Tribuna

José maría agüera lorente

Catedrático de Filosofía

El secuestro de la mente

No creo que las nuevas tecnologías tengan el poder de acabar con el efecto alienante de las creencias. Es el sujeto el que las tiene que someter a juicio poniéndolas a prueba

El secuestro de la mente El secuestro de la mente

El secuestro de la mente

Este año se cumplen once de la publicación del libro El secuestro de la mente. Su autor es un psiquiatra, el doctor Fernando García de Haro. Todo el libro es interesante y está inspirado por un espíritu proveniente tanto del amor al saber que dio vida a la filosofía en sus inicios, como de los principios que engendraron el pensamiento ilustrado. A ambos alude cuando presenta su receta contra "las creencias y sus males" (el fanatismo, por ejemplo), y que se componen de dos ingredientes esenciales: racionalidad y humanismo.

¿Esa liberación tiene asegurado su progreso? Nuestro psiquiatra parece responder afirmativamente a esta pregunta; y halla un poderoso argumento a favor de su respuesta en las nuevas tecnologías. He aquí su tesis: "Las tecnologías de la comunicación, tanto de la información como internet, la televisión por satélite o los medios de desplazamiento, hacen que las culturas cerradas sean imposibles. Este mundo permeable instala al hombre en una realidad nueva, no fijada por una manera concreta y establecida mediante una creencia de origen divino. El hombre moderno no puede continuar en mundos cerrados y diferentes entre sí por mucho que se empeñen los custodios de las creencias. Este movimiento es imparable".

Por mi parte, tengo razones para no compartir la postura optimista del doctor García de Haro. La primera de ellas tiene que ver con el fenómeno del terrorismo yihadista, que tiene su base en la expansión y asimilación de creencias que pueden desembocar en el fanatismo violento. En el clarificador libro de hace apenas un año titulado Objetivo: califato universal. Claves para comprender el yihadismo, sus autores (Eduardo Martín de Pozuelo, Jordi Bordas y Eduard Yitzhak) se dedican a un preciso y riguroso análisis del fenómeno referido. En el capítulo titulado La captación: de la mezquita a internet encontramos los medios de los que se sirven los yihadistas para atraer a los jóvenes y convertirlos en adeptos a su causa: "El elemento tecnológico fundamental que marca un antes y un después en el proselitismo radical gira en torno a internet, las redes sociales y las grandes redes mediáticas". De ellas se sirven con dos intenciones básicas: una es publicitaria y de propaganda; la otra es la captación, reclutamiento y adoctrinamiento de simpatizantes de todo el mundo. En efecto, hoy día jóvenes europeos son contactados y sometidos a un auténtico aislamiento cultural y lavado de cerebro exprés gracias a la herramienta de internet. Chats, grupos de whatsapp y otros recursos nuevos los someten a mensajes de gran poder seductor que, a la postre, consiguen el secuestro de sus mentes.

Como se ve, internet no es aquí la tecnología del librepensamiento. Se trata de toda una paradoja que el politólogo Benjamin Barber reconoce de la siguiente forma: "¡Estamos ante el movimiento simultáneamente más moderno y más reaccionario de la historia! Están intentando destruir Occidente en parte debido a su modernidad y su tecnología pero al mismo tiempo son creaciones de la tecnología moderna, y dependen de ella íntimamente para generar miedo y odio".

El universo de las pantallas puede crear auténticos mundos solipsistas que, sin darnos cuenta, nos aíslen de la realidad, ese lugar en el que nos hallamos con lo otro, y en el que hemos de convivir, lo que se hace imposible si nos enclaustramos en nuestros mundos privados. En este sentido va la advertencia del activista de internet Eli Pariser, que se plasma en su teoría de la burbuja de filtros. De acuerdo con ella, existe una tendencia en la red de progresiva personalización de contenidos en los medios digitales, lo que conlleva la creación de una realidad distinta para cada internauta. Los algoritmos de Google o Facebook muestran resultados distintos a cada usuario, en relación a su historial de búsquedas y su comportamiento en la red. Es por esto que la información que se nos ofrece a través de estos medios es sesgada: la mecánica de los motores de búsqueda hace que sólo seamos receptores de la información que se presupone de nuestro interés. Esos algoritmos acabarán decidiendo por nosotros qué es la realidad siempre en una senda de continua confirmación de nuestras creencias.

En consecuencia, no creo que las nuevas tecnologías por sí mismas tengan el poder de acabar con el efecto alienante de las creencias. Es el sujeto desde la razón el que las tiene que someter a juicio poniéndolas constantemente a prueba.

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