Provincia

La coronación de la Virgen del Valle reina sobre la lluvia

  • La Plaza del Corazón de Jesús acoge el multitudinario acto de coronación canónica de la Patrona palmerina, a cargo del obispo de Huelva · Todo el fervor del pueblo acompañó a la Señora en su altar efímero

Justo hace 75 años, la Palma del Condado conmemoraba un hecho histórico tatuado de forma indeleble en la memoria colectiva de su ciudadanía. Tras verse huérfanos de su patrona durante la Guerra Civil, la nueva talla de la Virgen del Valle recibía sus bendiciones y volvía a concentrar el fervor de sus hijos en aquella advocación de María sanadora de los enfermos. El domingo, otro hecho inmemorial escribía sus páginas para la ciudad gracias a la coronación canónica de su patrona a manos del obispo de Huelva, José Vilaplana. Fue en un multitudinario acto en el que sus ciudadanos ejercieron de notarios y dieron fe de los hechos y de la devoción que siempre le han procesado.

Para tan magna ocasión la imagen presidía radiante el efímero altar de la Plaza del Corazón de Jesús. Ataviada para la ocasión lucía sus estrenos: la saya bordada en oro fino y realzada en sedas naturales sobre tisú de plata, y la restaurada toca de sobremanto con encajes de bolillos del siglo XIX; así como los zapatos en plata de ley con baño de oro donados por la Hermandad del Santo Entierro de La Palma que portaba su niño Jesús.

"Nunca antes la ciudad ni ella han estado más bella". Este era el comentario más recurrido entre una población pendiente de cábalas y pronósticos meteorológicos. La mañana amaneció despejada tras un chaparrón de madrugada que a primeras horas del día hizo temer lo peor. Sin embargo, el sol ganaba la partida en los cielos y se confirmaba la programación de la coronación en la explanada de una plaza que comenzaba a verse ocupada por el público con una hora de antelación al acto pontifical. Aún así, el astro rey se veía constantemente en jaque por la nubosidad que lentamente entraba por el suroeste, nublando las esperanzas de unos palmerinos que se mantenía con el corazón compungido.

La lluvia hizo un primer acto de presencia. Fue nada más las hermandades invitadas al acto tomaron lugar en sus aposentos, lo que hizo temer la cancelación de la eucaristía y el traslado al interior de la Parroquia de San Juan Bautista, que hacía de telón de fondo mostrado la señera portada de un templo que pretendía hacer de anfitrión si la llovizna persistía. A penas pasaron cinco minutos y los cielos volvieron a despejarse, ocupando nuevamente sus asientos los pocos ciudadanos que no tuvieron fe en que el sol volviese a conquistar los cielos.

En la homilía el obispo se congratuló del estado de júbilo e "intensa preparación" que precede a una coronación que simboliza "la gratitud" del pueblo en su protectora. "Venimos a cumplir la profecía de María" y, al igual que ella, ponernos al servicio de la voluntad de Dios; quien hizo "de su esclava Reina y a la Virgen Madre, coronándola de gloria", apostilló el reverendo.

Vilaplana apuntó que el trabajo de orfebrería que hoy colocan a la patrona palmerina es sólo un símbolo cristiano pues "vosotros sois la mejor corona que posee María". El orgullo que destila cuando uno de sus hijos "se pone al servicio de los pobres y humildes. Aquí tenéis ejemplos magníficos de ellos como Manuel Siurot, profesor de los niños pobres", sentenció.

Cuando el reloj marcaba las 12:10 se llegó al acto más emotivo de la jornada. El obispo subía la pequeña escalinata junto a la imagen, primero colocando el emblema de fe sobre el hijo y, finalmente, sobre la Virgen del Valle coronada. Una bellísima pieza de oro de 22 quilates, cuya obra de orfebrería ha sido realizado con el oro provenientes de sellos, esclavas, pendientes y piezas de joyería aportada por lo palmerinos.

En esos momentos una brizna de lluvia comenzó a caer del cielo, pero esta vez nadie se atrevió a abandonar la butaca. Los cohetes ensordecieron el ruido de las tormentas y las campanas repicaron, mientras que el Coro del Ateneo de Sevilla y la Orquesta Ensamble Harmonía entonaba el "aleluya", enaltecido por la bella voz de la soprano María José Villalba.

Nuevamente con el sol fuera, los vivas pusieron el broche final al ocaso de la eucaristía, que daría la bienvenida a una procesión caracterizada por una marea humana y los sones de gloria interpretados por la Banda Padre Jesús Nazareno de La Palma y la Inspiración de Huelva, a la que tomaron el relevo la de Nuestra Señora de las Nieves de Olivares y Nuestra Señora de las Mercedes de Bollullos.

Este ambiente de fiesta acompañó el desfile respaldado por casi la totalidad del pueblo, que recibió a la patrona con faldones en los balcones, arcos de flores y devoción a raudales derramados a cada paso de una imagen que a su paso por la Calle Cabo comenzó a sufrir el efecto de la temida lluvia, por lo que se decidió acortar el camino para que la Virgen del Valle estuviera a cubierto entorno a las diez de la noche.

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