Una treintena de familiares del doctor Cristóbal Roncero, asesinado en las proximidades de Valverde del Camino, se reunieron ayer, a los 80 años de su muerte, para rendirle un emotivo homenaje a través de la lectura del poema del inglés John Donne y de los claveles que sus seis nietos, biznietos y tataranietos han dejado en el viejo Puente Nuevo. Venidos de distintos lugares de España (Madrid, Sevilla, Jaén, Granada, Salamanca…) y hasta de Suecia, se han concentrado a media mañana en el lugar exacto donde fue apeado del coche de línea de Damas, en su ruta Nerva-Huelva, para ser asesinado aquel 14 de agosto de 1937. Después visitaron los lugares en los que vivió y ejerció como médico en Nerva, donde promovió una medicina social mal vista por los vencedores de la Guerra Civil. Una reunión familiar y anónima desprovista de otras connotaciones más allá del reconocimiento íntimo a su figura.

Como el domingo publicó Huelva Información, agosto de 1937 fue un mes especialmente trágico para la provincia, ya que casi 200 personas fueron asesinadas como consecuencia de un bando de guerra de Queipo de Llano, que trataba de combatir las guerrillas formadas en las sierras onubenses. La relativa tranquilidad tras el primer arreón represor del 36 se recrudeció y se produjeron muertes incomprensibles, al estar alejada la provincia de los frentes de guerra. El doctor Roncero, junto a otros dos nervenses, fueron víctimas de la nueva situación. Se le acusó de colaborar con las autoridades socialistas y de ambicionar puestos en la sanidad local. Pero nunca tuvo un juicio, la madrugada del 14 de agosto de 1937 fue sacado de su casa y asesinado en Valverde del Camino "por orden verbal de la superioridad".

Su muerte estuvo silenciada durante 80 años que ahora sus 6 nietos (Cristóbal, Rosario, Wigberta, Sara, Dionisio y Alicia), junto a biznietos y tataranietos, desde los 77 años hasta los pocos meses del más pequeño, han pisado las cunetas últimas, cerca del Puente Nuevo de Valverde del Camino, donde el doctor Roncero dejó su sangre. El centro de salud de Nerva lleva su nombre y los claveles rojos de Valverde son su último recuerdo. Su cuerpo reposa en alguna fosa común perdida hoy en la memoria.