Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

EEUU: entre lo peor y lo peor

El Gobierno de Clinton fue uno de los que más favoreció a las grandes empresas en detrimento de los consumidores y la competencia

EEUU: entre lo peor y lo peor EEUU: entre lo peor y lo peor

EEUU: entre lo peor y lo peor

Guadalupe tiene 34 años y hace 3 que no ve a su familia. Un día, después de cruzar a México por el municipio mexicano de Tecate, le fue prohibido el reingreso a EEUU. En la frontera entre EEUU y México hay muchas familias divididas. Hijos que no pueden ver a padres o familias que no pueden reunirse desde hace años por cuestiones migratorias. La situación en esta frontera no es excepcional. Si miramos al sur de Europa, las circunstancias no son mejores. Hace tiempo que en Europa la política migratoria es de "seguridad". El tratamiento que los gobiernos dan a estos hechos no permite hablar de peores o mejores. No obstante, la irrupción del candidato Trump ha nutrido esa sensación, tan común en los europeos, que nos hace sentirnos mejores que los estadounidenses. Esa peculiar fascinación y rechazo del aliado americano precisaría de estudios casi tan psicológicos como sociológicos o políticos. Ese antiamericanismo pueril y tercermundista, de cierta autodenominada izquierda, ha contribuido también a generar una falsa conciencia de superioridad. Malas noticias. No somos peores, pero tampoco mejores. Nuestros gobiernos hacen exactamente los mismos cálculos que cualquier administración estadounidense y entre los ciudadanos (que siempre son otra cosa diferente a sus gobiernos), los hay más comprensivos y generosos, pero también más temerosos o egoístas. Lo mismo que sucede en Europa. Le Pen, Alternativa por Alemania, Liga Norte, ultraderechistas ingleses o los nacionalistas que sufrimos en silencio en la piel de toro son solo algunos ejemplos. ¿Por qué el candidato Trump es peor que ellos?

Muchos son los que insultan a los estadounidenses que piensan votar a Trump. Puede que eso les haga sentir mejor, mientras pretenden ignorar que en España se continúa pagando un salario inferior a las mujeres por el mismo trabajo o se las discrimina por su potencial maternidad. Puede que ridiculizar a millones de personas les haga sentirse superiores. Desgraciadamente para ellos, las cosas son más complejas de cómo se presentan en sus programas favoritos del duopolio televisivo. Trump no sale de la nada. Forma parte de un proceso que ha generado una desigualdad y una precarización insoportable en bastantes estados de la unión. El empobrecimiento de muchos y la riqueza de pocos ha sido el caldo de cultivo perfecto para que cale un mensaje fácilmente comprensible por sectores que han sido golpeados por la desigualdad. La gente no es estúpida. La ciudadanía se siente traicionada por décadas de políticas que han debilitado a la clase media y trabajadora en EEUU. Desde Reagan -en los 80-, las administraciones de uno y otro signo han beneficiado de manera descarada los intereses de una pequeña parte de los ciudadanos estadounidenses. Deberíamos entenderlo porque en Europa sucede un proceso similar, aunque amortiguado por las ruinas del estado del bienestar. Precisamente, de todos esos gobiernos, el de Clinton fue uno de los que más favoreció a las grandes empresas en detrimento de los consumidores y la competencia. En lo que se refiere a la inmigración, en 1996 aprobó una de leyes migratorias más lesivas para la subsistencia de los inmigrantes en suelo estadounidense.

La victoria de Trump es muy probable. El voto oculto y la ventaja en estados decisivos son dos factores clave. La división en el partido Demócrata es un secreto a voces. Se favoreció a Clinton en detrimento de un candidato serio, que hubiera competido por el voto de la clase media o trabajadora. Sanders, sin ni siquiera ser un socialdemócrata, había leído perfectamente las expectativas de una gran mayoría de los estadounidenses. Después de la presidencia de Obama, era necesario actuar sobre aquello que Obama no pudo o no quiso: la desigualdad y la influencia de Wall Street. Sanders podía haber desarrollado su legado y ampliarlo. Después de los Reagan, Clinton y Bush, no cabe duda de que Obama ha constituido un punto de inflexión. Quizá tendrá que pasar el tiempo para que se aprecie su trabajo, a pesar de algunas desafortunadas decisiones.

Probablemente para los europeos sea mejor Clinton. Tampoco merece la pena hacerse demasiadas ilusiones. Ni Clinton será tan menos mala como algunos pronostican, ni Trump, tan perjudicial. Es probable que sus promesas más controvertidas queden en papel mojado, una vez sea investido presidente. A Bush II también le dio muchos votos la prometida enmienda constitucional anti-matrimonio homosexual que nunca se materializó. Trump ha realizado promesas similares que tendrán un fin semejante. Al fin y al cabo es un hombre de negocios, consciente de hasta dónde se puede llegar cuando uno está en la Casa Blanca. En cualquier caso, espero que los próximos cuatro años sean lo menos lesivos posible para los EEUU y mis queridos amigos estadounidenses.

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