Mariano Rajoy compareció ayer tras el último Consejo de Ministros del año para presentar su balance político y económico de 2017. El presidente del Gobierno, fiel a su estilo, acudió a los datos macroeconómicos para dibujar un escenario nacional altamente positivo en la economía: crecimiento que se acercará al 3,1%, recuperación del PIB previo a la crisis y 19 millones de trabajadores, dos más en cuatro años. Una lectura que ayer matizó el principal partido de la oposición, el PSOE, al asegurar que, tres años después de superar la recesión, en España la desigualdad no ha dejado de crecer. Pero la sombra de Cataluña oscurece los datos incuestionables que ofrecen esos indicadores económicos, como la propia intervención del jefe del Ejecutivo dejó traslucir. La incertidumbre política ante el camino que escogerán los próximos gobernantes de la Generalitat es, a día de hoy, muy alta. Eso sí, el mandatario español envió con nitidez un mensaje para disuadir a futuros aventureros. El intento de secesión promovido por los independentistas ha servido para que se conozca qué resortes democráticos puede utilizar un Estado de Derecho como el español si alguien ataca su Constitución y vulnera la legalidad, en referencia al artículo 155. Pero, desde luego, sería deseable no probar la profundidad de ese hipotético bucle. La tregua de Navidad acabará pronto. Rajoy anunció ayer que el 17 de enero se constituirá el nuevo Parlamento catalán. El Gobierno evita agotar el plazo legal porque, evidentemente, urge que el tablero se clarifique cuanto antes. Sí que parece más un deseo que una posibilidad real su cálculo de que diez días después podría celebrarse la primera sesión de investidura para elegir al nuevo presidente. Al tiempo, tachó de "absurdo" que Carles Puigdemont y los suyos sopesen cualquier modalidad telemática para gobernar "desde el extranjero". Ésa es la gran incógnita: si los nacionalistas fían toda su estrategia a la figura del ex presidente y sus cuatro ex consejeros huidos a Bruselas y que, hasta ahora, rechazan regresar a España y someterse a la actuación de los tribunales, o son capaces de plantear otra alternativa en la que prevalezca el sentido común. Lo cierto es que Cataluña condiciona la política española. Rajoy ha sido incapaz de convencer al PNV para que respalde los Presupuestos de 2018 y ha pospuesto "a enero" la continuidad de las conversaciones. Y también resulta impensable que el PSOE, tras su aval al 155, apoye ahora unas cuentas que le despejarían el panorama al PP. Así que 2018 también pasa por Cataluña.

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