En defensa del patrimonio cultural

El patrimonio cultural de Cala

HAY pueblo en la provincia que con sólo mencionar su nombre quedan asociados a una actividad económica concreta o un producto, como es el caso de Jabugo con los jamones o Palos de la Frontera con la fresa. Lo mismo podemos decir de Cala, cuyo maridaje con la minería ha hecho que sin estar en la Cuenca Minera de Riotinto, sea un referente en este campo en toda Andalucía. Claro que esta población es mucho más que eso, siendo un conglomerado de haceres y saberes que le dan un sello especial como consecuencia de ocupar un lugar cercano a nuestra vecina Extremadura.

Según cuentan, su nombre procede del término de origen grecorromano callentum, que significa hermosa, y en realidad hace mención a su nombre su impresionante medio ambiente que conforma parte del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. El aislamiento en el que ha estado, y actualmente se encuentra, por las deficientes carreteras que llegan a sus costados ha posibilitado que se conserven patrimonios culturales que han desaparecido en otros municipios comarcanos.

Su relación con los mundos celta y romano conforman un delicada página de su historia. Debió de ser precisamente en esta época cuando las minas de Cala fueron aprovechadas por los hijos de Rómulo y Remo como se puede ver en los numerosos escoriales hallados.

Otro elemento fundamental del patrimonio lo constituye su castillo árabe que se erige en un cerro próximo al caserío y que sirvió para articular una importante línea defensiva contra Portugal a partir del siglo XIII. Una vez conquistado el territorio por los hijos de la Cruz, esta zona tan estratégico fue reservada por los reyes castellano-leoneses como tierra de realengo dentro del Reino de Sevilla. La conquista cristiana había provocado un despoblamiento de este espacio, auspiciándose desde el poder una repoblación con gentes venidas de norte peninsular que han conformado la forma de ser y sentir de los caleños.

La topografía ha hecho de Cala un imponente manto vegetal donde la Rivera de su mismo nombre peina el territorio, escoltada por numerosas serranías entre las que se cuentan San Benito, Castillejo, Dehesilla, Trastejón, Villarejo y La Cucharera. Los paisajes adehesados de encinas, quejigos y alcornoque suben y bajan por los numerosos cabezos y valles, apareciendo de vez en cuando zonas llanas donde los pastizales son preciado alimento para el ganado.

A ello hay que sumar las huellas de las numerosas explotaciones mineras que han alterado el paisaje y condicionado los aprovechamientos. Parece ser que hasta finales del siglo XIX no se comienzan a explotar, de nuevo, las minas de Cala cerrándose el largo paréntesis abierto desde la época romana. El capital foráneo hace acto de aparición con la llegada de portugueses, ingleses, alemanes, para finalmente hacerse con las minas empresarios vascos. Dentro del argot minero van a ser frecuentes lugares como la Sierra del Castillejo o minas como Teuler o La Sultana.

En agosto de 1905 la Compañía de Minas de Cala construyó un ferrocarril hasta San Juan de Aznalfarache, de 98 kilómetros, para dar salida a los minerales por el puerto de Sevilla. La posibilidad de sacar el mineral de otras minas de la provincia de Huelva provocó que se construyeran nuevos ramales como el de las Minas de Teuler, La Sultana o Peña del Hierro.

Como comprenderán por lo que llevamos dicho Cala era un pueblo que cumplía todos los requisitos para organizar unas Jornadas de Patrimonio, las cuales se han celebrado entre el 2 y el 5 de abril. Durante meses se han afanado su ayuntamiento, asociaciones y vecinos en preparar, con la inestimable colaboración de la Federación de Asociaciones de la Sierra, un evento que pudiera responder al rico patrimonio. La calidad de las ponencias, el dinamismo de sus exposiciones y la hospitalidad de sus habitantes han servido para que muchos hayan pasados unos días inolvidables.

Pero también las jornadas de este año han servido como lugar de encuentro de numerosas personas venidas desde distintos puntos y para reivindicar cosas tan necesarias como la puesta en marcha, por parte de los organismos competentes, de la recuperación del antiguo trazado ferroviario minero, con el fin de crear una vía verde que haga disfrutar al turista del magnífico medio natural.

Finalmente, hacer mención a la excelente gastronomía que hemos podido degustar tanto en la carpa como en los diferentes bares y restaurantes. El buen tiempo y recursos gastronómicos tan excepcionales como el cerdo o las setas han hecho las delicias de todos los que han asistido a unas jornadas que año tras año nos descubren un pueblo diferente de la Sierra.

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