Tribuna

eMILIO A. dÍAZ BERENGUER

PhD Politólogo

Democracia participativa vs. populismo

La solución a la grave crisis política actual debe ser la profundización del sistema democrático, cortando de raíz la amenaza de la involución que representan los populismos

Democracia participativa vs. populismo Democracia participativa vs. populismo

Democracia participativa vs. populismo

Contra el virus del populismo, la vacuna de la democracia participativa y la regeneración política. El populismo es la antítesis de un sistema democrático sólido y avanzado. La victoria de Trump debería hacernos reflexionar sobre las causas últimas que han permitido que un populista que es el paradigma del sistema haya logrado alcanzar la presidencia del país más poderoso del mundo, imponiéndose a la persona que mejor representaba al establishment.

Un outsider de la política que presume de no aportar al erario de su país se convierte en el lobo que va a dirigir la manada de corderos. La incultura y la demagogia, junto con la baja movilización del electorado representado por las minorías más discriminadas, dará lugar a que 2017 amanezca con un presidente "trumplusconiano" que según las estadísticas, realmente no ha ganado, sino que ha perdido su rival, Clinton.

También en Europa el populismo está aprovechando el vacío de ideas y alternativas para ocupar un espacio que no gana en base a propuestas y soluciones, sino por sus críticas generalizadas y una demagogia muy efectista. El populismo no es ni de izquierdas, ni de derechas, en el mejor de los casos antidemocrático, cuando no socialfascistoide. Para algunos estudiosos e investigadores de la ciencia política como Mouffe, el populismo no es una ideología sino una forma de hacer política, mientras que para otros como Schedler sí que lo es, y se basa en capitalizar el enfrentamiento de una ciudadanía virtuosa con una élite viciada y corrupta.

En cualquier caso, lo que está en peligro es el propio sistema democrático que atraviesa una crisis estructural al haberse quedado obsoleto como modelo exclusivamente representativo. En los países occidentales se está produciendo una polarización de la ciudadanía entre una clase media instruida que está sufriendo en sus propias carnes la incapacidad de los políticos y sus partidos, y la alianza tácita entre los nuevos desheredados de la tierra, aquellos a los que la crisis económica está dejando fuera del sistema sin apenas protección social ni económica, incluidos los jóvenes sin expectativas profesionales, y una clase plutocrática basada bien en su poder económico, caso EEUU, bien en la meritocracia intelectual de origen, caso España.

Pero ambos polos coinciden en cuestionar una democracia en la que los ciudadanos sólo cuentan para los políticos a la hora de las urnas. Los partidos políticos han pasado de ser instrumentos de la ciudadanía para el ejercicio de su poder soberano, a convertirse en poder autónomo al servicio de superestructuras que los controlan de manera clientelar.

Los movimientos populistas no ofrecen alternativas, ni soluciones viables, y los caracteriza el caudillismo de un salvapatrias, de perfil narcisista, que va amoldando demagógicamente la organización a su objetivo de ir sumando adeptos. Su estrategia simplista se basa en la conquista del poder político, el asalto a los cielos que diría el hoy líder máximo del populismo en nuestro país; una vez alcanzado nadie podría asegurar que no decidieran romper las reglas del juego político para mantenerse en él. La democracia les viene grande y su escenario ideal se asemejaría al de un paradigma peronista en pleno siglo XXI.

Para abortar la hoja de ruta de los populismos un sistema democrático avanzado debe exigir la regeneración de la política y sumar a su vertiente representativa la participativa de una sociedad civil estructurada y organizada, de manera que la ciudadanía pudiera controlar a su clase política no sólo cada cuatro años y le obligara a cumplir con la gobernanza en la gestión de la cosa pública.

Las nuevas tecnologías ofrecen una oportunidad de oro para poner en marcha, de manera inmediata, instrumentos y mecanismos que hicieran factible dicha organización de la sociedad civil para el control de la política y su coparticipación en las decisiones a adoptar por sus representados y en el impulso de acciones y legislación prioritarias para el bien común del conjunto de los ciudadanos.

La solución a la grave crisis política actual debe ser la profundización y el amejoramiento del sistema democrático, cortando de raíz la amenaza de la involución que representan los populismos, de uno u otro corte ideológico; el transversal forma parte de una táctica para encubrir una interesada estrategia. La participación ciudadana en las decisiones políticas dentro de los movimientos populistas es una quimera viciada de origen y manipulada por sus élites; nunca serán los que perfeccionen el sistema democrático.

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