Defendiendo el tipo

Los límites de la paciencia

Nunca he podido con los entendidos en cualquier cosa, pero el sabelotodo del Carnaval ya es verdaderamente insufrible.

Es como una plaga pero sin el como: cuando consigues acomodarte en el bus, abres tu periódico y ¡zas, aparece a tu lado!, contándote no sé qué de un coro, de no sé cual peña o, peor aún, cantándote por lo bajini aquello de "Me rondan borriquetes y chapetones" de 'Quince piedras'. Y además te explica qué quería decir Villegas y, de propina, las diferencias entre un chapetón y un borriquete…

Porque el entendido en Carnaval es acechador con su verdad carnavalesca absoluta e incontestable. Y con su sapiencia adoctrina, pontifica y, en suma, mortifica al que trinque entre sus garras. Moviendo la lengua -como un oso hormiguero- más de tres veces por segundo, consigue hacerte pasar por un ignorante carnavalesco.

El sabihondo carnavalesco es sentencioso, palabrero y muy cuñado. Y lo sabe todo. Y lo conoce todo. -"¿Agüillo? Hombre por Dios, como de la familia: vivía puerta con puerta con la nuera de la prima de mi mujer".

Y de coplas antiguas ni te cuento su conocimiento profundo de la arqueología de la fiesta. Llega un momento en que parece que él le decía a Paco Alba lo que tenía que escribir. Pero claro, esto puede ser una alucinación tuya, provocada por el plomo fundido que te está endiñando el entendido en Carnaval.

Ojo, y no se te ocurra sacar el tema de las ilegales. Él, cómo no, es todo un experto.- "¿Que no has visto a la chirigota del Cascarria? Entonces tú no has visto ilegales. Y procede a cantarte el estribillo de la agrupación, te dice quién eran el año pasado y te indica dónde encontrar a la dichosa chirigota del Cascarria".

No hay antídoto contra esta plaga. El único modo de sobrevivir a ella es detectar a tiempo al sabihondo del Carnaval.

Dió, aparta de mi este Cádiz, que dicen que dijo Cristo en Getsemaní.

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