Tribuna

JAVIER GONZÁLEZ-COTTA

Periodista y escritor

Salir de la jaula viril

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Salir de la jaula viril

Quizá usted, querido lector varón, ande un tanto atribulado, preguntándose a deshoras si cree que puede llegar a ser o no un hombre nuevo. Por hombre nuevo no debe entender si se siente refundado o incluso renacido, igual que si hubiera visto cumplidos los objetivos que se fijó en la ya aterradora lejanía del Año Nuevo.

Por hombre nuevo hay que entender ahora al varón dispuesto a llevar a cabo una gran revolución masculina. Veamos. ¿Quiere usted escapar de la jaula viril en la que se haya atrapado? O dicho de otro modo más profundo. A ver, ¿está usted dispuesto a decir no al mandato de heroísmo y potencia que le ha inculcado la dominante masculinidad en todo tiempo y lugar? No se lo preguntamos aquí, a quemarropa. Quien se lo pregunta a usted, a todo varón en realidad, es el autor del libro El hombre que no deberíamos ser. Por si el varón del buen montón no lo sabía, lo cierto es que una pretendida revolución social está en marcha: la del hombre feminista. Nueva arcilla para un nuevo Adán (no confundir con el portero del Betis).

Octavio Salazar Benítez, profesor de la Universidad de Córdoba y miembro de la llamada Red Feminista de Derecho Constitucional, ha lanzado un manifiesto sobre cómo ser varón en el siglo XXI. Plantea una nueva masculinidad, libre de todo molde patriarcal y libre, al fin, de la patología que define los atributos tradicionales del macho. A saber: dominante, pater familias, seductor (o versión depredador), privilegiado social, viril, omnipotente, etcétera. Si se piensa bien en ello, más de uno podríamos tener dudas sobre si respondemos al prototipo de la cultura histórica heredada o si, como nos tememos, somos más bien un llevadero engendro entre la ameba y el ser sintiente y racional. ¿Seductor o depredador? ¿Un privilegiado social? Pero ¿éste soy yo?

Se habla ahora de posmachismo. Dícese del machismo duro pero más sutil, que aprovecha entre otras cosas el feminismo exacerbado -el llamado feminazismo y otros polémicas sobre el discurso de género- para defender los mal llamados valores tradicionales entre hombres y mujeres. Miguel Lorente, inventor del posmachismo, defiende también que hay que abogar por la nueva masculinidad y reinventar la convivencia con nuestras compañeras, las mujeres.

Salazar Benítez propone un decálogo para crear la otra masculinidad: el ya citado hombre feminista, que es también, a su juicio, el hombre democrático. En su propuesta revolucionaria escribe que el hombre no debe huir de lo femenino: tiene que asumir la ternura de su vulnerabilidad. Que uno sepa todo ser humano es vulnerable desde que nace a la luz hasta que muere bajo la negra pez. Saberse frágiles nos hace fuertes. La vulnerabilidad no es ni femenina ni masculina, ni rosita ni azulito de cuna. Por otra parte, uno se pregunta si el hombre viril, ingénitamente viril, pero que ni presume ni ejerce como tal ridículamente, es incapaz de mostrar sensibilidad o terneza. A muchas mujeres de hoy les agrada compartir su vida con un hombre que responda a cierta estética de virilidad (nada que ver con machos alfas o pretorianos cuadrados). Quiere decirse un hombre sugerentemente viril a sus ojos, que la ame y la respete, más allá de las chucherías personales de tal o cual otra sobre si le gusta que su pareja la haga sonreír (sin ser patoso), que la halague (sin azúcares añadidos), que sea cortés (o simplemente educado), que sea cumplidor en la coyunda (ya sea en versión tarzanesca o de forma soft pero aceptable), etcétera.

Quizá deban reflexionar estas mujeres acerca de su feminidad, por si ésta obedece a una antigualla emocional malsana y si, por lo tanto, están contribuyendo a prolongar el contrato social establecido en la noche de los tiempos entre hombres y mujeres. Si los hombres debemos escapar de la supuesta jaula viril que nos atrapa, las mujeres, muchísimas mujeres, deberán abrir las rejas de la prisión femenina que las mantiene cautivas. Uno concluye, pues, que el mundo heterosexual vive -vivimos- en una oscura mazmorra.

Nada que objetarle a Salazar Benítez si plantea la nueva masculinidad para fulminar de una vez la violencia homicida del hombre hacia la mujer. Pero mucho nos tememos que este mal, este Telediario de sangre cotidiana, no acabará con decálogos para la nueva subjetividad masculina ni, tampoco, con el formato del hombre feminista que pregona en su libro. Todo varón corriente y moliente, ni agitprop de nada ni indolente, debe defender la igualdad de derechos y obligaciones entre hombres y mujeres. De lo contrario sería, como decíamos, un absoluto cretino.

Por poner en duda este formato del hombre feminista se nos llamará posmachistas o partidarios de la "Contrarreforma patriarcal", como dice Benítez Salazar. Incluso podrán llamarnos algo peor: ¡aristotélicos! Aristóteles dijo que la mujer era un macho deforme por no tener alma. Pero sería otra barbaridad no saber nada de Aristóteles por culpa de que un día soltó semejante barbaridad. Toda necedad de todo tiempo la cura el tiempo.

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