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La Bodega San Antonio, un BIC 'apetecible' que se deteriora

  • Los últimos equipos de gobierno municipales han intentado sin éxito llegar a un acuerdo con los propietarios del valioso inmueble para hacerse con la titularidad de los terrenos

Como una historia de desamor en la que el dinero se erige en el principal obstáculo para concretar una unión. Así podría escribirse la historia entre el Ayuntamiento de Rociana y la Bodega San Antonio. Mientras que la Corporación municipal aún continúa anhelando poseer uno de los emblemas de la cultura vitivinícola más importantes de cuantos se erigen en pie en el municipio, el inmueble en cuestión espera con añoranza unas manos que cuiden y mimen unos muros y entrañas azotados por la erosión con la que el inescrutable paso del tiempo castiga el abandono.

Y así las cosas, la Bodega San Antonio, considerada por la Consejería de Cultura como Bien de Interés Cultural (BIC), continúa siendo un atisbo de lo que fue durante los años de esplendor del viñedo en el Condado, cuando en 1868 la filoxera azotó de forma cruenta los viñedos franceses y del norte de España, lo que produjo una migración de empresarios vitivinícolas que pusieron sus miras en el Condado onubense, donde la enfermedad paso casi de puntillas y no aniquiló las cepas ni vides de aquellas cosechas.

Al calor de esta nueva situación económica, las bodegas y lagares fueron proliferando sin mesura e incluso en documentos de la época se contabilizaron más de cien de estas infraestructuras destinadas a moler las vides recolectadas por agricultores y empresarios. Todo ello alentado por una prosperidad económica sin parangón, de cuya cúspide a penas se mantienen en pie inmuebles impertérritos, con la salvedad de los caserones de estilo regionalistas, los cuales aún continúan manteniendo el origen para el que fueron creados.

Sin embargo, de aquellos viejos templos de la cultura vitivinícola apenas quedan en pie bodegas que se levanten con anterioridad al siglo XX, con la salvedad de la Bodega San Antonio, que data de finales del siglo XIX y cuya fachada y fisonomía evocan otros tiempos en los que el vino era poco menos que el alma y la religión de un municipio.

Conscientes de estos valores patrimoniales, los numerosos regidores municipales siempre han tratado, con mayor o menor énfasis, aunque todos sin éxito, de lograr la titularidad de la única gran bodega que ha superado la dictadura del tiempo. Concretamente el que fuera alcalde de Rociana desde 1983 al 1998, Antonio Ramírez, reconoce el interés que la institución municipal siempre ha mostrado por hacerse con la titularidad de la bodega. No obstante, el veterano político señala que los contactos con José Joaquín Riquel y, posteriormente con su hijo José Ramón, fueron muy numerosos si bien se demostraron infructuosos, mayormente por el escaso interés del propietario por desprenderse del inmueble, lo que motivó que "ni tan siquiera se hablasen de cifras".

El que bien podría definirse como uno de los grandes emblemas de la cultura vitivinícola de Rociana, continua siendo objeto deseo, para lo cual se barajan multitud de proyectos para que sus paredes cobijaran un museo del vino y antropológico, una enoteca o servicios turísticos. Ideas alumbradas desde la institución municipal por Ramírez Almanza que debieron de quedar aparcadas ante la imposibilidad de poder concretar una oferta que vislumbrara una oportunidad de hacerse con el edificio.

El actual regidor municipal, Amaro Huelva, reconoce que en su anterior etapa como alcalde (1998-2003) ya se interesó por la adquisición del inmueble, para lo que se idearon alternativas para afrontar la inversión que ello conllevaba. No obstante, las cifras que el propietario ponía sobre la mesa hacían inviable una operación a todas luces imposible de abordar sin el apoyo y subvenciones de otras administraciones. Por esta razón se descartó, en primer término, la compra total de la parcela, con una superficie cercana a los 4.300 metros cuadrados, de modo que las negociaciones se encaminaron hacía la adquisición de los 850 metros cuadrados que conforman el área donde se asienta la bodega, todo ello con un proyecto urbanístico incluido para lograr rebajar el coste de la operación. Intento, este último, que tampoco terminó por germinar.

La coalición PA-PP, que estuvo al frente del Ayuntamiento desde el 2003 hasta los últimos comicios del 2007, también trataron de obtener el emblema vitivinícola. Concretamente el entonces concejal de Urbanismo, Alfonso Viejo, se reunió con la delegada provincial de Obras Públicas, Rocío Allepuz, para sacar adelante un proyecto consistente en urbanizar la parcela de la bodega y la construcción de viviendas de VPO. La propuesta contó, según precisa Viejo, con el beneplácito y las bendiciones de la Junta, lo que hizo vislumbrar una fructuosa salida. En este sentido, la institución local permitiría al promotor la construcción y urbanización de toda la parcela a cambio, eso si, de la titularidad de la bodega. No obstante, se lamenta el que fuera edil popular, porque los promotores no pudieron adquirir el terreno, dado que "los propietarios exigían cantidades que hacían inviable su adquisición".

El actual alcalde socialista, Amaro Huelva, asegura que tiene en mente retomar las negociaciones y estudiar la posibilidad de que la institución municipal preste apoyo económico para que una empresa turística adquiera la bodega, o bien conocer las posibilidades de subvenciones que podrían brindar las diferentes administraciones para que el recinto pase a ser propiedad municipal.

Entre tanto, el tiempo continúa haciendo estragos en las paredes de este conjunto vitivinícola, poniendo en riesgo el patrimonio de un municipio rocianero al que la vid le imprimió su cultura y el esplendor del que muchos se olvidan y dejan oxidar en manos del abandono más absoluto.

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