Tribuna

Pedro J. Pérez

Catedrático de Química inorgánica. Universidad de Huelva

25 años de la Onubense: punto y aparte

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25 años de la Onubense: punto y aparte

En 2018 se cumplen veinticinco años de la creación de la Universidad de Huelva, una consecución de la sociedad onubense que culminaba el proceso iniciado cinco años antes, en aquel célebre tres de marzo del 88, una fecha que cada año se recuerda en la Onubense en el día de la Universidad. Quien escribe estas líneas se había incorporado, algunos meses antes de dicha creación, concretamente el día 2 de marzo, a la entonces Escuela Politécnica de La Rábida, dependiente aún de la Universidad de Sevilla. Quiso el destino que mi primera clase en dicho centro fuera precisamente el día tres de marzo de aquel año 1993. Como privilegiado testigo del nacimiento, crecimiento y desarrollo de la Universidad en estos cinco lustros, me atrevo a trasladar al lector algunas impresiones sobre el pasado, el presente y, sobre todo, el futuro de nuestra Universidad.

Cualquier comparación entre la estructura de los centros universitarios existentes en aquella primavera preuniversitaria del 93 y lo que puede verse y disfrutarse es una absoluta temeridad. Los centros existentes antes del 93 a duras penas podían ofrecer las mínimas condiciones docentes a sus alumnos, a la vez que la investigación era prácticamente inexistente. No por esperada, la independencia adquirida con la creación de la Universidad de Huelva supuso la solución de todos los problemas, y estuvo acompañada de luces y sombras. Por un lado, en pocos años se amplió el abanico de titulaciones ofertadas, a la vez que aumentó considerablemente la plantilla, tanto de profesorado como de personal de administración y servicios. Los estudios de doctorado y los planes propios de investigación conformaron un comienzo ilusionante. Sin embargo, el talón de Aquiles de las infraestructuras, inexistentes u obsoletas, lastró el lanzamiento de una Universidad pujante, principalmente debido a la carencia de una política económica suficiente para que las nuevas universidades pudieran comenzar de manera digna. Este pecado original nos ha tenido maniatados presupuestariamente en todo este tiempo, y tan sólo muy recientemente se ha comenzado a ver la luz del final del túnel de la deuda.

La Universidad de Huelva actual presenta una estructura de campus definida y, a falta de algún centro por finalizar, no resulta pretencioso afirmar que la labor de construcción física de la Onubense está muy cercana a su culminación. En lo que respecta al servicio a la sociedad, poco o nada puede reprocharse de la labor realizada. El número de hogares de la provincia con su primer miembro egresado universitario ha aumentado extraordinariamente desde su fundación. Ésta es la principal aportación social. En los últimos años de fuerte crisis económica, he asistido a debates en los que se suele argumentar contra la existencia de universidades como la nuestra. La teoría de que es preferible tener menos universidades, más grandes y con más presupuesto contrasta con el dato antes proporcionado: la cercanía de la Universidad enriquece a la sociedad, un argumento que, por cierto, enmudece a quienes prefieren nuestro cierre.

Para mí, nacido en la sierra (Aroche), criado en la costa (Isla Cristina) y con unos padres que decidieron emigrar para que sus hijos pudieran acceder a estudios superiores, contribuir a la construcción de la Universidad de mi tierra ha sido y es un regalo que la vida me ha proporcionado. No entiendo la indiferencia de aquellos que sólo ven en esto un puesto de trabajo o una posibilidad de promoción. Por ello, en mi condición de universitario crítico y exigente, debo manifestar mi creencia en la necesidad de abordar un punto de inflexión, un cambio sustancial. Hasta ahora, hemos ido mejorando con respecto a nosotros mismos, y ello a pesar de las imposiciones económicas, a veces asfixiantes, que hemos padecido. Pero ha llegado el momento de mirar a los demás, al resto de universidades, y de competir con ellas para mejorar. Y superarlas. Debemos abandonar el discurso recurrente de que no podemos mejorar porque estamos empezando. Tenemos que cambiar una mente excesivamente localista y cercana por una más internacional, más global. Esta corriente, que ya existe en esta Universidad, dista mucho de ser mayoritaria. Detrás de cada reto conseguido debe haber un nuevo objetivo, y así, indefinidamente. Muchos de los que trabajamos en la Onubense sabemos que podemos llegar mucho más lejos. Con sacrificio, con mucho trabajo, pero con ilusión y el reconocimiento de la sociedad. Por eso, veinticinco años parecen suficientes para poner un punto y aparte y comenzar el capítulo segundo de nuestra historia. Cerremos el capítulo de la construcción. Ha llegado la hora del despegue de la Onubense. Todos a bordo…

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