Tribuna

Alberto González PascuaL

Profesor asociado de las universidades Rey Juan Carlos y Villanueva de Madrid

La falta de imaginación del PSOE

La falta de imaginación del PSOE La falta de imaginación del PSOE

La falta de imaginación del PSOE

Observar a los tres candidatos a las primarias del PSOE durante sus actos de campaña ha sido un espectáculo aburrido, sin gancho ni en el discurso retórico ni en la mirada que transmiten a la sociedad. A cuarenta y ocho horas de que se resuelva el duelo, se ha evidenciado una pasión disimulada por aquello que aspiran a liderar, emergiendo una deprimente ausencia de imaginación para transformar el ideario del partido, permitiendo que continúe en la conciencia del ciudadano comprometido la imagen del naufragio de unas señas de identidad cuyos atributos se han torcido entre las contradicciones socialdemócratas que contagian al pensamiento europeo y el miedo local (el "complejo español") a la posibilidad de tener que admitir un giro programático que suponga cualquier atisbo de conflicto con las instituciones del Estado y con las estructuras del poder económico y financiero. Ante una coyuntura tan baldía, la cuestión pendiente de dirimir es qué se puede esperar de los aspirantes y qué se les puede exigir.

El dramaturgo Cyril Tourneur, coetáneo de Shakespeare, escribió una original pieza en 1611 titulada La tragedia del ateo o la venganza del hombre honesto. En ella, la palabra "ateo" también significaba lo que en nuestros días entendemos por ser un psicópata. Hay que imaginar que en aquella época, cuando alguien renunciaba a Dios (el pilar central que da sentido a la vida y al mundo) también se daba por sentado que estaba renunciando a cualquier valor o principio moral. Este ejemplo me sirve para extrapolar varias nociones con las que hacer una crítica de la sucesión en el PSOE.

Lo primero a tratar tiene que ver con quienes consideran que la moral y los principios en la conducta representan algo completamente estático e inmanente (absolutamente inmunes a la cultura de cada época). Queda claro que los acontecimientos históricos posteriores al mundo de Tourneur fueron elevando al "ateo" desde las alcantarillas de los proscritos hasta el pedestal del conocimiento puro y científico, sacralizando la mentalidad artística que era capaz de ser neutral y ajena a los errores de las emociones y de los intereses sociales momentáneos. Con esta premisa indico que la moral no era una cuestión que estuviera finalizada hace 400 años, sin posibilidad de explorar o descubrir nuevos desarrollos. La perspectiva del tiempo nos ha demostrado que había un amplio espacio creativo para que las prácticas filosófica y política pudieran descifrar nuevas "verdades", aunque es cierto que toda la imaginación colectiva del siglo XVII fue incapaz de presagiar lo que se avecinaba.

Sin embargo, hubo raras excepciones que cuajaron ya en el cierre de aquel siglo, como fue Spinoza, una figura comprometida con establecer un razonamiento "geométrico" o matemático para cuestiones éticas o del comportamiento humano (practicó el despego sobre su objeto de análisis, lo que proporcionó un sentido novedoso a sus esfuerzos intelectuales). En los candidatos no existe ese tipo de distanciamiento para descubrir nuevas verdades, ni siquiera se da una acusada apropiación personal de conceptos de la tradición con la ambición de mutarlos para producir un nuevo enfoque histórico, sino que todo se limita al impulso de la venganza, asumiendo que el espacio moral en el que pueden moverse está cerrado dentro de un marco arquetípico, sin nada sobre lo que indagar. Olvidan que, cuando dialogamos sobre principios, valores e ideas con las que preservar un tipo de relación con la sociedad, siempre hay presente un juicio valorativo de carácter dialéctico. De ahí se infiere que la asunción de vida es mejor que la muerte, la felicidad mejor que la miseria y la libertad mejor que la esclavitud. Esta lógica es una proyección del deseo de ser de una determinada manera, lo que es en sí un acto de creatividad. El acto creativo está en el corazón del origen de la sociedad. La solidaridad, la bondad, la piedad… todas ellas son fruto de un proceso de creación intelectual (que a su vez crea los lazos de apego y seguridad en una comunidad). Si aceptamos que una sociedad ideal es una en la que no existe alienación, en el sentido expuesto por Marx (una comunidad en la que el trabajo, las capacidades y los méritos de sus miembros nunca son utilizados por una minoría para sus propios intereses), no es difícil elucidar que un héroe para esa comunidad será aquel capaz de crear y ofrecer condiciones para que esa dinámica de corrupción nunca suceda en la práctica. El desafío moral no puede ser más concreto. ¿Cuál es el alcance de la imaginación de los líderes que aspiran a dirigir el PSOE? No hay mejor medida para saber cuáles son sus auténticas capacidades que analizarlos de acuerdo a esta competencia.

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