Siria, una matanza que afecta a toda la humanidad

Al mismo tiempo que se conmemoraba el 80 aniversario de El Guernica de Picasso nos llegaban las espeluznantes noticias de un ataque con armas químicas a la población civil en Siria, al parecer perpetrado por aviones del Ejército del dictador Bashar al Asad. Las cifras son todavía confusas, pero ya evidencian la carnicería: al menos 72 muertos, una veintena de los cuales son niños. Más de ocho décadas después de que se pintase el emblemático cuadro del pintor malagueño y más de 200 años después de que otro español, Francisco de Goya, crease su sobrecogedora serie Los desastres de la guerra, la humanidad sigue sin librarse de esa pesadilla que son los conflictos bélicos y lejos, muy lejos, queda el sueño de la paz universal de Kant y los ilustrados en general. Lo que está ocurriendo en Siria, las imágenes de los niños muertos por la acción de los agentes químicos, nunca pueden parecernos lejanas. Nos afectan como miembros de la humanidad, son nuestra vergüenza y nuestra responsabilidad. Ya sabemos que optar por un pacifismo de salón es una de las muchas maneras de hacerle el juego a los tiranos y a los terroristas, y que a veces -muchas veces, para ser sinceros- es necesario el uso de la fuerza para garantizar la libertad y la prosperidad de los pueblos. Pero los que ordenaron y ejecutaron el ataque químico contra la zona siria de Jan Shijun, una zona controlada por los rebeldes, nada tienen que ver con unas fuerzas armadas civilizadas que intentan minimizar los daños y aspiran en todo momento a lograr una paz justa, ejércitos que son hijos de los Convenios de Ginebra firmados en 1949. Estos tratados contienen las normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra. Protegen a las personas que no participan en las hostilidades (civiles, personal sanitario, miembros de organizaciones humanitarias) y a los que ya no pueden seguir participando en los combates (heridos, enfermos, náufragos, prisioneros...). Sin embargo, en el actual escenario mundial, estos convenios parecen papel mojado y es necesario que la comunidad internacional se dote de nuevas reglas e instrumentos para minimizar en lo posible el terrible daño de la guerra. Por lo pronto, hay que hacer todo lo posible para los que planearon y ejecutaron estos bombardeos con armas químicas rindan cuentas ante un tribunal internacional. El ataque de Jan Shijun no puede quedar impune. La humanidad tiene que reaccionar a la barbarie.

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