Los españoles son de centro y apoyan la Constitución

Del barómetro de abril del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se saca una conclusión clara: el centro sigue siendo el espacio político preferido por los españoles. La encuesta recoge el progresivo hundimiento del PP (que aún así se mantiene a la cabeza), el estancamiento del PSOE y la confirmación del auge de Ciudadanos, que ha cogido una velocidad de crucero que amenaza muy seriamente al actual partido en el Gobierno, hasta ahora única referencia para el electorado de centro-derecha español. Estas tres primeras fuerzas, que apuestan claramente por la vigencia de la Constitución de 1978 (aunque con criterios diferentes sobre su posible reforma para adecuarla a los nuevos tiempos), suman casi el 70% en la intención de voto de los españoles. Por su parte, la fuerza más rupturista con el sistema, Podemos, apenas suma un 19,6%, mientras que los independentistas catalanes -ERC y PdeCat- rozan el 5%, y el PNV, formación que actualmente parece satisfecha con el statu quo alcanzado (lo que no le impide seguir con sus reivindicaciones de más autogobierno para el País Vasco), obtiene un 1,3%.

Evidentemente, estamos sólo ante una encuesta, pero queda clara tanto la condición centrista del electorado español (independientemente de que puntualmente se escore más a la derecha o a la izquierda) como su percepción de que la Constitución sigue siendo un marco más que aceptable para ordenar la convivencia. Especialmente relevante es que el hundimiento del PP no ha sido aprovechado, como en otros países, por el populismo de derechas, sino por una fuerza claramente sistémica que apuesta por la reforma a fondo de las instituciones y de los hábitos políticos, pero no por cambios radicales en las cuestiones esenciales, como son el modelo de Estado o la estructura territorial del mismo. Podemos, que en su día llegó a amenazar con dar el sorpasso al PSOE e incluso soñó con participar del poder, queda relegado a un 20%, lo que le permite una presencia no desdeñable en las instituciones, pero ni mucho menos marcar la agenda política o imponer sus criterios más extremos.

El nuevo barómetro del CIS deja claro que los ciudadanos no quieren aventuras extrañas y que optan por los partidos más previsibles, aunque alguno de ellos esté bajo la continua sospecha de corrupción. Una vez que ha llegado la recuperación económica y que las familias empiezan a disponer de más renta y a aumentar el consumo, el populismo pierde cada vez más sus opciones políticas.

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