Silla de palco

Antonio Mancheño

Hasta la última gota

Si uno dice que el pavo está servido y en Sant Jordi celebran con burbujas la victoria del Estatut sobre los lerdos constitucionalistas, lo que hace es confirmar la coartada con la que ganar la guerra psicológica y asegurarse el futuro del pan y el privilegio de las instituciones catalanas. El acoso y derribo de las fuerzas nacionalistas, independentistas y, al fin, separatistas -PSOE, CIU, ERC e IU- hacia el pasmado Tribunal Constitucional no tiene precedentes en nuestra sociedad y ordenamiento, dado que el grado de insumisión larvada sobre su autoridad sobrepasa los límites tolerables en una democracia, ejerciendo toda clase de argucias, presiones, temores y manipulación sobre el texto pendiente de sentencia, que en ningún caso puede oponerse al contenido pactado con Zapatero and boys, aclamado por el Parlament y refrendado por algo más del 30% de los catalanitos de a pie. Poca alfalfa para tanto ganado.

Los medios informativos propios bullen con su parafernalia callejera y estigma solidario. La dignidad de Cataluña está en juego. ¡Qué cosas tú! Espero que estimen otras históricas dignidades que aúnan la nación española, única y soberana, cuya Constitución, votada libremente y acatada por el pueblo, reconoce esa España plural sin menoscabo, ápice ni merma de su legitimidad como Estado, bajo cuya tutela se integran las nacionalidades y regiones.

El mecenazgo de José Montilla al frente de la manifestación contra cualquier intento de rebajar las cotas del Estatut supone un estacazo en pleno rostro del Gobierno, que se marca un bailongo alrededor de una sardana y se disfraza entre las figuritas del Nacimiento, igual que el más humilde caganet. Como suena. Ahí van al trebolillo, alzados sobre la prepotencia de su lengua, su ancestro, su singularidad, su territorio y sobre su anarquismo, su rebelión republicana, su mutismo infamante y su capacidad negociadora, para saciar empachos y enarbolar el cenit en los grandes chanchullos de Banca Catalana, las derramas del solícito 3% o el derroche en altas embajadas. Ejercen de aforistas romanos: do ut des. Mercantilismo al dente.

Todo el entarimado radical pregona su adhesión a la letra estatutaria sin correcciones ni puntualizaciones porque de lo contrario, avisan, llegarán hasta las últimas consecuencias. Miedo me da que el Constitucional se avenga a soportar tales bravatas y se resigne a actuar bajo la coacción de estos trileros, políticos de cuello duro y baja estofa.

Se supone que alguien habrá pensado en esas fichas del dominó autonómico por las que, una vez caída la primera, las demás se desploman automáticamente y así no habrá quien detenga al País Vasco, Galicia, Andalucía y lo que venga. Adiós la Monarquía, adiós la Constitución.

En la memoria de la Transición queda en suspenso esta pregunta: ¿por qué Cataluña sí y Andalucía no? Amárrense los cinturones que vienen curvas federales .

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