del Asperillo se comprobó que sólo era visible en mareas muy bajas a mediados del siglo XVII, en base a lo cual los geólogos calculan un retroceso de 300 metros desde 1756 a la actualidad, lo que comporta 1.2 metros año. En lo que respecta a la torre de la Higuera, esos mismos textos certificarían una ganancia para el mar de 170 metros en los últimos 240 años, que traducido en años arrojan un avance 0.7 metros.

Por último, la torre de Carbonero, "situada en la raíz de la flecha litoral de Doñana, pierde 0.8 metros/años.

El estudio sopesa otras posibilidades para blindar la costa frente a condiciones meteorológicas adversas, desde el "aporte de arena sobre la zona supramareal", a otras incluso experimentales consistente en "evitar la resaca mediante costosas y complejas formas de drenaje. Metodología esta última que ha sido empleada con éxito en algunas calas del litoral catalán, pero que sin duda se hacen inviables en áreas muy extensas como es el caso".

Los geólogos se decantan por "posibilidades mixtas como la construcción de espigones en peine sumada a una regeneración", ya que en este caso su misión "no es la captación de arena, sino dificultar la erosión de la arena aportada artificialmente".

El estudio Universitario concluye la importancia de proseguir recopilando información "del comportamiento costero y sus variables", controlando los parámetros oceanográficos y geomorfológicos, así como de la respuesta de la costa ante estos factores para poder establecer en cada momento las correcciones oportunas a favor de la mejor gestión de este recurso".

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